Sábado 26 de Julio de 2025

Hoy es Sábado 26 de Julio de 2025 y son las 23:48 ULTIMOS TITULOS:

26/07/2025

Dos muestras ingresan al surrealismo como campo de fractura y memoria

Fuente: telam

Renata Juncadella con “Lo que corta es un atajo”, en Cott, y Miguel Ángel Lorenzio, con “Recinto“ en Julia Baitalá, presentan miradas imperdibles que reflejan lo onírico, el trauma y la indagación personal

>Cuando la realidad se filtra, se somatiza y sale por las rendijas del subconsciente, las expresiones artísticas pueden dispararse hacia territorios que, en apariencia ilusiorios, resguardan eventos e intereses personales.

En el caso de Juncadella (Buenos Aires, Argentina, 1999), apenas se ingresa al espacio, una escultura desafía la lógica de los materiales y la percepción del espacio: un árbol de resina, con estructura de hierro y masilla, su primera obra de este tipo que fue pensada para el exterior, se erige como un enigma entre lo natural y lo artificial.

“El árbol es el contenido y a la vez es el contenedor de este terrario”, explica la artista, aludiendo a la convivencia de capas y a la tensión entre naturaleza y arquitectura que atraviesa Geometrías vitales, en la que incorpora musgo real de una reserva en el Tigre con la intención de que la vida vegetal la complete y transforme. Así, la fractura —un tema central de la muestra— se materializa no solo en la pintura, sino también en la tridimensionalidad, exponiendo lo que permanece oculto bajo la superficie.

En diálogo con Infobae Cultura, la artista revela cómo la experiencia personal de una lesión física —la pérdida de un dedo tras un accidente con un caballo— se convierte en el punto de partida conceptual y emocional de la muestra. “Para mí, los cuerpos en mis pinturas son siempre cuerpos mutilados. Son cuerpos que les falta algo o que están como sangrando. Hay una ambigüedad entre el placer y el dolor que es como un territorio fértil para la creación”, cuenta.

La fractura se despliega en el espacio de Cott en San Telmo, ya que para ingresar a ver las pinturas se debe atravesar una pared a medio derrumbar, en un gesto que sirve para separar el adentro de laos óleos del afuera de la escultura.

También, esa fractura, se observa en las pinturas, lógicamente, tanto en la representación de cuerpos como en la construcción de lo pictórico. Por ejemplo, para su Afinidad de fuerzas, la pieza más grande de la expo, compone la escena general a través de varias individuales, generando así planos que rotos se entrelazan en uno.

El imaginario de Juncadella, poblado por figuras híbridas —mitad humanas, mitad animales—, también remite a la pintura medieval, la flamenca y a referentes como En el centro de la sala el tríptico -Centaura, Las palabras mudas y Lo que corta es un atajo- presenta el accidente con el caballo en una secuencia poética que presenta la mutilación, al entendimiento y el autosacrificio.

El carácter experimental de la muestra se manifiesta también en los soportes y técnicas. Un dibujo de línea sobre papel de algodón, de cinco metros de largo, Leonora, se despliega como un papiro infinito, poblado de caballos, volcanes y otros elementos que dialogan con las pinturas, pero, al mismo tiempo, mantiene una autonomía, sobre el que Juncadella destacó “la libertad que le otorga este formato para probar nuevas combinaciones de color y trazo”.

En Lo que corta es un atajo, la cosmovisión pictórica de Juncadella surge a partir de la creación de universos fracturados, donde el accidente, la contradicción y la convivencia de opuestos, que se presentan en un riquísimo lenguaje visual y material.

Ya en el barrio de Villa Crespo, lo onírico aparece no solo a través de obras, sino también de una experiencia que reúne al sonido con la materia y la memoria, para desafiar la percepción tradicional del tiempo y el espacio.

Lorenzio sostiene que el tiempo es una construcción subjetiva, una “sensibilidad interior” en palabras de Kant, y no una realidad objetiva y que el sonido ocupa un lugar intermedio, un “in between” que recuerda a la filosofía del río de Heráclito, donde la realidad no se define por límites fijos, sino por flujos y transiciones.

“El sonido es materia, es una cosa”, dice sobre esta visión que lo llevó a experimentar con diferentes materiales para investigar cómo cada uno puede encarnar y transformar.

“Me gusta pensar que estos artefactos y otros que yo hago son ese sonido o las formas que puede tomar el sonido según la materialidad en la que esté, no solamente en este caso madera, sino puede ser telgopor o zinc”, explica el artista.

La voz humana ocupa un lugar especial en su investigación. Lorenzio se interesa por la diversidad de voces que surgen de la conformación física de cada persona, por la manera en que la “caja de resonancia” del cuerpo humano modula el sonido y, en consecuencia, el significado. “Este sonido que suena, aparte de sonar, significa, significa cosas, sentidos del mundo”, afirma, subrayando la dimensión semántica y existencial del fenómeno sonoro.

La muestra presenta, detrás del gran telón cavernoso, una serie de pinturas en pequeño formato, en las que el artista recrea situaciones personales, relacionadas con la historia familiar durante la última dictadura, en la que se observa también la cuestión de la fractura, pero a través de las acciones ajenas.

Entre los temas recurrentes en sus dibujos aparecen figuras esquizofrénicas, sueños y referencias a la locura, así como retratos familiares y escenas de la subversión, en las que el artista refuerza la idea de lo sensorial como una experiencia que habita en algún lugar de la memoria y que puede materializarse.

En Yo luché contra la oligarquía y El paso a la clandestinidad, en cambio, aparece la figura paterna: uno en una galería donde las vitrinas resguardan a personalidades de la política, mientras sostiene en una mano la cabeza de Julio A. Roca y, en la segunda, un joven vestido con una túnica blanca sostiene un fusil automático en un paisaje natural y a la vez irreal.

Sin dudas, la apoteosis de estos dos mundos colisionan en La Caza, donde en una mesa un ser híbrido -un fauno, quizá- yace atravesado por una flecha, mientras que a su alrededor, es observado por dos seres: una mujer de cabellera rubia, como en las anteriores, con ropa BDSM y humo saliendo de su espalda, y otro ser, sin rasgos reconocibles y antropomórfica.

*Lo que corta es un atajo, de Renata Juncadella, en galería Cott, Perú 973 San Telmo. Entrada gratuita de martes a sábados de 14 a 19 hs. Hasta el 2 de agosto.

Fotos: Gentileza Galería Cott y Julia Baitalá

Fuente: telam

Compartir

Comentarios

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!