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23/08/2025

Leticia Obeid: “El arte está produciendo objetos de lujo realmente ridículos”

Fuente: telam

La artista y escritora cordobesa dialoga con Infobae Cultura sobre su muestra “Primera edad” en la galería Hache, en donde revive sus años formativos y otros temas

>En el cine, el coming-of-age refiere al paso de un personaje juvenil a la adultez. A partir de una o varias situaciones que producen una marca que determina esa transición inevitable, una fuerza que la empuja más allá de sus deseos.

Hay, en ese sentido, una serie de fotografías análogicas colocadas, casi al nivel del suelo, que forman una especie de fotograma fílmico; imágenes que Obeid sacaba cuando regresaba de estudiar desde la capital de la provincia serrana a su pueblo, Noetinger, que marcan de manera poética esa transformación y, a la vez, revelan cómo la cuestión de la captura de momentos marcaría su producción posterior, a partir del uso del video.

Hay en ese gesto, casi compulsivo, una pulsión por documentar lo efímero, por capturar instantes que para otros serían una rutina o un viaje irrelevante, pero que revelan una construcción sobre su propio recorrido, su manera de relacionarse con un mundo que por más que fuera de repetición no dejaba de ser extraordinario y necesitaba ser eternizado.

La puesta en el espacio del barrio Villa Crespo recorre lo archivístico, sí, y plantea al mismo tiempo un juego sobre cómo se construye la propia memoria y, al mostrarlas, cómo se condiciona la visión del otro, qué es aquello que elegimos mostrar, un comportamiento que se extiende más allá de lo artístico ya que, en estos tiempos de cámaras en todos lados, se convirtió en una operación cotidiana a través de las redes sociales.

“Empecé a armar mi archivo el año pasado y las chicas de la galería, que están trabajando con la idea del archivo, me propusieron hacer una muestra de mi obra de la época que quisiera. Y yo elegí la más vieja”, comenta Obeid sobre el origen de la idea, en un recorrido con Infobae Cultura.

En el conjunto de piezas surgen, constantemente, la experimentación y el cruce de lenguajes: dibujos, fotografías, videos, textos, objetos y registros de acciones tempranas. En ese ir y venir aparece la escritura, como gesto plástico y conceptual, que sería otro de los elementos centrales de su producción.

Esta perspectiva se refuerza con la inclusión de un precioso cuadernillo en formato de fanzine, co-producido junto a Ripio editora, que acompaña la exposición, en la que se reúnen recuerdos, hipótesis e impresiones sobre aquellos años, en el que el pensamiento de la artista se expresa en todo su potencial y al que se recomienda leer en voz alta.

En la sala contigua a la muestra, en una computadora, se puede acceder al archivo en video de Obeid, con obras como Auriculares, realizado en una residencia en el Atlantic Center for the Arts, donde diferentes personas cantan su canción favorita sin escucharse a si mismas, o Maqueta, en la canta una canción de los Beatles o 23 cuadras, en la que une la mítica Casa 13 con la céntrica Galería Cinerama, donde realiza una instalación con los restos de tela desechados por un taller de costura junto a Laura del Barco, todas de 2001.

¿Cuándo y cómo comenzaste con el video?

— Empecé a hacer video en 2001, puntualmente. Después, en el 2004, cuando me vine para Buenos Aires, no tenía taller y casi lo único que hice por mucho tiempo fue video, porque era como lo más portátil que tenía para hacer y porque me interesaba no producir más objetos. Estaba en un conflicto que no se me fue.

— Porque me parece algo bastante absurdo del arte que se sigan produciendo objetos. Se me hace muy raro eso. Y es una práctica que está muy arraigada. En contraposición con la escritura, que sí produce objetos, pero que pueden ser objetos digitales o industriales. Pero el arte está produciendo objetos de lujo realmente ridículos, mientras los seres humanos se están cayéndose a pedazos. Es más difícil de justificar lo del arte. Hay un moralismo que a mí no se me va o no se despega de mi propia producción. ¿Vos sabés por qué estás haciendo esto? Qué sé yo, no sé. Entonces, en esta muestra, veo que ya me estaba pasando desde ese momento.

¿Pero vos sentís que eso, el conflicto con el objeto, fue importante o una condición para que pasaras a la escritura que, más allá de libro, posibilita generar otros discursos?

Claro, ¿y dónde creés que tiene origen ese acercamiento? Porque, pienso, quizás tenga que ver también con la propia proyección que tenías sobre vos en ese momento, con lo que querías hacer en el futuro y claramente lo mantuviste.

— Sí. Y también con esa ruptura entre la escena cordobesa y la porteña, que cuando yo llegué también me chocó lo objetual de la producción de acá. En ese momento, 2004, 2005, ya había un mercado de arte. Me llamaba la atención que todo el mundo estuviera pintando todavía, cuando en Córdoba la pintura era lo que no queríamos hacer, porque esa era la institución con la que nos habíamos peleado. No queríamos pintar. Teníamos pintura de paisaje y el burrito, qué sé yo. No queríamos ser como esos carcamanes que pintaban y encima en un mundo patriarcal.

Claro, en Buenos Aires los ‘90 se asocia generalmente a todo lo que es el “mundo C.C. Rojas”, etcétera, que era objetual, en general. Es como si no hubiera pasado otra cosa.

¿Y por dónde ingresa la escritura?

¿Te consideras más artista plástica o escritora?

Es como que, por definición propia, si tuvieras que identificarte, preferirías hacerlo a partir de la escritura, pero elegís hacerlo a partir de una historia plástica recorrida, pero tu deseo se asienta en la escritura. Hay un conflicto ahí.

Te miran por primera vez de otra manera, con respeto.

Sí, y también hay una mirada en donde el arte se ha colocado justamente, por todas estas circunstancias, en un lugar un poco inaccesible, cuando al mismo tiempo es una expresión personal muy accesible.

Un DIY barato.

O sea, al fin de cuentas la materialidad es importante. Pensaba que esta veta de unir artes plásticas con creación literaria era más común en los carcamanes: artistas que pensaba su obra o el mundo a partir de su obra y teorizaba a través de textos. Es algo que viene de la época de las vanguardias y que tuvo cierta continuidad en el tiempo, pero que se fue perdiendo.

Hoy están bastante desconectados esos mundos.

Pero son justamente los que hicieron ese camino desde las artes plásticas a las letras. No sucede al revés.

Pero bueno, ya no me peleo más con eso porque es parte de mi manera de hacer. ¿Es como el camino. Cuando escribo, dejo de hacer imágenes. Cuando estoy haciendo imágenes, dejo de escribir. Mi último libro (Galería de copias, Ripio), que fue en 2023, me hizo como un corte de lo visual de dos años. Recién ahora estoy con ganas de volver a pensar un video, volver a fabricar un objeto visual y sonoro. Me gusta pensar que uno puede ir como saltando, pero es complicado, muy complicado.

Lo de Aída fue porque me hicieron esa propuesta de trabajar con los archivos y la agarré. Fue un trabajo sobre los documentos personales de ella, no tanto sobre su obra visual, pero sí el hecho de que ella era dibujante me parece de lo más fascinante. Pero también el dibujo es un lugar indefinido, ¿no? O sea, cuando empecé a archivar mis cosas, empecé a encontrarme con que no sabía si catalogarlas como pintura, como dibujo. Y yo preferiría que pensemos todo como dibujo. Pero bueno, es medio arbitrario. Y Aída era una dibujante, también escultora, ceramista, pero sobre todo era una gran dibujante. Y una mujer de la que se dijo que estaba loca. Mucho tiempo se leyó su obra a través de eso, que fue un capítulo de su vida. Sus problemas psiquiátricos no eran algo constante.

Yo veo tus dibujos y veo conexiones con los de Aída. Hay algo de lo mínimo en el trazo que aparecen en tu obra y en la de ella. Pensé que quizás la conexión venía de ahí, pero fue otro el camino.

Como si la mayor libertad en un punto esté ligada a tus épocas de estudiante, donde no tenías como la mirada del otro todavía puesta sobre lo que producías.

Ahora rescaté unos videos que filmé con Laura del Barco, que era mi compañera de tesis, que hicimos como un recorrido llevando un hilo por la ciudad y lo filmamos. Empecé a encontrar videos en los que hacíamos parodias de reality shows de música también.

— Me encanta. O sea, como que veo esto y digo ¡Guau! Yo quiero volver a hacer esto. Quiero volver a esa forma de trabajar. Creo que esto es algo que se vuelve a abrir. Que sea realmente mucho más caprichoso. Esa bronca también, que la tengo todavía, la furia.

— De otra manera, en la escritura, hay bastante. Pero también yo a la escritura la hago como autodidacta. Entonces nunca sé bien qué estoy haciendo, bastante a ciegas. Pasan los años y sigo haciéndolo a ciegas. No entiendo bien lo que estoy haciendo ahí, pero no me parece que haya que entender lo que uno hace tampoco.

Fotos: Gentileza Galería Hache / Lucía Bonells

Fuente: telam

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