14/08/2025
Ludopatía y psicoanálisis: la “adicción silenciosa” y una nueva generación vulnerable

Fuente: telam
Un recorrido desde la infancia hasta la compulsión adulta, a partir de la singular mirada del psicólogo Agustín Dellepiane. ¿La virtualidad y las apuestas online desafían la salud mental colectiva?
>Nadie sabe qué es un juego; no sabemos cómo definirlo, aunque sepamos jugar. Esto es lo que dijo una vez el filósofo Ludwig Wittgenstein, al destacar que el significado de una palabra se corresponde con el uso.
Usamos los juegos. Y también abusamos de ellos. Esto es lo que ocurre cuando el juego se vuelve una patología. Aunque, por cierto, hay una diferencia ostensible entre ser adicto a las máquinas tragamonedas (asociadas a una gratificación mecánica) y ser un jugador que se nutre de un saber especializado, como sucede con el Blackjack o el Turf.
Agustín Dellepiane es psicoanalista y se desempeña profesionalmente en un programa de prevención y asistencia a jugadores compulsivos. Asimismo, se dedica a la divulgación de su conocimiento, en ámbitos educativos, en charlas para padres y para el público en general, para transmitir herramientas y estrategias colectivas de intervención.
El ser humano es un homo ludens. El juego se encuentra en el inicio de su vida y es un gran estímulo para su crecimiento. ¿Cuándo se puede volver una enfermedad? Sabemos que el niño juega con la ficción, pero otra cosa es lo que ocurre en la medida en que comienza a apostar. En este punto, el juego puede dejar de estar al servicio de la pulsión de vida y ceder lugar a la pulsión de muerte.Apostar es una tentación. Es la promesa de un efecto. Lo hacemos con más o menos regularidad. Alguien mira por la ventana y apuesta a que el próximo auto que pase será de un color u otro. Desde niños también somos apostadores –quizá el de dominar el azar sea otro de los sueños que se consolidan en la infancia–, pero otra es la situación cuando apostamos en un juego por dinero. En la novela Fuera de juego, Emmanuel Carrère narra el derrotero por el que una mujer se convierte en ludópata. En una escena patética, ella sale del casino y camina por una calle embarrada en busca de un cajero automático para retirar más dinero. En última instancia, el ludópata no domina el azar, pero sí logra hacer que ese objeto privilegiado en el mundo capitalista –el dinero– demuestre su esencia, que no vale nada y se lo puede perder irremediablemente. El ludópata es la antítesis del avaro.Es interesante que Carrère proponga a una mujer como protagonista de su novela, sobre todo cuando la literatura nos tiene acostumbrados a varones jugadores (desde Dostoievski a Saer) en un mundo en el que crecen las consultas de apostadoras, cada vez más sofisticadas y en contraposición al estereotipo del ama de casa que pasa la tarde en el Bingo. Tal vez esta sea una paradoja; al final, el consumo lastima por igual a varones y mujeres. Y si tiene mayor sentido escribir estas líneas es porque hay una nueva población vulnerable, la de adolescentes y adultos jóvenes.Sin embargo, esto pasó hace mucho. En un mundo previo a tres hitos que Dellepiane considera fundamentales para la promoción social del juego, en contra de su reconocimiento como una adicción potencial:
- Voy a comentar dos libros, pero desde ya que estamos ante un tema difícil y complejo, que no puede mirarse sin la perspectiva de lo que se viene. Ya no alcanza con pensar el uso de la Quiniela barrial o la excursión a una sala de juegos. Hoy la capacidad para apostar está al alcance de la mano (apenas hace falta un click) con formas instantáneas de endeudamiento que antes no existían. El potencial adictivo del juego se multiplicó, por eso este tema requiere una atención especial.
En un capítulo específico, el ensayo distingue entre las figuras del jugador social y el jugador que ya tiene un vínculo con el juego, así como entre aquel que adquirió el estatuto de jugador patológico y el que tiene la pretensión de ser un profesional. La cuestión central está en delimitar el momento en que el juego se vuelve compulsivo.
¿Qué es una compulsión? Es una conducta que se impone a quien la ejerce, más allá de su voluntad, con un patrón repetitivo y a pesar de que el sujeto sepa que lo daña. No alcanza con saber que algo hace mal para dejar de hacerlo. Aquí estamos ante la dimensión de lo que el psicoanálisis llama “goce”.Dicho de otra manera, la pérdida es la causa del deseo. Ahora bien, ¿qué ocurre en la compulsión? La pérdida de excitación es total y, ante el vacío excitatorio, es preciso generar nuevas excitaciones para reeditar la descarga. La compulsión es un trastorno en el circuito del deseo, dado que la pérdida no funciona como tal y deja un vacío intolerable que debe ser llenado para ser nuevamente descargado.
En este punto, Dellepiane recuerda un pasaje de la novela Hasta que puedas quererte solo, de Pablo Ramos, en la que se dice: “Porque la sustancia de nuestra predilección tiene la capacidad de fingir que llena, que completa o cierra ese agujero descomunal que sentimos en el alma. Solo da la sensación, porque lo que hace en realidad es agrandarlo…”.En particular esto último es importante porque, al no estar comandada por la pérdida (de goce), la compulsión acecha siempre. Esto es algo que los adictos dicen claramente cada vez que subrayan que lo serán para toda la vida, porque en la medida en que retoman ese tipo de satisfacción, lo hacen como si nunca la hubieran dejado.
Sin embargo, no es mi interés detenerme en las relaciones que puede haber entre la ludopatía y otras adicciones, aquellas que estaban desde antes; sino ir hacia el escenario en que el juego puede convertirse en el nuevo modelo para pensar el consumo compulsivo. Para esto pasaremos al segundo libro.Con una estructura narrativa que recuerda cómo la adolescencia puede ser concebida como un viaje (hacia la adultez), este libro nos presenta el riesgo que imponen las sirenas –parafraseando el rodeo de Ulises en La odisea– que, hoy más que cantar, nos miran fijamente desde las pantallas.
Un capítulo muy interesante en este nuevo libro es aquel que plantea la pregunta de si los videojuegos llevan necesariamente a las apuestas. “Por ejemplo: el FIFA, un famoso juego de fútbol que en algún momento comenzó a dar sobres por dinero para obtener y sacar ventaja, convirtiéndose en una experiencia similar a las apuestas, aportando riesgo y azar. En el Fortnite, conocido videojuego shooter, se pueden comprar armas, skins y otros accesorios para optimizar el avatar y mejorar la jugabilidad […]. Aprenden a usar la tarjeta de crédito o hacer transferencias para acceder. Habilidades que podrán ser utilizadas en el mundo de los juegos de azar”, dice Dellepiane.A su vez, estas fases se combinan con ciertas actitudes y rasgos de pensamiento:
- En este punto, podríamos preguntarnos ¿por qué los adolescentes y adultos jóvenes son un blanco para las apuestas? Esta cuestión no puede pensarse por fuera de la transmutación de las vivencias afectivas en esa etapa de la vida. En otro tiempo de nuestra sociedad, había una experiencia para jugársela: el amor.
Los problemas comienzan cuando el miedo a perder lleva a perderse. En el consumo, el consumidor siempre termina consumido. Y es lo que vemos en esta época de influencers que viven del canje en lugar de trabajar para producir algo; que prioriza el resultado directo y no confía en los tiempos de espera, a los que llama “perdidos”. ¿Somos conscientes de lo que se pierde cuando no se quiere perder tiempo?
Esto no quiere decir que los jóvenes no tengan vida sexual. En efecto, muchos la tienen y más que en otras épocas, pero es al margen de las estructuras afectivas que modificaban la relación de cada quien consigo mismo. En el amor adolescente, se producía el desasimiento de la figura de los padres –a través de la recreación de una situación de dependencia– y se conseguía un vínculo exogámico orientado hacia la consolidación de una pareja.Presentado con una casuística lúcida y una mirada sensible, este libro –al igual que el anterior– abunda en referencias clínicas (breves historiales de tratamientos, ejemplos de las intervenciones llevadas adelante, etc.) y buenos consejos para trabajar en comunidad en función de que pensar restricciones en el acceso a este goce potencialmente mortífero no se interprete como una prohibición.
Agustín Dellepiane escribió dos libros que contribuyen con solvencia a la salud mental de una sociedad vulnerable y en transición.
Fuente: telam
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