20/08/2025
Milicias y redes tribales luchan por mantener vivo el narcoestado de Al Assad en Siria

Fuente: telam
A pesar de la ofensiva oficial, laboratorios se trasladan a zonas fuera del control estatal, donde milicias iraquíes y grupos tribales continúan gestionando rutas de exportación hacia países vecinos
>“Después de todo lo que hemos pasado, eso no basta para detenernos.” La frase de Ahmed, un consumidor habitual de captagon en Damasco, resume la paradoja que atraviesa la nueva Siria: mientras el gobierno surgido tras la caída de Bashar al-Assad proclama una guerra sin cuartel contra el narcotráfico, la realidad en las calles y fronteras del país revela que el combate dista mucho de estar ganado.
El ascenso de Siria como epicentro mundial del captagon, una anfetamina sintética de alto poder adictivo, se gestó durante los catorce años de guerra civil bajo el régimen de Assad. Sancionado y aislado internacionalmente, el gobierno anterior convirtió la producción y exportación de esta droga en un negocio de 5.000 millones de dólares anuales, según estimaciones citadas por Financial Times.
La penetración del captagon en la vida militar y social siria alcanzó niveles insospechados. Ahmed, exsoldado, relató que los oficiales no solo vendían pastillas a los reclutas, sino que en ocasiones las distribuían gratuitamente o las mezclaban en el té y la comida antes de las operaciones, para mantener despiertos y activos a los combatientes sometidos a raciones mínimas. El flujo constante de droga hacia el exterior desató la alarma en los países vecinos, especialmente en los Estados del Golfo, donde el consumo se disparó y las autoridades detectaron cargamentos sirios en lugares tan distantes como Hong Kong y Venezuela.
Los resultados iniciales han sido notables. De acuerdo con el Captagon Trade Project del New Lines Institute, las autoridades han decomisado más de 200 millones de pastillas entre enero y agosto de 2025, una cifra veinte veces superior a la registrada durante todo 2024 bajo el régimen anterior. La producción y el tráfico habrían caído hasta un 80%, según fuentes policiales, funcionarios regionales y traficantes consultados por Financial Times. Los operativos han desmantelado laboratorios vinculados a la familia Assad, como los ubicados en el aeropuerto militar de Mezzeh y en propiedades de Maher al-Assad.
No obstante, la ofensiva enfrenta obstáculos estructurales. El desmantelamiento de la producción a gran escala ha empujado a los traficantes a adaptarse, trasladando laboratorios a zonas fuera del control gubernamental, como el noreste kurdo o regiones fronterizas con Líbano, Jordania e Irak. En estas áreas, la presencia de milicias leales al antiguo régimen, grupos chiíes iraquíes y redes tribales beduinas mantiene vivo el negocio.La corrupción y la falta de recursos agravan el problema. Muchos guardias fronterizos, identificados por los propios contrabandistas como colaboradores, permanecen en sus puestos debido a la escasez de personal. Un extraficante explicó: “Sabíamos qué guardias estaban involucrados y solo tratábamos con ellos. Esos mismos siguen haciendo la vista gorda”. Incluso dentro de las nuevas unidades antidrogas, la infiltración es un riesgo constante. Un agente encubierto en Qalamoun, cerca de la frontera libanesa, sospechó que colegas suyos alertaban a los grandes capos sobre los operativos: “No podemos acercarnos. Sabe cuándo van a ser las redadas... Alguien de nuestro equipo debe estar avisándole”.
La represión se ha endurecido en las zonas limítrofes. Un excontrabandista relató que los guardias jordanos, antes reacios a usar la fuerza letal, ahora disparan contra cualquiera que se acerque a la frontera de noche. Un funcionario jordano citado por Financial Times advirtió que el país empleará “fuerza proporcionada y desproporcionada” para frenar el tráfico. A pesar de la disminución de los intentos de cruce —un habitante de una aldea fronteriza aseguró que ahora pueden pasar dos o tres días sin ver un solo intento, cuando antes eran hasta diez diarios—, la pobreza y la falta de oportunidades en regiones como Sweida siguen alimentando el reclutamiento de jóvenes dispuestos a arriesgarse por sumas que pueden alcanzar 25.000 dólares por transportar un cargamento de 25 a 30 kilogramos de captagon.La escasez ha empujado a muchos consumidores a buscar alternativas más peligrosas, como la metanfetamina cristalina. El doctor Ghamdi Faral, director del hospital Ibn Rushd en Damasco, advirtió que el sistema sanitario apenas dispone de cuatro centros de tratamiento de adicciones en todo el país, y que los hospitales solo pueden ofrecer un proceso básico de desintoxicación de dos semanas, sin programas de rehabilitación. “No es ni remotamente suficiente para atender la magnitud del problema en Siria”, lamentó.
A pesar de estos éxitos, la experiencia de Ahmed y de miles de sirios revela la persistencia de la cultura del consumo y la dificultad de erradicar un fenómeno que se arraigó durante años de guerra y penuria. La promesa oficial de “tolerancia cero” convive con la realidad de un país fragmentado, donde la tentación del dinero fácil y la falta de alternativas siguen alimentando el ciclo del narcotráfico.
Fuente: telam
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