17/07/2025
Un simple objeto olvidado en la escena del crimen fue la clave para resolver un asesinato tras más de 35 años

Fuente: telam
El caso permaneció sin novedades durante décadas, pero un detalle mínimo, preservado por el equipo forense original, permitió identificar al responsable
>En la cronología de una A veces, esa clave se encuentra desde el principio, inadvertida, archivada, aparentemente intrascendente. Este fue el caso del asesinato de Mary McLaughlin, un crimen ocurrido en 1984 en Glasgow,El caso, reabierto varias veces a lo largo de las décadas, finalmente encontró justicia cuando el desarrollo tecnológico permitió extraer información vital de una evidencia que había estado esperando en una bolsa de papel durante más de 30 años.
Mary McLaughlin tenía 58 años y era madre de 11 hijos. La noche del 26 de septiembre de 1984, pasó un rato en un pub de Glasgow jugando al dominó y bebiendo, como solía hacer. Cerca de las 22:30, salió sola para regresar a su departamento, ubicado a menos de dos kilómetros. En el camino, pasó por una tienda de comida rápida y un taxista la vio descalza, llevando sus zapatos en la mano, seguida por un hombre solitario.Seis días después, el 2 de octubre, su hijo Martin Cullen la encontró muerta en su departamento. El olor lo alertó antes de abrir la puerta. El cuerpo de Mary yacía sobre un colchón sin sábanas; su vestido verde estaba puesto al revés y su dentadura postiza, en el suelo. La autopsia reveló que había sido estrangulada con el cordón de una bata y que llevaba muerta al menos cinco días.Pese a que la policía realizó más de mil entrevistas y múltiples rondas de investigación, el caso se cerró al año siguiente por falta de pruebas. No obstante, la familia nunca abandonó la esperanza de que algún día se hiciera justicia.
Décadas más tarde, un renovado equipo de casos sin resolver revisó el expediente de Mary McLaughlin. En 2014, en el Scottish Crime Campus, una científica forense llamada Joanne Cochrane comenzó a examinar nuevamente las pruebas originales, conservadas durante 30 años en condiciones que permitieron su integridad.Sin embargo, surgió una duda: en los registros oficiales, McGill estaba preso en la prisión de Edimburgo cuando ocurrió el asesinato. Pero una búsqueda minuciosa en los archivos físicos del sistema penitenciario reveló que el asesino había sido beneficiado con un permiso especial de fin de semana, parte de un programa de reinserción social llamado Training for Freedom. Había estado libre justo la noche en que Mary fue asesinada, y regresó a prisión horas después.
El hallazgo del ADN en la colilla fue apenas el primer paso. La prueba decisiva vino al desatar el nudo del cordón de la bata con el que se había cometido el crimen. En su interior, también se encontró ADN de McGill, confirmando que él había estrangulado a Mary. También se hallaron restos de semen en el vestido de la víctima.El caso McLaughlin es un claro ejemplo de cómo la evolución de la ciencia forense puede cambiar el rumbo de una investigación incluso décadas después. En los años 80, los análisis genéticos eran primitivos y no permitían identificar perfiles completos a partir de muestras pequeñas o degradadas. Recién en la última década, con la capacidad de analizar hasta 24 marcadores de ADN en lugar de los 11 originales, fue posible extraer una identidad clara a partir de una colilla olvidada.
Además del avance técnico, el caso también pone en valor la conservación meticulosa de la evidencia. Sin esa previsión por parte del equipo original de investigadores —que guardó en bolsas de papel lo que entonces parecía irrelevante—, no habría habido nada que analizar con la tecnología moderna.
Fuente: telam
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