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15/09/2025

A 30 años de la Cuarta Conferencia Internacional sobre la Mujer, la cumbre que fundó las bases de las luchas actuales por la igualdad

Fuente: telam

Se realizó entre el 4 y el 15 de septiembre de 1995 en Beijing, China; asistieron 17.000 participantes, 30.000 activistas, y 189 países adoptaron, de forma unánime, la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing: un programa para el empoderamiento de las mujeres con objetivos estratégicos y normas que permitieran su progreso y la equidad de género. Qué ocurrió en ese encuentro, por qué marcó un punto de inflexión en la agenda internacional del movimiento de mujeres, y un homenaje a quienes estuvieron allí y siguen liderando la conquista de derechos

>“El compromiso de un organismo internacional como Naciones Unidas, en la década de los 90, fue muy grande y tuvo un impacto enorme sobre las mujeres. Empezando por 1993, en Viena, donde por primera vez se declaró que los derechos de las mujeres son derechos humanos y por primera vez se consideró que la violencia contra las mujeres es una violación a los derechos humanos”. “Todo fue a pulmón, pagamos durante dos años para poder viajar. Solamente encontramos un grupo que bregaba por las mismas cosas que bregábamos nosotras, las mujeres que trabajamos en nuestro propio hogar [y luchamos para] que ese trabajo pueda ser considerado como trabajo y que cada mujer tenga el derecho a tener la autonomía económica que le permita conversar de igual a igual”. “Creo que lo significativo fue la construcción y la articulación de redes. El conocernos, el construir confianza entre las feministas de América Latina y el Caribe”. “Ahí se reconoce al feminismo como un movimiento global y a América Latina como la región más potente”.

Allí, a través de un video producido por el organismo internacional, muchas viajaron en el tiempo y recordaron cómo había sido participar de un momento que iba a convertirse en un hito para el movimiento de mujeres a nivel mundial. Un encuentro que iba a sentar los cimientos de las luchas que vendrían. Y se quedarían.

Fue entre el 4 y el 15 de septiembre de 1995, en Beijing, China, y se consagró como la más importante entre sus predecesoras —Ciudad de México (1975), Copenhague (1980), Nairobi (1985)—. Allí, en Beijing, se tomaron los acuerdos políticos alcanzados en las tres conferencias anteriores y se apuntalaron décadas de avances jurídicos que buscaban garantizar la igualdad de género —aunque el concepto de género aún no se utilizaba.

La convocatoria fue abrumadora: 17.000 participantes y 30.000 activistas llegaron desde todo el globo a ese punto lejano —al menos para las latinoamericanas— para plantear debates y establecer acuerdos. Más de 6.000 delegados gubernamentales fueron parte de las negociaciones y más de 4.000 representantes de organizaciones no gubernamentales. “Todos los colores, todas las edades, una diversidad… una cosa maravillosa”, recordaba Pimpi Colombo. Todas las personas empujadas por un objetivo común: trazar un camino que condujera a la equidad y al empoderamiento de las mujeres.

El resultado fue un punto de inflexión y “una carta de navegación”, como lo llamaron las referentes argentinas que estuvieron ahí al recordarlo: la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, adoptada por 189 países, de forma unánime. Un programa que buscaba y aún busca el empoderamiento de las mujeres y estipula una lista de objetivos estratégicos y medidas que favorecen su progreso y el camino a la igualdad de género.

Esta agenda, la más nutrida, la que cuenta con mayor aval internacional y se convirtió en una hoja de ruta para transformar la vida de mujeres y niñas, se planteó en doce ejes que necesitaban —aún lo hacen— intervención inmediata: la mujer y la pobreza; educación y capacitación de la mujer; la mujer y la salud; la violencia contra la mujer; la mujer y los conflictos armados; la mujer y la economía; la mujer en el ejercicio del poder y la adopción de decisiones; mecanismos institucionales para el adelanto de la mujer; los derechos humanos de la mujer; la mujer y los medios de difusión; la mujer y el medio ambiente; la niña.

Las tres conferencias mundiales anteriores fueron el soporte sobre el que se paró y se consagró la cuarta, encuentros esenciales para empujar la causa al centro de la escena del mundo y culminar la última cumbre con un plan de acción concreto para el progreso de las mujeres.

“La transformación fundamental que se produjo en Beijing fue la adopción del enfoque de género, de modo que se reconoció que toda la estructura de la sociedad y todas las relaciones entre los hombres y las mujeres en el interior de esa estructura tenían que ser reevaluadas. Únicamente mediante esa reestructuración fundamental de la sociedad y sus instituciones sería posible potenciar plenamente el papel de las mujeres para que estas ocuparan el lugar que les correspondía como participantes en pie de igualdad con el hombre en todos los aspectos de la vida. Este cambio representó una reafirmación de que los derechos de las mujeres eran derechos humanos y de que la igualdad entre los géneros era una cuestión de interés universal y de beneficio para todos”, destaca la ONU en su sitio web.

“Los avances respecto de Beijing en la Argentina fueron muy significativos y esto se nota en la legislación que se ha aprobado desde hace treinta años, como por ejemplo el matrimonio igualitario”. “Las constituciones provinciales, por ejemplo, la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es hija de Beijing, porque se aprobó en el año 96, un año después, e incluye la perspectiva de género, incluye la educación sexual integral”. “[La Declaración de Beijing] permitió la sanción de las leyes, en un primer momento, de cuotas o cupo y después la sanción de la ley de paridad”. “A nivel barrial, a nivel comunitario, logramos armar redes. Entre las organizaciones sociales, entre los feminismos populares, y logramos poner en funcionamiento algunas acciones donde el Estado no llegaba o no estaba”.

Las conquistas en materia de derechos para mejorar la vida de las mujeres y las niñas a partir de la Cuarta Conferencia Internacional fueron contundentes: desde 1995 a esta parte se conquistaron espacios de participación política, se amplió su acceso a la educación, se visibilizaron y construyeron canales para combatir las diferentes violencias que habían estado silenciadas por años, latiendo en secreto, en la discreción de la privacidad hogareña.

La respuesta fue significativa: 159 países enviaron informes nacionales que daban cuenta de la tarea realizada respecto a aquellos 12 ejes acordados para el progreso y la mejora de las condiciones de vida de mujeres y niñas. Países que aún hoy continúan implementando aquel plan de acción a modo de hoja de ruta. Los resultados en números, desde la cumbre de Beijing a estos días, muestran la aprobación de 1531 leyes, en todo el mundo, “en pos del avance de los derechos de las mujeres”. Muestran que se duplicó la presencia de mujeres parlamentarias, que aumentó la tasa de mujeres que finalizan la educación secundaria y que disminuyó el matrimonio infantil de modo considerable.

Las conquistas fueron el resultado del activismo y el trabajo de organizaciones feministas y organizaciones de la sociedad civil; de políticas públicas aclamadas y peleadas tramo a tramo, voto a voto, con el fin de reconocer derechos. Pero falta.

“Sabemos que a medida que se avanza en los derechos, se intenta detener ese avance —continuó— . Sabemos que aún faltan muchas violencias, sin duda, pero hoy más que nunca hay conciencia en la sociedad”. La representante de la ONU culminó su presentación afirmando que “avanzar en los derechos de las mujeres no es solo una cuestión de justicia, es un imperativo para el desarrollo sostenible, para la democracia y para la paz”. Y para dar pie a un panel del que participaron mujeres que estuvieron en Beijing tomó una frase de la feminista dominicana Margarita Pineda: “‘Beijing fue la culminación de un proceso de fortalecimiento del movimiento de mujeres en América Latina y en el Caribe’. Beijing no fue un evento. Fue la celebración de una etapa de lucha que continuará por muchos años más”.

Para honrar a las argentinas que participaron de la conferencia del 95 y cimentaron y empujaron lo que se tradujo en un movimiento enorme y diverso, en el evento que conmemoró aquel otro evento fundacional se realizó un panel intergeneracional. Moderado por la periodista Graciela Petcoff, que cubrió la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer para la agencia Télam, estuvo integrado por dos activistas, referentes históricas, que viajaron a Beijing y repasaron lo que vivieron en esos días de septiembre que perdurarían, también hablaron de logros y desafíos pendientes: Ana Falú, directora ejecutiva de CISCSA Ciudades Feministas, y Nelly Borquez, directora de Violencias por razones de género de la Secretaría de Mujeres, Políticas de Género y Diversidades de La Matanza. También participó la politóloga, escritora y comunicadora María Florencia Freijo, como heredera de esas referentes que luchan desde aquella cumbre y antes por la conquista de derechos.

Entre las primeras, Ana Falú destacó la magnitud del proceso que se desarrolló a partir de la conferencia del 95, encarado y logrado “en clave de movimiento”. “En el que realmente construimos alianzas, construimos articulaciones, construimos argumentaciones, no sin tensiones”. “Fue una tarea de muchas personas. Tantas fueron las artífices: las que conformaron el grupo de Argentina, las que escribieron los documentos, las que pelearon cada párrafo y, como lo decía alguien en ese video que recoge algunas de las voces que participamos, en ese proceso nos precedieron conferencias como la de Viena, en donde por primera vez nos definieron como humanas”. “Cada una de ellas fue un espacio en el que las feministas del mundo articulamos para defender e instalar los temas de la agenda que fueron los 12 puntos de la Plataforma de Beijing”.

Con la mirada analítica de quien lee el pasado desde el presente y sus consecuencias, Freijo repasó el legado de la Plataforma de Acción de Beijing como fuente de inspiración para el movimiento feminista en la Argentina y los logros alcanzados desde entonces para el avance de los derechos de las mujeres. Y los sintetizó en la concreción de “tres grandes ejes”: la elaboración de indicadores, es decir, “establecer variables para evaluar el desarrollo”, lo que señala como imprescindible para “observar la problemática y a partir de ahí establecer políticas públicas”; la institucionalización, “exhortar a los países a que las instituciones eran necesarias para darle estructura a las políticas públicas”, entender que organismos dedicados a los derechos de las mujeres a nivel nacional y también provincial eran relevantes; y generar leyes: “Argentina tiene desde el 95 —antes también— una cantidad de leyes que hemos logrado, lo cual es muy bueno porque en materia de retrocesos o de olvidos, las leyes nos marcan un poco el camino y sobre todo marcan la necesaria participación legislativa”.

“El Ni Una Menos fue un gran hito porque planteó que más allá de lo legal y de lo institucional necesitamos la reforma cultural. Un cambio cultural que abarcara transversalmente a esas generaciones respecto a lo que veníamos diciendo, que era: ‘Miren, la violencia de género es un actor pero no son situaciones aisladas, hay que trabajar en el acceso a los derechos sexuales y reproductivos, hay que trabajar en el acceso a la educación, hay que trabajar en materia de representación legislativa’”. “Hay muchísima evidencia científica —porque de eso se trata, de trabajar sobre la base de datos— que muestra que más mujeres en participación política efectivamente generan un impacto correlativo al desarrollo humano, no solo de mujeres y niñas”.

Los movimientos feministas populares somos la resistencia. Somos raíz, somos rebeldía. Me preguntan: ¿para qué fuimos? Yo me preguntaba: “¿Qué estoy haciendo acá?”. No podía entender cuántas lenguas escuchaba, cuántas mujeres en las diversidades de todo el mundo. Yo digo: “Estoy acá”. Porque muchas veces muchas mujeres de los barrios no están en su lugar. Y ahí pude darme cuenta de que los feminismos populares tenemos lugar en la historia. Y teníamos un lugar en estas luchas”. “Seguimos teniendo situaciones de violencia. ¿Por qué nos atacan tanto a los feminismos? ¿Por qué nos atacaron el Ministerio de Mujeres? Y decimos: “¿Qué hicimos mal?”. No, chicas, no hicimos nada mal. Hicimos demasiadas cosas bien”.

“El tema del matrimonio, las uniones infantiles, es uno que nos queda pendiente”. “Hay que superar la brecha digital y la posibilidad de que las mujeres tengamos acceso a los nuevos trabajos”. “Los Estados han sido reticentes en dar cumplimiento a todas las recomendaciones de Beijing. Beijing establecía el compromiso de los Estados de implementar las políticas públicas respecto a los temas que ahí se estaban debatiendo”. “Tenemos la impresión y es verdad que nosotras hemos logrado muchísimos cambios.

Desde el video que recoge la voz de muchas de las mujeres homenajeadas, quienes participaron del proceso previo, de la Cuarta Conferencia y de la lucha por el cumplimiento de los compromisos allí asumidos, se destacan también los grandes temas pendientes, los que urge mirar, los peligros de los derechos conquistados.

Florencia Freijo marcó algunos puntos clave, como la falta de tiempo de las mujeres para dedicar a la participación política —“El tiempo es el gran factor que nutre al poder, que consiste en las relaciones sociales, las relaciones económicas. (...) Sabemos que las mujeres, sobre todo en América Latina, trabajamos aproximadamente el doble de tiempo que nuestros pares masculinos cuando estamos nivelados en la misma clasificación social económica”—; el castigo como modo de disciplinamiento —“Si yo veo que a mujeres las silencian al momento del ejercicio del poder, por supuesto que no me voy a animar a estar en ese lugar”—; y el acceso a la educación de las mujeres —“Vemos un salto cualitativo en la vida de las niñas y las mujeres cuando tienen mejores accesos a los niveles de educación”.

En el Salón Dorado de la Legislatura de Buenos Aires se expandió el eco de quienes llevan en la piel la marca de la lucha colectiva desde hace más de tres décadas. Como Alicia Tate, secretaria de Mujeres, Género y Diversidad del Gobierno de Santa Fe, o Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM): “Conmemorar la conferencia de Beijing a 30 años de su celebración significa ver la apertura de una puerta que marcó un camino que no tendrá final”. “Es recordar cómo pudimos lograr, en esa reunión, esa cantidad de derechos que se estaban garantizando”.

Fuente: telam

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