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09/08/2025

Sobornos y rutas secretas: así llega el fentanilo a Estados Unidos

Fuente: telam

Periodistas de The New York Times documentaron cómo ocultaba la droga el cártel criminal más poderoso de México, que se está adaptando ante la ofensiva de dos gobiernos

>El empaquetador de fentanilo se movía con precisión mientras la luz de su linterna frontal proyectaba un resplandor intenso sobre el trabajo veloz de sus manos enguantadas.

El hombre roció seis paquetes envueltos en aluminio con un líquido que olía a cloro, un compuesto que, según dijo, ayudaría a que los perros rastreadores no detectaran el fentanilo. Debajo del papel de aluminio, la droga mortal estaba envuelta en papel carbón para intentar evitar los métodos básicos de detección por rayos X, dijo.

Dijo que, en todo ese tiempo, su trabajo nunca había sido tan peligroso como ahora. “Ojalá que este sea mi último encargo”, dijo.

México, muy presionado por Trump, ha lanzado su propio combate agresivo, desplegando cientos de soldados para combatir al Cártel de Sinaloa, un grupo designado como terrorista por Estados Unidos. Mientras se encuentra bajo una intensa presión de ambos gobiernos, el cártel también se ha visto afectado por luchas internas.

Pero incluso en ese estado de debilidad, el cártel sigue adaptándose. Sus traficantes están realizando cargas más pequeñas, ideando métodos creativos y ajustándose en tiempo real a las amenazas cambiantes, lo que demuestra lo extraordinariamente difícil que sería para cualquier gobierno desmantelar una organización criminal tan arraigada.

Esos integrantes dijeron que simplemente estaban manejando un negocio y argumentaron que si no satisfacían la demanda estadounidense, alguien más lo haría.

Este verano, The New York Times entrevistó a cinco operadores del cártel. Hablaron con The New York Times bajo condición de anonimato porque, de lo contrario, correrían el riesgo de ser detenidos u otros peligros. La reportería del Times incluyó documentar cómo se ocultaban los paquetes de fentanilo en coches en Culiacán, en el oeste de México, con el fin de mostrar con mayor detalle cómo se desarrolla el tráfico de fentanilo.

El mecánico fue contratado en esta ocasión para ocultar alrededor de seis kilogramos de fentanilo con destino a Estados Unidos. Tenía un valor de hasta 90.000 dólares, pero dijo que, en comparación con los últimos años, era una carga pequeña.

Había tallado un compartimento oculto detrás del panel de la puerta delantera izquierda del automóvil. Soldó un tubo de acero entre la carcasa exterior y el marco interior, creando un espacio falso donde se podían meter los paquetes. Lo diseñó cuidadosamente: si los agentes golpeaban, buscando contrabando oculto, sonaría hueco, como una puerta normal y vacía.

“A veces lo colocamos en la parte de tanque de gasolina, a veces en la parte del motor, o en la carrocería, o sea, varía pues”, dijo, señalando diferentes partes del vehículo.

El embalaje de la droga apenas era el comienzo de un viaje que llevaba el coche desde un bastión del cártel en México a través de la frontera y hasta Estados Unidos, una travesía que requería una cuidadosa coordinación por parte de los contrabandistas.

Según los analistas, se trata de medidas desesperadas, pero también revelan algo más: una red criminal que, incluso en retirada, ha demostrado su capacidad de resistencia e innovación.

En estas nuevas condiciones, la producción y el transporte de fentanilo se han vuelto más lentos, más arriesgados y mucho más costosos, dijeron los cinco integrantes del cártel. Los sobornos ahora cuestan más, los puestos de control militar se han multiplicado en todo México y los agentes fronterizos estadounidenses han reforzado los controles. Se incautan más envíos, por lo que, para minimizar las pérdidas, los traficantes envían cantidades más pequeñas.

Las descripciones que hicieron los integrantes sobre cómo se contrabandeaba el fentanilo a través de la frontera coinciden con los métodos descritos a The New York Times por funcionarios policiales estadounidenses, entre ellos uno que supervisa operaciones fronterizas y otro que vigila la actividad de los cárteles.

El mecánico, cuya propia vida en los bajos fondos de México le había dejado graves heridas de bala, una adicción a la cocaína y una familia destrozada, fue uno de los pocos que expresó remordimiento por sus actos. El fentanilo, dijo, “es la razón de esta maldita guerra en la que han muerto tantas personas, muchas de ellas inocentes, y eso me pesa”.

Para la misión de Culiacán, los líderes del cártel tenían dificultades en encontrar hombres de confianza. Muchos habían sido arrestados o asesinados en las sangrientas luchas internas del cártel y en la ofensiva de México para desmantelar el grupo criminal. Un miembro de alto nivel, cuya función consistía en reclutar estudiantes de química para ayudar a fabricar fentanilo y supervisar la producción, solía evitar operaciones arriesgadas como esta.

No lo dudó y aprovechó la oportunidad para demostrar su valía y convertirse en un socio aún más cercano en el negocio multimillonario. Dijo que no solo podría ganar dinero o un posible ascenso, sino también el bien más preciado: la confianza de los altos mandos del cártel, en un mundo donde la simple sospecha puede ser fatal.

Así que, en una noche reciente, giró la llave del coche y se puso en marcha hacia la frontera con Estados Unidos, según contó más tarde.

“Están vigilando todo”, dijo el conductor. “Cualquier cosa sospechosa”.

No habría vuelta atrás, ni si los detenían, ni si alguien reculaba. La represalia del cártel sería inmediata. Pero la recompensa valía la pena, dijo.

El viaje desde Culiacán hasta la frontera con Estados Unidos fue una operación meticulosamente coreografiada. Un solo conductor llevaba un coche cargado con el opioide sintético, pero detrás de él se movía una robusta maquinaria de poder.

Incluso esos controles estaban previstos. Según los cinco integrantes, los sobornos suelen acordarse en al menos cuatro puestos militares mexicanos entre los estados de Sinaloa y Sonora. Los soldados dejan pasar al conductor designado con la carga intacta, ya que el peaje ya está pagado, dijeron.

Dijo que, cuando ya se acercaba a su destino, recibió una llamada: detén el auto.

A ambos lados de la frontera, una red de vigías y coordinadores trabajaba en sincronía, verificando una y otra vez que todo estuviera en orden. Eso incluía lo más crítico: el agente fronterizo estadounidense que, a cambio de una suma de dinero, había acordado dejar pasar el vehículo, dijeron los operativos del cártel.

La noticia se extendió rápidamente por la red de que las autoridades estadounidenses habían sido alertadas, posiblemente por un rival del cártel. La operación se había visto comprometida. Los contrabandistas activaron el plan B.

Pero ese no era el único problema. La seguridad estadounidense parecía más estricta en medio de las tensiones en Medio Oriente. Nada se movía con facilidad.

A medida que las horas se convertían en días, la ansiedad se hizo presente. El conductor pensó en dar media vuelta y conducir hacia el sur, hacia Sinaloa. Pero retirarse significaba arriesgarse a sufrir represalias.

Una vez más, la red del cártel se había puesto en marcha: un ecosistema criminal sostenido por una red coordinada de vigías, conductores, empaquetadores, operativos y una larga cadena de funcionarios corruptos, desde soldados rasos hasta agentes fronterizos.

Su acusación no pudo ser verificada de forma independiente. Pero tanto el conductor como el mecánico dijeron que las drogas habían cruzado la frontera, una señal de lo profundo que era el alcance del cártel.

El relato del agente coincide con las conclusiones de las autoridades estadounidenses, que han documentado la influencia del Cártel de Sinaloa.

Los fiscales federales dijeron que el agente proporcionó detalles a los ciudadanos mexicanos sobre las operaciones de los puestos de control y dejó pasar al menos cinco vehículos a cambio de una parte de los ingresos por el contrabando: 20.000 dólares de los 40.000 que recibían los traficantes.

En una entrevista telefónica una vez de vuelta en México, el conductor dijo que había entregado la carga en Tucson y que operativos locales la llevarían a California.

© The New York Times 2025.

Fuente: telam

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