23/07/2025
Alberto Castillo: el cantor que era ginecólogo y debió abandonar la medicina porque las mujeres se le insinuaban en el consultorio

Fuente: telam
El intérprete de “Así se baila el tango” y “Siga el baile”, que animaba a todos a salir a la pista con su particular estilo, murió hace 23 años. Los inicios de su carrera a escondidas de su familia y las situaciones incómodas que vivió como médico por pacientes que lo acosaban
>“La gente se movía de acuerdo a las inflexiones de mi voz”, decía Alberto Castillo. Y así era: el cantor tenía una entonación perfecta y una manera tan particular y divertida de interpretar, que invitaba a los tangueros a salir a la pista de baile. Se había recibido de médico, ginecólogo para más datos. Y también era actor. Pero su gran pasión siempre había sido la música porteña. Esa que perdió a uno de sus mayores referentes aquel 23 de julio de 2002, hace ya 23 años, cuando él murió.
Empezó a estudiar violín siendo muy chico, pero lo que más le gustaba era cantar. Y lo hacía en cuanta oportunidad se le presentara, así fuera para muy poca gente. Sin ir más lejos, fue cuando apenas había cumplido los 15 años que, durante una fiesta en la que actuó para sus amigos de secundario, el guitarrista Armando Neira lo “descubrió“ y lo invitó a sumarse a su conjunto como cantor.
En 1938, sin embargo, decidió dejar de lado los micrófonos para abocarse de lleno a su carrera universitaria, conformándose con cantar solo para su barra de compañeros de facultad. Tenía que convertirse en “el doctor” con el que sus padres soñaban, lo que por aquellos años representaba un ascenso en la escala social. Y no iba a darse por vencido hasta lograrlo. Sin embargo, un año antes de recibir su título, el tango volvió vibrar por sus venas cuando aceptó unirse a la Orquesta Típica Los Indios, que dirigía el dentista y pianista Ricardo Tanturi. Junto a ella grabó su primer disco, en 1941, en el que figuraba con el pseudónimo con el que al tiempo se convirtió en una verdadera figura: Alberto Castillo.
“¿Está lista señora?“, contó que le preguntó una vez a una de sus pacientes, a la que había mandado a desvestirse detrás de un biombo. Y la respuesta de la mujer lo dejó boquiabierto: ”Yo sí, doctor. ¿Y usted?“. En ese momento, el hombre entendió por qué su consultorio estaba cada vez más abarrotado de damas. Ellas no querían ver al ginecólogo de Lucca sino a Castillo, el cantor. ”Esas insinuaciones no me gustaban >Corría el año 1943 cuando se animó a comenzar su carrera como solista. Los militares de entonces censuraban sus letras y decían que no podía seguir cantando porque tenía “una voz demasiado arrabalera”, algo que ellos pretendían arrancar por la fuerza de la cultura nacional. Pero, lejos de desanimarlo, con esto le dieron mayor impulso para seguir adelante en su faceta de cantor. “Estaban en contra del lunfardo. Y yo seguí por amor propio”, reconoció de aquellos años donde el dinero le era esquivo pero su corazón desbordaba de pasión.
Tuvo la acertada idea de incorporar algunos candombes a su repertorio. El primero fue Charol, de Osvaldo Sosa Cordero. Y, dada la buena recepción que tuvo el género entre sus seguidores, continuó sumando títulos como el clásico Siga el baile, de Carlos Warren, que grabó en el disco De mi barrio sin imaginar que cinco décadas más tarde, en 1993, en un cruce de estilos y generaciones, formaría parte del álbum Fiesta Monstruo de Los Auténticos Decadentes, en el que aceptó colaborar reflotando su vigencia entre los más jóvenes.“Por esos años se respiraba otro ambiente, de tango. La gente hablaba nada más que de tango. Venía música foránea, pero así como venía se iba. Porque acá se le dio entrada a toda la música foránea. Pero siempre estaba la orquesta típica y su cantor”, contó Alberto en una oportunidad, recordando esos tiempos de gloria. La década del 40 fue, según su opinión, la mejor para la música oriunda del Río de la Plata que él representaba.
Tenía 87 años cuando fue internado en la Clínica Bazterrica de la ciudad de Buenos Aires a raíz de una neumonía, donde falleció. Decían que era arrabalero y jodón. Que en sus manos, el micrófono se movía como un péndulo. Y que siempre encontraba entre el público a alguien a quien mirar burlón cuando se preguntaba “qué saben los pitucos” en Así se baila el tango, tema de Elías Randal y Marvil que se había convertido en uno de sus caballitos de batalla sobre el escenario. “El tango es folclore del cemento. Si le hacés una radiografía a un porteño, vas a ver que es tanguero hasta la muerte”, decía sin titubear y hablando, sin lugar a dudas, en primer lugar de sí mismo.
Fuente: telam
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