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20/09/2025

Hubo vencedores y vencidos: la “Libertadora” no tuvo misericordia con los peronistas después del golpe contra Juan Domingo Perón

Fuente: telam

Pese al eslogan de Lonardi, apenas derrocado el presidente constitucional, hecho del que se cumplen 70 años este mes, se desató una ola de represalias sobre sus seguidores. Aun así, el primer mandatario de facto fue visto como demasiado débil: lo sustituyó Aramburu con su decreto 4.161

>Con la llegada del peronismo a la presidencia en 1946, las estructuras sociales, económicas y culturales del país cambiaron para siempre. El gobierno de Juan Domingo Perón representaba a los obreros y a las clases populares que por primera vez tenían poder y participación política en la Argentina.

Ante otro inminente levantamiento militar, el secretario general de la CGT, Hugo Di Pietro, propuso a Perón formar las milicias populares para defender al gobierno democrático, pero la idea fue rechazada por el General, que más tarde explicaría que no quería generar un mayor derramamiento de sangre.

La Marina no esperó más y, al mando del contraalmirante Isaac Rojas, dispuso la fecha del 16 de septiembre para el levantamiento, al que también se sumaron el general (RE) Eduardo Lonardi y un dubitativo Pedro Eugenio Aramburu, que creía que el golpe no tendría éxito.

En las primeras horas del 16, la Armada se sublevó en sus bases de Puerto Belgrano y Río Santiago, y Lonardi logró conquistar la provincia de Córdoba. Pero, liderado por los generales Lucero, Embrioni, Sosa Molina e Iñiguez, la mayoría del Ejército aún era leal a Perón. Días después, la Marina bombardeó objetivos estratégicos en la ciudad de Mar del Plata y amenazó con más bombardeos sobre Buenos Aires.

Luego del feroz ataque sobre la Plaza de Mayo, y con temor de nuevas masacres por parte de la Marina, Perón presentó su renuncia al general Lucero, aceptada por una Junta de generales. El secretario general de la CGT, Di Pietro, pidió cordura a sus bases y que los trabajadores permanecieran en sus casas, mientras que Perón decidió buscar refugio en la embajada de Paraguay y partió para ese país, donde comenzó un exilio que duraría 17 años.

Con el presidente legítimo fuera del poder, asumió de facto la titularidad del Poder Ejecutivo el general Eduardo Lonardi el 23 de septiembre y dio inicio a la autodenominada Revolución Libertadora. Lonardi declaró que no habría “ni vencedores ni vencidos”, y agregó una frase muy poco recordada, pero con la que calificó a millones de argentinos que militaban en este movimiento: “Con la caída del peronismo se termina con el mal gusto argentino”.

Pero sí hubo vencedores y vencidos.

Para la élite, beneficiaria de un país para pocos, la “negrada” y el “aluvión zoológico” se volvieron una imagen insoportable. Para los sectores de la alta sociedad argentina, la caída de Perón fue una fiesta. Con el General fuera del país y lejos del poder, los vencedores no tuvieron ninguna misericordia con los vencidos y se desató una ola de odio que golpeó a muchos sectores de la sociedad.

Además, mediante el decreto 479/55, se creó la Comisión Nacional de Investigaciones para explorar exhaustivamente las supuestas irregularidades producidas durante la gestión del régimen peronista.

En el plano empresarial, fue detenido Jorge Antonio, hombre de confianza de Perón, que representaba a la General Motors y a Mercedes-Benz en el país. Antes de partir al exilio, Perón lo invitó a irse con él. “Los militares lo ven a usted muy ligado a mí. No lo dejarán tranquilo. Venga conmigo”, le propuso el General. No se equivocó, ya que terminó preso, sus empresas fueron confiscadas y sufrió una campaña enorme de desprestigio.

A nivel mediático, fueron confiscados los diarios Democracia, La Época, Noticias Gráficas, El Mundo y El Líder. En cambio, otros medios que fueron aduladores del gobierno de Perón, cambiaron su postura y sometieron al escarnio público a los ex funcionarios peronistas, dirigentes sindicales y a personajes del mundo artístico que sufrieron imputaciones, difamaciones y escraches por las revistas Ahora y Esto es.

En medio de estas negociaciones, Lonardi se negó a intervenir la CGT y disolver el partido peronista como le solicitaba la Unión Cívica Radical. El presidente de facto consideraba, de manera acertada, que si tomaba esas medidas iba a exacerbar a los obreros y la militancia peronista llevándolos por el camino de la violencia. Por estas razones, Lonardi fue desplazado de la presidencia el 13 de noviembre de 1955 y, con la llegada de Aramburu, se intensificó la venganza de los vencedores.

La CGT fue intervenida y, días más tarde, Aramburu dispuso también la intervención de los sindicatos y a través del decreto 4161 prohibió “la utilización de imágenes, símbolos, signos y obras artísticas (...) representativas del peronismo”; el decreto incluía una lista de vocablos proscritos como “peronismo”, “peronista”, “justicialismo”, “justicialista”, “tercera posición” y los discursos de Perón y de Eva, entre otros. También disolvió el Partido Peronista. El cadáver de Eva Perón fue robado de la CGT, sometido a vejámenes y ocultado durante años.

El ambiente del espectáculo no quedó exento de las represalias del anti peronismo, y su compromiso con las reivindicaciones sociales del general Perón fue castigado. Se vetó a todos aquellos que expresaban públicamente su adhesión al peronismo, como Nelly Omar, Malisa Zini, Fanny Navarro y Luis Elias Sojit. Ni el deporte se salvó del revanchismo, ya que fueron prohibidos Eduardo Guerrero, ganador de la medalla de oro en remo en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952, y el boxeador José María Gatica, entre otros.

La campaña de desperonización de los vencedores no dio el resultado esperado y, por el contrario, se inició en el país la resistencia peronista, que duraría casi 18 años, hasta el 25 de mayo de 1973.

Fuente: telam

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