14/07/2025
La magia perdurable de ‘Jolene’, el clásico de Dolly Parton que trasciende generaciones y fronteras

Fuente: telam
La icónica canción de Dolly Parton, convertida en himno universal, ha sido reinterpretada en múltiples estilos y culturas, cautivando a públicos diversos y consolidando su legado en la historia de la música popular
>Crecí en Tucson, hija de un fanático de la música clásica de Cuba y de una devota del Great American Songbook de Nueva York. Mientras que los padres de otros chicos tal vez mostraban al menos cierto interés por la música de su época —los años 70 y 80—, los míos en general nos mantenían en un ambiente musical dominado por Ella Fitzgerald, Vladimir Horowitz, Benny Moré y otros íconos de principios del siglo XX, con algunas excepciones ocasionales para el flamenco, el mariachi y clásicos yiddish.
Cuento todo esto a modo de explicación, si no de justificación, de una grave omisión: llegué a los cuarenta sin saber quién o qué era “Jolene”.
Es cierto que, incluso de niña, con el tiempo entendí que existía la música popular y empecé mi autoeducación con un reloj despertador sintonizado en KRQ, “la estación número 1 de éxitos de Tucson”. Pero para entonces, el gran debut de “Jolene” —primero como sencillo en 1973 y después como tema principal del decimotercer álbum de estudio en solitario de Dolly Parton, en 1974— ya se me había pasado por alto, igual que la celebrada versión de Olivia Newton-John de 1976. No sé cómo explicar que tampoco llegué a escuchar la versión de Pentatonix de 2016, que ganó un Grammy. Ni siquiera lo intentaré.Pero dos semanas después de que el grupo a cappella lanzara ese dueto con Dolly Parton, yo me preparaba para un trabajo de niñera por mi cuenta. Unos amigos vinieron a la ciudad para una boda y yo cuidaría a su pequeño hijo, Ellis, quien venía con instrucciones especiales: Si empezaba a decir “Doween”—y seguro lo haría—, estaba pidiendo “Jolene”, y yo tenía autorización y hasta estímulo para buscar videos en el momento.La instrucción era tan directa que entendí que debería saber perfectamente quién era Jolene. Lo único que alivió mi vergüenza fue que mis amigos llegaban tarde. Así que cuando confesé que nunca había oído hablar de esa mujer, solo hubo tiempo para un breve “Ay, querida” antes de que me lo explicaran y se marcharan.Tal como me advirtieron, Ellis empezó a pedir Doween y no quiso ver prácticamente otra cosa el resto de la noche. Su entusiasmo solo fue creciendo con cada repetición. Busqué todos los videos que pude y descubrí que le fascinaba especialmente un clip de 1974 del programa “That Good Ole Nashville Music” con Dolly en un enterizo de campana y sombra de ojos lila con brillos.Después de decenas de repeticiones, o abandonas “Jolene” para siempre o te conviertes en fanático.Ahora soy de las personas que devoran libros enteros sobre la canción, de los cuales —hasta donde sé— solo hay uno: el nuevo Dolly Parton’s Jolene, escrito por Lydia R. Hamessley para la serie Keynotes de Oxford University Press, una colección que explora el canon musical occidental, una canción o álbum por volumen.Para algunos, el libro evocará otra etapa de la vida. ¿Recuerdan aquellos discos “Read-Along”? (Libros infantiles que venían con un vinilo de audio.) En un guiño involuntario a esa experiencia, “Dolly Parton’s Jolene” tiene un sitio web repleto de clips de música y video organizados que regularmente te invitan a escuchar o ver.
Ese tipo de análisis —instrumentación, escalas, tempo, estructura, letra o cualquier otro elemento que cambie de una versión a otra— es un claro punto fuerte de Hamessley. Pero hay más en el libro, con capítulos especialmente accesibles sobre la historia jugosa de la rivalidad entre el country y el pop, nuevas interpretaciones sorprendentes del supuesto trasfondo de “Jolene”, el creciente repertorio de “canciones respuesta” (Chapel Hart con “You Can Have Him Jolene” es un clásico) y el extraordinario talento de Parton para escribir canciones. Las mejores pruebas de esto último se encuentran en las páginas 30 y 31, donde aparecen fotos de la letra original escrita a mano de “Jolene”, con anotaciones de la propia Parton sobre elecciones de palabras hoy emblemáticas. (Resulta que Jolene estuvo a punto de no tener ojos de color verde esmeralda).
Pero mi sección favorita del libro aborda el universo, tan improbable como amplio, de las versiones de “Jolene”, que suman centenares. Desde aquel trabajo de niñera, me convertí en una especie de coleccionista, con especial predilección por la versión en inglés y lingala de Congo Cowboys, la cumbia con Chiquis Rivera y Becky G, y la versión cortometraje de la artista indígena australiana Kaylene Whiskey, entre otras. Me obsesiona la idea de que este ruego de apenas 202 palabras a una seductora de Tennessee para que “no te lleves a mi hombre” haya conseguido tal alcance mundial que incluso Nelson Mandela —cuando los guardias de la prisión de Robben Island le permitían elegir música para la megafonía— solía poner “Jolene”.Leí esa sección mientras visitaba a mis padres y, por curiosidad, decidí ponerles “Jolene”. Cuando les pregunté qué percibían en la canción, respondieron enseguida, casi al unísono: “anhelo”. Sorprendida, me di cuenta de algo. Aunque nunca se apartaron del capullo musical en el que me criaron, quizá nunca fue tan hermético como pensé.
Fuente: telam
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