24/08/2025
Cafetines de Buenos Aires: empanadas de membrillo y batata, manzanas asadas y flanes en un café de barra de 1961 servido por su dueño

Fuente: telam
Ubicado en el barrio de San Nicolás, rodeado de sitios con referencias históricas, el lugar donde se levanta hace más de 60 años el Bar Guanabara, antes, había sido una peluquería. En sus comienzos, un mural con la imagen de la bahía de Guanabara cubría toda la pared del local, pero hacia 1979 cambió de manos y lo cubrieron. Lo compraron 15 nuevos socios entre los que se encontraba Hipólito Gasamanes, quien, con 92 años, sigue atendiendo esta joya oculta y casi extinta del centro de la ciudad
>En el centro porteño, a poco de hurgar en sus calles al contrastar con fotos viejas, se descubren mínimos rincones que sirven de guion museístico para contar la Historia Argentina. Por ejemplo, el solar que ocupa el Bar Guanabara, un café de barra ubicado en Sarmiento 1232.
La fotografía muestra una construcción de una planta, con aberturas y rejas coloniales, rematada con tejas españolas. Como precario cartel publicitario, su frente tiene pintada la leyenda “Tambo y café con leche”. El edificio lindero es el Prince George’s Hall, un palacete de tres plantas que la colectividad británica levantó para sus reuniones sociales. Por entonces, ese salón era considerado el más importante del país para la organización de eventos. En su interior se realizaron conciertos, obras de teatro, banquetes y combates de esgrima. Y en cada fin de año se desarrollaba la ceremonia de entrega de premios a los campeones de la Argentine Association Football League. La entidad precursora de la Asociación del Fútbol Argentino. Por ejemplo, en el sitio viejosestadios.blogspot hallé fotografías del año 1902, cuando se premió al ganador del torneo anual: el Alumni Football Club.
¿Qué tiene que ver todo esto con el Bar Guanabara? Pues que el Prince George’s Hall y este cafetín porteño comparten el mismo domicilio. Solo que el primero se anunciaba sobre la calle Cuyo, la denominación que precedió a la actual Sarmiento. Otro dato de valor histórico que sucede en la cuadra, a la altura del 1251, prácticamente enfrente, vivió Domingo Faustino Sarmiento entre 1875 y 1888. La vivienda fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1948 y hoy es la Casa de la Provincia de San Juan en Buenos Aires. Continúo con el relato. Hacia 1920 el Prince George’s entró en decadencia y pasó a remate en 1935. Tampoco son fortuitas las fechas. Pasada la crisis del ‘30, y próxima a cumplir sus primeros cuatro siglos de vida —de la Primera Fundación de Pedro de Mendoza—, Buenos Aires ingresó en otra importante fase de cambios. Los ejemplos más representativos fueron el ensanche de la calle Corrientes, la apertura de las diagonales Norte y Sur, la construcción del Obelisco y el comienzo de la Avenida 9 de Julio. Todos ocurridos en unos pocos años y en territorio nicoleño. Con estas obras se dejaban atrás las características típicas de la arquitectura de la belle époque y el academicismo francés para dar paso al modernismo y al art decó. Como, por ejemplo, el edificio donde funciona el Guanabara que reemplazó al palacio británico que recordaba al príncipe George por su visita a Buenos Aires en 1881, cuando se alojó en la casona Alsina de las barrancas de Belgrano.La narración histórica sigue. En 1952 llegó desde Raxoi —provincia de Pontevedra, Galicia—, con 18 años, Hipólito Gasamanes. El dato no es irrelevante. A las décadas del 40 y 50 del siglo XX las llamo “la segunda colonización española”. Durante ese período desembarcaron en el puerto de Buenos Aires miles de gallegos —también asturianos y otras regiones, pero lo generalizo con “gallegos”— que se sumaron al rubro gastronómico llamados por connacionales que, por entonces, dominaban la actividad. Hipólito se afincó en Parque Chacabuco, en la casa de su abuelo, un carrero del Abasto que repartía mercadería a restaurantes. Su primer trabajo fue de lavacopas en el coche comedor del Ferrocarril General Roca que cubría el trayecto Constitución-Bariloche. Luego pasó por el Bar 9 de Julio donde vivió una sabrosa anécdota que suma al presente devenir. Corría 1955 cuando el golpe de Estado llamado “Revolución Libertadora” puso fin al segundo gobierno democrático del presidente Juan Domingo Perón. Las acciones comenzaron con el bombardeo a Plaza de Mayo de aviones militares que sobrevolaban el Centro. Fue entonces que el patrón del Bar 9 de Julio llevó a todos los empleados a su casa para protegerlos. Entre éstos, Hipólito. El domicilio de ese buen hombre quedaba en Corrientes y San Martín, la esquina que un grupo de tanques del Ejército terminó derrumbando a cañonazos aludiendo a que en su interior se ocultaban funcionarios del Gobierno depuesto. Ese fue el bautismo de “preparen, apunten, fuego” de Hipólito Gasamanes en la Argentina. Luego tuvo otros. Los mismos que tuvimos todos. El Café Bar Guanabara abrió en 1961. Antes fue una peluquería. Un mural con la imagen de la bahía de Guanabara cubría toda la pared del local. Hacia 1979 el bar cambió de manos. Lo compraron 15 nuevos socios. Entre ellos, Gasamanes. Durante mi visita al Guanabara le pregunté a Hipólito por los demás accionistas. “Se fueron yendo, el único que sigue vivo soy yo” contesta.El reemplazo del café servido en barra en lugar de mesas fue el modo más rentable que encontraron para ordenar la populosa clientela que se agolpaba a diario dentro del Guanabara. Empleados de Renault, abogados, agentes de la AFIP, funcionarios de la Casa de San Juan, estaban entre sus parroquianos. También pasaron por el lugar reconocidos fiscales como Julio Strassera y Carlos Stornelli. Hoy la situación es bien distinta. Muchas empresas se mudaron al conurbano. Y la nueva modalidad de trabajo que ya no exige presencialidad, redujo el caudal de gente por la zona.
¿Y cómo se encuentra por estos días el cafetín? Hoy el Guanabara es una joya oculta y casi en extinción del centro de la ciudad. La doble puerta de entrada y las ventanas son las originales y hechas en madera. Las paredes están revestidas y terminan espejadas. Todo el recorrido de la barra está cubierto por sillas fijas y giratorias. Y donde faltan, pusieron banquetas. Hay percheros de pared que lloran la ausencia de sobretodos que ya nadie usa. Una máquina de café con el nombre del comercio grabado domina el ingreso al bar. El café lo sirven en vidrio. Al igual que el azúcar. El mayor tesoro, sin embargo, son las siete décadas de servicio que ofrece don Hipólito. Entrar a un café y ser atendido por su dueño de 92 años es recibir una clase de vida.En el Guanabara trabajan, además de Hipólito, Ramona, su mujer, y Marisela, hija de ambos. Al frente de la barra está Emanuel, yerno y marido de Marisela, que también es heredero de su propia historia gastronómica familiar. ¿Qué puede fallar en el Guanabara? Nada.
Retomo la idea inicial, aquello que sucede con los cafés y cómo contribuyen a narrar la Historia. En el presente relato, para contar el Guanabara, sobrevolé por la planificación urbanística que transformó a Buenos Aires hacia fines del siglo XIX; la sede de lo que fuera la prehistoria de la AFA; los cambios producidos a partir del modernismo; la última oleada de inmigración española que arribó para cumplir con el progreso soñado; los golpes de Estado; el servicio de pasajeros de larga distancia de los Ferrocarriles Argentinos que supimos conseguir; y, por último, los movimientos empresariales y cambios culturales que vaciaron el centro porteño de trabajadores formales. Nombré también a presidentes, escritores y al fiscal del Juicio a las Juntas Militares.
Para terminar vuelvo a Jorge Luis Borges. Porque su genialidad nos atraviesa a cada paso. Borges ubicó al Aleph en una casona de la calle Garay en Constitución. Repito, hurgando un poco, a mí me pasa que la esfera que permite verlo todo la encuentro en los cafés de Buenos Aires.
Fuente: telam
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