11/08/2025
Los Da Vinci y Rafael de la antigüedad que existieron antes que cualquier sistema financiero

Fuente: telam
Muchos siglos antes de la existencia de mercaderes y banqueros, desde las cavernas y hasta la actualidad, la expresión artística constituye la experiencia humana más trascendental
>Una serie de manos, una cazadores de cerdos en una cueva, la estatuilla de una mujer, los rostros que esperan la muerte. El arte impregna toda la historia humana y su expresiones aparecieron antes que los mismos sistema de producción e intercambio material y comercial.
No todo comenzó con el Renacimiento, ni con Rafael, Da Vinci o Miguel Angel. No siempre se creó para vender, para mantener un sistema de relaciones económicas. Hagamos un rápido punteo:
En la provincia de Santa Cruz, Argentina, se encuentra la Cueva de las Manos y también Piedra Museo, que se estima fueron intervenidas hace más de 12 mil años, y que componen junto a muchas otras como Monte Verde (Chile) o Pedra Furada (Brasil) -según la UNESCO tendría alrededor de 25 mil años- algunos de los más destacados Pero no son ni de cerca las más antiguas del mundo. El año pasado se anunció que nuevas pruebas constataban que Hay, aún, aquellos que no consideran a este tipo de expresiones como artísticas porque, justamente, no fueron creadas dentro de un sistema comercial. ¿Pero no fue el arte, por siglos, incluso en el Renacimiento, una representación de la vida o de un ideal de belleza?Entonces, en la era de las cavernas, no existía el concepto de arte como construcción cultural ni mucho menos como bien de intercambio, pero eso no descarta que detrás de estas expresiones había un gesto creativo, un gesto artístico. Quizá el más puro de toda la historia. A principios del siglo XX, en Austria se encontró una pequeña figura femenina a la que se llamó la Venus de Willendorf, de la que estudios posteriores revelaron que tenía unos 30 mil años. Mucho se ha investigado y escrito sobre los por qué detrás de su creación: ¿representación?, ¿religiosidad?, ¿un ideal de belleza? La cuestión es, más allá de lo que se pueda saber o conjeturar, lo que sí es comprobable es que detrás de la estatuilla hubo un alguien que la talló sobre piedra caliza oolítica, que podría haber sido recolectada en Italia, le dio forma y luego la tiñó de rojo ocre.Estas proto-muestras, que fueron los antecesores de los museos modernos, especialmente de los de historia natural, sin dudas habrán sido excelentes temas de conversaciones, pero también revelaban ya una mirada sobre la otredad que se acentuó en el XIX, cuando el mundo comenzó a ser etiquetado para su entendimiento como resultado del positivismo.
Toda etiqueta es política o, por lo menos, tiene un trasfondo que así lo demuestra. Si Europa, bueno, si algunos países del Viejo Continente —otra categoría que resguarda una lectura sobre lo que luego se llamó Centro (se sumaba a EE.UU.) y Periferia o lo que el demógrafo francés Alfred Sauvy denominó como Tercer Mundo (aplicados a los que se decían eran los países con menos historia cultural y sin desarrollo económico)— concentraban la potestad de delimitar qué era arte o cuál era la Alta y la Baja cultura, nada que fuera externo a sus fronteras (y eso no incluía a las colonias, claro) podía ser considerado como fundacional de la cultura.
Una de las historias que mejor ilustran la competencia por ser el centro del inicio de todo es la del Hombre de Piltdown, un Antes que el Renacimiento, los mercaderes y banqueros hubo arte en Egipto, en Grecia, arte en la región de Etruria, en Bizancio, etcétera. La anécdota es conocida, pero no por eso menos pertinente. Plinio el Viejo, militar romano y escritor del siglo I, narró en su Naturalis Historia que cuatro siglos antes Zeuxis y Parrasio, dos grandes pintores de la grecia antigua, compitieron en un concurso de pintura. Cuenta que Zeuxis presentó un cuadro de uvas tan creíble “que los pájaros se acercaron a picotearlas” y que, por su parte, Parrasio pintó una cortina tan realista que Zeuxis intentó correrla. Entre el siglo I y IV, en El Fayum, una zona conocida como el Jardín de Egipto, una serie de artistas capturaban a personas de clase media, desde soldados, atletas y sacerdotes a mercaderes y floristas antes de su muerte. A fines del XIX se encontraron Estas obras anónimas fueron expoliadas y se encuentra en el Museo Británico, el Nacional de Escocia, el Met de Nueva York o el Louvre en París, porque otra manera de construir el relato sobre la Historia del arte es también hacerlo propio y mostrarlo en salas de exposición alejadas de su origen o, directamente, en bóvedas donde nadie puede acceder, como sucede con los Bronces de Benín que el Museo Británico se niega a devolver, cuando ya sí lo hicieron institucines de En cuanto a mercaderes y banqueros, las primeras expresiones similares a las actuales comenzaron en el dos mil a.c. en la Mesopotamia, donde se hacían préstamos de granos a los agricultores y negociantes que transportaban bienes. Esto se realizaba en el marco de un trueque, el intercambio de mercancías, que no siempre involucraba algún tipo de moneda, que aparecieron en los siglos VI y VII d.c.El concepto de banquero como se conoce hoy tuvo su desarrallo a finales del medioevo e inicios del Renacimiento en las ciudades del norte de Italia, como Florencia, Venecia y Génova. Fue, sin dudas, lo que permitió la expansión comercial y el desarrollo de nuevas ciudades a lo largo de Europa y, a través del sistema de mecenas, la dio la posibilidad a los artistas a vivir de su obra. A partir de allí, es que se produce esa relación en el que uno depende del otro, tal como suelen citar los marxistas. Considerar como causa-efecto la relación dinero-arte es una manera de continuar un proceso que reconoce un tipo de lectura acentuada desde el positivismo y, a la vez, una manera muy holywoodense, por no decir poco académica, de abordar el desarrollo cultural humano.Sin embargo, no todo intercambio artistico es comercial. Desde los ‘60 existen los happenings, o también el arte relacional, el que, en palabras del historiador francés de arte Nicolas Bourriaud, revela que “el arte es un estado de encuentro”.
Por citar solo unos ejemplos: el artista cubano Félix González-Torres apiló caramelos envueltos individualmente, donde el público podía interactuar con la pieza, tomándolos y permitiendo que la obra se transforme con el tiempo. Allí no hay una búsqueda del bien económico.
Las artes plastícas continúan siendo un espacio de intercambio, de generar significados, como sucedía con esos ignotos que en las paredes de las cuevas representaban la caza o, como en un grafitti, un “yo estuve aquí”.
Fuente: telam
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