21/09/2025
Dos adolescentes con una relación soñada y el infierno que los separó: cincuenta mensajes anónimos por día y una traición impensada

Fuente: telam
Lauryn Licari y Owen McKenny llevaban dos años de novios hasta que el acoso digital transformó su vínculo en una pesadilla. Intimidaciones constantes, amenazas y una revelación familiar que los marcaría para siempre
>Beal City es un pequeño pueblo del estado norteamericano de Michigan, donde viven apenas 332 habitantes. La vida allí transcurría sin sobresaltos, hasta que Lauryn Licari y su novio, Owen McKenny, dos adolescentes que asistían al colegio local, comenzaron a recibir mensajes de un número desconocido llenos de insultos. Al principio eran frases intimidantes, pero pronto la situación escaló y se transformó en uno de los casos más perturbadores de ciberacoso de los últimos años en Estados Unidos.
“Fue tan grave que ya ni siquiera quería ir a la escuela. Tener un teléfono se convirtió en lo peor que me pasó”, contó Owen. Lauryn, que se llevó la peor parte, sostuvo: “Llegué a cuestionar la forma en la que pensaba sobre mí misma”.
Lauryn y Owen se conocieron en séptimo grado. A ella le pareció lindo y a él le llamó la atención por ser dulce, aunque algo tímida. Los dos eran atractivos y deportistas, así que no pasó mucho hasta que se volvieron una de las parejas más populares de la escuela, para muchos “la pareja perfecta”. Con el tiempo, la relación se fue afianzando y empezaron a compartir planes con sus familias. Incluso sus madres terminaron haciéndose amigas.
Frente al hostigamiento, Lauryn intentaba comunicarse, pero nadie atendía. La respuesta llegaba siempre por mensaje de texto: “Dejá de llamarme. No te voy a contestar”. El hecho de que la nombrara por su apodo, “Lo”, la convenció de que se trataba de alguien cercano. Así, el miedo se trasladó a lo cotidiano. “Sentía que sabía todo lo que hacía en clase. Un día me escribió: ‘Sos una basura. No deberías usar calzas. Nadie quiere ver tu culx plano y anoréxico’. Eso me impactó. Me cuestionaba qué ponerme para ir a la escuela, cómo me veía o cómo estaba mi pelo”, relató Lauryn en el documental.
El clima de sospecha se instaló en la escuela. “Si recibía un mensaje en el horario de clases, buscaba a alguien que estuviera mirando su teléfono”, recordó Owen que, en un momento, propuso una separación temporal con la esperanza de que los mensajes cesaran. Para Lauryn fue muy duro: “Fue mi primer amor. Llevábamos más de dos años juntos y dejamos de hablarnos”.Cuando los adolescentes les contaron a sus padres lo que venían padeciendo, las familias de Lauryn y Owen se presentaron en el colegio para pedir que las autoridades intervinieran. “El día que me mostraron los mensajes quedé atónito por lo agresivos que eran”, recordó Dan Boyer, director de la secundaria de Beal City.A partir de las entrevistas con los estudiantes, los efectivos hicieron una lista de posibles sospechosos: entre ellos figuraba Khloe Wilson, una amiga de Owen en cuyo celular hallaron varias cuentas falsas y coincidencias en el lenguaje de los mensajes. También se investigó a Sophie Weber y a la prima de Owen, Adrianna. Todas negaron haber enviado los textos y ofrecieron sus teléfonos para ser revisados. Pero como no hubo pruebas firmes, ninguna fue acusada.
Durante la investigación, se reunieron más de 700 páginas de evidencia con los mensajes enviados por Kendra Licari. Aunque en ese momento el contenido no fue difundido públicamente, la fiscalía lo calificó como “perturbador” y “detestable”. “Nadie en su sano juicio pensaría que una madre podría hacerle esto a su hija”, sostuvo el fiscal, David Barberi.
Bill Chilman, responsable del distrito escolar, sostuvo que Licari buscaba que su hija dependiera de ella. “Alguien acuñó el término y lo llamaron una variante del síndrome de Münchhausen. Se trata de provocar sufrimiento para que el otro te necesite en su vida”, explicó.Antes de que se descubriera la verdad, la mujer era conocida en Beal City por su trabajo en el área de tecnología de la Ferris State University, su rol activo como madre y su participación en actividades deportivas con Lauryn. Vecinos y familiares la describían como sociable y extrovertida, hasta que en 2021 una crisis laboral pareció marcar un quiebre: dejó su empleo y fingió trabajar desde casa. Pero en realidad usaba ese tiempo para hostigar a su hija.
“Creo que fue un escape: era como que me desconectaba de la vida real, aunque seguía siendo la vida real. Cuando hacía eso no era yo, me aislaba de mi vida cotidiana y no podía parar. Nunca tuve miedo de que mi hija se hiciera daño”, sostuvo Kendra.“La historia que cuenta Número desconocido es un típico caso de ciberacoso con la particularidad de que la hostigadora es la madre de la víctima. En ese sentido, hay un doble componente perverso: el del acto en sí y el del uso de la tecnología, el anonimato y la manipulación. Esa traición del vínculo primario genera un estrés postraumático, desconfianza crónica y problemas vinculares“, indica “A diferencia del grooming (que es un delito penal con penas de prisión de 6 meses a 4 años), el hostigamiento digital no se considera delito autónomo en el Código Penal. Solo en la Ciudad de Buenos Aires aparece como una falta en el artículo 53 del Código Contravencional de la Ciudad. A nivel nacional, queda disperso en figuras como amenazas o coacciones. Eso habla de una vacancia legal preocupante”, indica Navarro.
Navarro también ofrece recomendaciones concretas para quienes atraviesan situaciones de hostigamiento digital: “Lo primero es poder hablarlo con un adulto de confianza y no quedarse en silencio. Evitar la confrontación directa, porque solo escala la violencia. Guardar cada evidencia —capturas, mensajes, links— sin borrar nada, y no bloquear al agresor para que la trazabilidad se conserve. Avisar a las plataformas, hacer la denuncia y, sobre todo, contar con acompañamiento psicológico. Todo lo que pasa en internet deja huellas emocionales reales, aunque no haya marcas físicas”.
*Grooming Argentina nació institucionalmente en el año 2014 y se convirtió en la primera organización global creada para combatir el delito de “grooming o child grooming”. Más información,Fuente: telam
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