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17/08/2025

El adultocentrismo bajo la lupa: ¿qué piensan los más chicos sobre cómo son tratados por los adultos?

Fuente: telam

Santiago Morales y Marta Martínez Muñoz se hundieron en una investigación tras el objetivo de acercar a todas aquellas personas que acompañan la crianza y el cuidado de los más pequeños y jóvenes de la sociedad —y a la sociedad toda— un texto que busca desentrañar este concepto que resuena en distintos ámbitos pero se utiliza “de manera intuitiva”. En el Día de la Niñez, Santiago Morales habla sobre este libro que invita a adultos y adultas a reflexionar sobre el modo de vincularnos con los más pequeños

>Hace unos años, una periodista estadounidense contaba en una nota del New York Times, escrita en primera persona, que había dejado que sus hijos de unos 8 y 10 años planificaran las vacaciones familiares en Buenos Aires. La autora decía que a ella y a su marido se les había ocurrido viajar a la Argentina para que sus niños practicaran español, idioma que los chicos estudiaban y los adultos —los padres— no sabían hablar, y que los habían alentado a que ellos mismos armaran el itinerario y escogieran los paseos que harían en la ciudad.

Eso, exactamente, es el adultocentrismo.

“El adultocentrismo es algo que se ve al revés de como lo ve un/a niño/a” (chica, 9 años, España). “Para mí el adultocentrismo es que lxs adultxs crean que son superiores o que tienen la razón en todo solo por ser mayores” (chica, 13 años, Argentina). “Creen que lo que digo no es en serio”, (chica, 8 años, México). “No por el simple hecho de ser mayores significa que sean sabios o algo por el estilo, hay veces en las que los niños sí tienen la razón y ellos tienen que aprender a reconocerlo” (chico, 13 años, Chile). “[Creen] que tienen la razón en todo” (chico, 18 años, España). “Restan importancia a nuestros sentimientos” (chica, 17 años, Argentina). “Que los adultos y adultas no respeten a los niños y las niñas ni nos escuchen” (chica, 7 años, Argentina).

Estas son solo algunas de las respuestas entre los casi 200 testimonios que recoge el libro Adultocentrismo. ¿Qué piensan chicas y chicos?, ideado por los sociólogos Santiago Morales —argentino, investigador de CONICET, divulgador, padre y activista con años de trabajo dedicado a repensar las infancias— y Marta Martínez Muñoz —española, investigadora y evaluadora de políticas de infancia y diseñadora de metodologías que promuevan la participación protagónica de niños y adolescentes en España, Europa y América Latina—, y editado por Chirimbote.

El resultado es un libro que desgrana el concepto de adultocentrismo e intenta suplir su ausencia en sitios autorizados como el Diccionario de la Real Academia Española, por ejemplo. Pero no solo como una mera cuestión etimológica, sino rodeando y abriéndolo para acercar a todas las personas su real significado en la vida cotidiana: es decir, pone en evidencia las prácticas que lo llenan de sentido y hacen que este término se convierta más bien en un conjunto de acciones —pequeñas y enormes— que impactan directamente en la vida de las niñas, los niños y adolescentes y en su vínculo con los adultos que los rodean.

El resultado, también, es un texto que sacude e invita a reflexionar a todos aquellos que tenemos niños y niñas a nuestro cuidado, a revisar nuestras formas de criar y acompañarlos a descubrir el mundo.

Con esta frase contundente del pensador George Steiner abre el texto que se apura en explicar la ausencia del término “adultocentrismo” en la máxima referencia del español ilustrado, como es el Diccionario de la RAE y, en cambio, su omnipresencia en la vida diaria: “Hay adultocentrismo en las aulas escolares, en la crianza familiar, en el diseño e implementación de políticas públicas (o en la ausencia de estas), incluso en las zonas de juego de los parques infantiles en cualquier ciudad del mundo”, se lee en las primeras líneas de esta investigación que brotó como idea en 2021.

Marta, a quien conoce hace una década por el Movimiento Latinoamericano y del Caribe de Niñas, Niños y Adolescentes Trabajadores (MOLACNNATS) —un organismo que exige a la sociedad y a los Estados el acceso y reconocimiento de los derechos de los niños, niñas y adolescentes— le retrucó que si se trataba de reflexionar sobre adultocentrismo, la voz debía ser entonces la de quienes se ven impactados por él: “Me parece estupenda la idea, pero no tenemos que hacer algo escrito simplemente por vos y por mí, sino que tenemos que buscar la manera de incorporar, hacer cuerpo, las voces de las nuevas generaciones porque tenemos que escribir un libro sobre el adultocentrismo que no replique una práctica adultista muy recurrente que tiene que ver con considerar que nadie mejor que las personas adultas para pensar el mundo, incluso aquello que afecta a las niñeces”.

Otra de las motivaciones de los coautores y promotores del texto fue el hecho de observar “la necesidad, el deseo, la búsqueda o inquietud de muchas educadoras, educadores, profesionales del campo de la infancia, de la juventud, incluso de madres y padres que querían saber un poco más de qué estamos hablando cuando hablamos de adultocentrismo —señala Santiago—. Es decir, lo pensaron también para acercar herramientas comprensibles a todas aquellas personas cercanas a los niños, niñas y adolescentes que reflexionan y se replantean sus vínculos y la manera de interactuar con ellos. La meta, entonces, era ofrecer “un trabajo sólido, en términos científicos, en un lenguaje para todo público, que permitiera una aproximación que haga pensar”.

Y arrojar luz en las acciones o los modos de vincularse que encierra el concepto, para desmadejar el ovillo que a veces se hace sobre sí mismo.

—“Me retás porque le grité a mi hermano y lo hacés gritando. Me decís que no mire el celular y te la pasás mirando el celular. Me decís que colabore con las cosas de la casa y estás echado en el sillón. Me pedís que me lave las manos cuando entramos a casa y vos no lo hacés”. Esa sensibilidad muy a flor de piel que tienen las niñeces de 6, 7, de 10, de 14, o 17 años, expresa algo que para el orden establecido es peligroso: la búsqueda de coherencia.

Santiago explica de forma simple el reclamo —quizás el principal— de los niños y adolescentes y deja en evidencia el sinsentido que atraviesa al mundo adulto con sus pretensiones de que los pequeños y jóvenes respondan y actúen de una manera que muy a menudo es exactamente la contraria a la que ven de sus mayores.

Así oído —o leído— resulta evidente la demanda de los niños y adolescentes de que el mundo “hecho por personas adultas para las personas adultas” comience a tener un poco más de coherencia, que sus figuras de referencia, mínimamente, hagan lo mismo que les piden o exigen a ellos y no diametralmente lo opuesto. Y que estén dispuestos a escuchar y considerar lo que tienen para decir.

—Realmente el libro busca ser un punto de partida para reinventar el mundo en un sentido que sea más justo con las niñeces, no para las niñeces. Esa es su apuesta radical. Partiendo de un dato observable e indiscutible que es que cada vez vivimos peor y que el mundo debe ser reinventado, debe ser transformado.

Un punto en el que el sociólogo coautor del libro hace mucho hincapié, es en el objetivo de desenmarañar al adultocentrismo en cuanto a lo que este concepto no implica: no implica dejar de cuidar ni de poner límites respetuosos y necesarios a los niños, niñas y adolescentes, ya que los necesitan para su desarrollo pleno y para aprender las normas de la vida en sociedad. No implica hacer todo lo que los niños deseen, a ciegas. Tampoco que ellos hagan lo que los adultos deseamos, a ciegas, a fuerza de coerción, amenazas o castigos que solo siembran miedo y distancia en los vínculos. Tampoco implica —o no debería implicar— abrir otra valija llena de nuevos mandatos —y de nuevas culpas— para madres y padres que quieren criar de un modo diferente.

Tampoco se trata de vivir en “una niñocracia” y, en pos de no replicar conductas adultocéntricas, ceder a todos los deseos de los chicos y las chicas. De ese modo también se reproduce, dice el sociólogo, una práctica poco prodigiosa al no hacernos cargo de la responsabilidad de acompañar y guiar que nos toca a los mayores en la crianza o en las aulas o en los ámbitos en los que escoltamos a los más pequeños.

Santiago hace zoom en esto y subraya, para que no queden dudas, que criticar o desandar el adultocentrismo no tiene que ver con corrernos del lugar de autoridad que toca ejercer con niños y niñas, “lo que nos demandan es que no seamos déspotas. Y al mismo tiempo que no seamos permisivos. La autoridad es el resultado de un vínculo, es una posibilidad. Las personas adultas, docentes, profesionales de la salud, madres, padres, educadores, podemos volvernos autoridad de las niñeces que nos rodean o no”.

Todo es bastante más simple.

—¿Cómo se hace para criar o acompañar de otro modo, con disponibilidad, con presencia, en un mundo que no da respiro?

Todo parece tratarse de eso: escuchar a las niñas, niños y adolescentes, conversar con ellos acerca de lo que piensan sobre las diferentes situaciones que nos atraviesan, tener en cuenta sus deseos y opiniones.

Santiago pone el foco, los niños y niñas, más bien, ponen el foco, piden a gritos, la escucha, pero una escucha real, honesta. La que causa algo en el otro.

El libro Adultocentrismo. ¿Qué piensan chicas y chicos? —que está a la venta a través de la tienda de Chirimbote, en librerías afines y en formato ebook en la página de Octaedro (www.octaedro.com), la editorial que publicó originalmente el libro en Barcelona el año pasado— irrumpe en el mes de las infancias como un aporte que busca iluminar un fragmento del turbulento universo de las ideas que habitamos, específicamente el que concierne a los derechos de niñas, niños y adolescentes. Un aporte vinculado “con el reconocimiento de su dignidad, con la necesaria valentía del mundo adulto para ponerse a la altura de la demanda casi revolucionaria de toda niña y niño que nace, que mira a los ojos con un pedido: divirtámonos. Disfrutemos de encontrarnos. Eso es lo que toda niña, niño o niñe espera y demanda explícita o implícitamente al mundo adulto que lo recibe en este caos”.

Fuente: telam

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