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21/09/2025

Fingió un embarazo y enfermedades: fraudes millonarios, manipulación emocional y un fallo judicial que indignó a la opinión pública

Fuente: telam

Megan Reynolds, de 29 años, engañó a empresas y a su pareja mediante identidades falsas y enfermedades inventadas. Así logró financiar una vida de lujos

>Megan Reynolds, una joven británica de 29 años, llegó a exhibir una vida que parecía salida de un cuento de éxito: fiestas lujosas, noches en hoteles exclusivos y un Range Rover Sport valorado en más de 122.000 dólares se convirtieron en su distintivo. Su imagen en El comienzo de esta historia de engaño se remonta al puesto administrativo que Reynolds ocupaba en una empresa de Kent, Rainham. Sus empleadores, Vicky y Kurt Gozzett, le otorgaron un nivel de confianza que ella supo explotar a su favor. Desde el primer día, Reynolds comenzó a desviar pequeñas sumas disfrazadas de gastos menores y viáticos, para luego escalar el delito mediante transferencias directas de miles de libras. Lo cierto es que durante el transcurso de dos años, Megan Reynolds logró canalizar fondos hacia su propio negocio, La Creme Gifts, recurriendo a una variedad de mecanismos fraudulentos: desde la creación de facturas falsas y modificaciones de correos electrónicos hasta la simulación de llamadas bancarias para no levantar sospechas.

Es una mentirosa profesional, nunca se pone nerviosa, todo le sale natural”, contó Vicky a The Sun, indignada. “El juez fue demasiado blando con alguien que nunca mostró remordimiento ni pidió disculpas” añadió.

La estrategia de Reynolds para sostener su doble vida iba más allá de la malversación de fondos. Recurrió sistemáticamente a la manipulación emocional y la mentira, no solo ante sus empleadores, sino también frente a familiares y su pareja. Entre las excusas inventadas figuraban enfermedades terminales que supuestamente aquejaban a familiares cercanos e incluso a su mascota. Esta narrativa le permitió ausentarse y generar empatía, consiguiendo favores y donaciones “para tratamientos”.

Las revelaciones sobre el fraude generaron un fuerte impacto en las víctimas directas y en la opinión pública. Vicky Gozzett, una de las afectadas, expresó una mezcla de enojo y decepción ante la falta de remordimiento de Reynolds y la respuesta judicial. La empresaria describió a la estafadora como “mentirosa profesional”, detallando la facilidad con la que mentía y su capacidad para aparentar normalidad incluso frente a las sospechas.

La reacción judicial, por su parte, fue motivo de controversia. En julio pasado, el juez Julian Smith impuso a Reynolds una condena a 24 meses de prisión en suspenso, junto a 200 horas de trabajo no remunerado y 15 días de actividades de rehabilitación. El magistrado alegó que Reynolds es madre de dos hijos y que las directrices judiciales actuales permiten ciertas consideraciones para mujeres en esa situación. Este fallo fue percibido como insuficiente por las víctimas, quienes sintieron que el sistema judicial las dejó desprotegidas luego de sufrir una pérdida económica significativa.

Lejos de mostrar remordimiento, Reynolds denunció a una de sus víctimas por acoso tras la difusión del caso en redes sociales. La policía intervino para intentar eliminar esas publicaciones, pero la afectada se negó a ceder ante la presión.

“Ella siempre se hizo la víctima y tejió una red de mentiras” sentenció Vicky.

El caso impulsa una serie de recomendaciones para protegerse frente a este tipo de delitos. Entre ellas sobresalen la importancia de reservar los datos personales en redes sociales, eliminar perfiles antiguos que puedan exponer información sensible y utilizar contraseñas robustas. Se enfatiza la actualización de antivirus en dispositivos, la precaución al utilizar redes Wi-Fi públicas y la protección de correspondencia física, redireccionando el correo si se cambia de domicilio.

Quienes conocieron a Reynolds en su juventud señalan que su tendencia a la mentira y la manipulación se remonta a la adolescencia, cuando ya mostraba facilidad para presentarse como víctima y captar la empatía de los demás. Esto refuerza la dimensión personal y psicológica de su conducta, sugiriendo que el caso no se trata únicamente de un fraude financiero, sino también de una manipulación sistemática de su entorno.

La fiscalía británica calificó el caso como “extremadamente complejo”, subrayando la dificultad para recolectar y presentar pruebas suficientes. La condena obtenida fue posible gracias a la reconstrucción minuciosa de los engaños y el rastreo digital de las operaciones. No obstante, el desenlace judicial despertó un debate sobre la efectividad del sistema frente a delitos de manipulación y fraude, especialmente cuando el perjuicio económico y la afectación psicosocial de las víctimas resultan tan marcados.

Fuente: telam

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