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21/09/2025

Cafetines de Buenos Aires: el bar que se ubica en el sitio donde tres avenidas forman ocho esquinas y recibió a grandes del tango

Fuente: telam

Los hermanos Homero y Virgilio Espósito, Julián Centeya, Aníbal Troilo, Homero Manzi y Osvaldo Pugliese se contaban entre los habitués de este lugar que, inaugurado en 1939, hace honor a su ubicación desde su nacimiento: “Bar 8 esquinas”. Aunque se alza casi sobre la intersección que juega con los límites de tres barrios porteños pertenece a Chacarita y ahí llegan sus visitantes desde hace más de 80 años. Su historia, sus cambios y permanencias, sus clientes más famosos (que pasaron del tango al rock y al fútbol) y su gestión de la mano de un porteño que perdió la visión pero no el amor por el café

>El presente relato tiene la cualidad de ser abordado por distintas vías. Tantas como el particular trazado que se dibuja entre los límites de los barrios de Villa Ortúzar, Colegiales y Chacarita. Allí confluyen las avenidas Forest, Elcano y Álvarez Thomas, que conforman ocho esquinas. ¿Qué es imposible de tres líneas que se cruzan resulten ocho ángulos? En Buenos Aires nada lo es.

El Bar 8 esquinas está ubicado en Forest 1186. Se fundó el 31 de octubre de 1939, cuando más que una intersección de avenidas la zona se parecía a un cruce de rutas por lo descampado. Lo fundaron un grupo de gallegos. Entre sus primeros parroquianos se encontraron un sinnúmero de tangueros de la Época Dorada. Cuenta Horacio Spinetto en el volúmen II del libro Cafés Notables de Buenos Aires, publicado por Patrimonio e Instituto Histórico de la Ciudad, que los hermanos Homero y Virgilio Espósito, Julián Centeya, Aníbal Troilo, Homero Manzi y Osvaldo Pugliese estaban entre los feligreses de esta pequeña capilla rutera.

El barrio al que hace referencia Beba Pugliese es Villa Ortúzar pero, por esos caprichos limítrofes, el 8 esquinas pertenece a Chacarita. Un rincón del bar homenajea a Pugliese. Es la mesa donde le gustaba sentarse a tomar café y leer el diario que le compraba al canillita de Forest y Elcano. Y entre las fotos del Maestro está enmarcada la letra y partitura del tango Mis 8 esquinas, compuesto por su hija Beba, con letra del poeta Ítalo Curio. Algún día escribiré sobre la vida migrante de Osvaldo Pugliese y cómo se lo apropian distintos barrios. En Villa Crespo nació, se formó y es su máximo referente. Boedo tiene su Esquina Pugliese, el café donde solían detenerse Osvaldo y Lidia, su mujer, cuando salían de caminata desde la casa que tenían en Almagro con destino final Pompeya. De Villa Ortúzar y Chacarita dio cuenta su hija. En fin, más barrios que los cantados por Alberto Castillo. Pero continuemos con la historia del bar.

La familia Bálsamo se había afincado en la triple frontera unos pocos años antes. Eran oriundos de Pompeya, el mismo barrio del sur donde llegaba de caminata el matrimonio Pugliese cuando no eran vecinos cercanos al Bar 8 esquinas. Ya saben, porque lo repito hasta el hartazgo, que nuestro máximo escritor lo describió todo en su cuento El Aleph. En Buenos Aires todos los caminos confluyen en un punto. ¿Que no les parece suficiente esta referencia borgeana para definir al cruce de tres avenidas y el bar? A ver qué me dicen con esta otra.

Cuando Miguel Bálsamo compró el fondo de comercio del Bar 8 esquinas tenía 25 años. Un par de años antes había sufrido un accidente automovilístico con consecuencias en su visión. Por el golpe perdió la vista de un ojo y la capacidad del otro se redujo a menos de la mitad. Pasó por distintos tipos de operaciones. Todas sin éxito. La pérdida de la visión no le permitió continuar con la tarea como ayudante de su padre en el taller mecánico familiar. Sin embargo, apuntalado por la parentela calabresa pudo cumplir un viejo sueño: ponerse al frente del bar. Y Jorge Luis Borges siempre tiene algo para decir. En 1959 escribió el Poema de los dones. Los primeros versos dicen “Nadie rebaje a lágrima o reproche esta declaración de la maestría de Dios, que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la noche”. La referencia obedecía al nombramiento recibido para dirigir la Biblioteca Nacional al momento de quedar totalmente ciego. Pues a Miguel, con similar destreza, le dio el bar y también le concedió la misma noche.

¿Y cuáles fueron las decisiones estéticas y nuevos conceptos que los Bálsamo emprendieron al momento de tomar las riendas del bar? En primer lugar, con muy buen criterio comercial para un boliche arraigado a la zona, mantuvieron la histórica denominación otorgada por los originarios al mangrullo fronterizo; y, por otro lado, respetaron el perfil germánico en el interiorismo del local como también la propuesta gastronómica.

Las paredes del Bar 8 esquinas están revestidas en madera hasta la mitad y luego, hasta alcanzar el techo, ocupadas con fotografías de los tangueros que se sentaron a sus mesas más otros ídolos populares del espectáculo y el deporte. Los objetos antiguos, como ya es tradición y lo conté en anteriores relatos, fueron donaciones recibidas de vecinos. Hay una foto que Jorge Vidal, el cantor de la Orquesta de Osvaldo Pugliese, le dedicó a Miguel. También hay una copia de la última captura de Carlos Gardel, en Medellín, antes de subirse al fatídico avión. Y una bonita fotografía del local, sin fecha —pero sospecho que habrá sido de cuando se inauguró—, donde se luce la construcción art decó y se presenta como confitería y café.

Cuenta Miguel que para el plato estrella, Goulash con Spaetzels, se tomaron un año de prueba. También recomienda el Kassler y el Jägerschnitzel. En ambos casos, lo mejor es ir y pedirlos. No pretendan que se los explique. El idioma alemán no es lo mío y la carta es muy nutrida.

Hoy el Bar 8 esquinas abre de 11 a 23, de lunes a jueves, y hasta las 24, viernes y sábados. Ya no ofrecen desayuno temprano. El cambio surgió a partir de las nuevas costumbres observadas en el barrio luego de la pandemia por covid 19, se lamentan a dúo los hermanos Bálsamo.

Más allá de la descripción del bar y su relato histórico, es indudable que la gestión de Miguel, a partir de su discapacidad, me llenó de preguntas. Y fui por las respuestas.

Miguel Bálsamo conoció el bar de muy chico, cuando iba a desayunar con su padre. Al momento de comprar el fondo de comercio veía de un sólo ojo con el 70 % de reducción. Al tiempo ya no vio más nada. Y de este desenlace ya van para 15 años. Le pregunté, entonces, cómo hace para gestionar y ejercer el control de calidad sobre algo que no ve. Así respondió Miguel: “Cuando entro al negocio me preparo para intentar percibir el ambiente, el clima, los ánimos. Lo noto en los saludos, en la devolución de la gente. Ahí ya tengo una retroalimentación. Lo otro que me llega es la cantidad de personas en el salón. Si hay mucha o poca. La gente comiendo y charlando emite un calor reconfortante. Después intento estar en todo. Voy por las mesas tocando. Chequeo que estén los individuales. Paso el dedo como un maniático para sentir que todo está limpio. Percibo cómo está acomodado el mostrador. Me creé una imagen del lugar que intento que se mantenga prolija. Intento que la gente lo sienta así. También me invaden los olores al entrar al local. Me doy cuenta qué tipo de salsa están comiendo o el ahumado de un plato alemán. Pero, sobre todo, cómo salieron los platos. Entonces me siento y los pruebo para trasladar las correcciones pertinentes a la gente de la cocina. Para nosotros también es muy importante la música. Antes pasábamos algunas radios o música de un pendrive, pero dependíamos de la atención del encargado. Hasta que armé distintas listas acorde al lugar, el horario y cada situación”.

Instagram: @cafecontado

Fuente: telam

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