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11/07/2025

Un barrio entendido como una isla urbana y las calles convertidas en escenarios: una obra sobre el legado cultural de La Paternal

Fuente: telam

Entre el polvo de Warnes, la Casa Garrigós y los murales de Maradona, se mezcla la infraestructura de uno de los barrios porteños más emblemáticos, que se reinventa entre ruinas, arte contemporáneo y recuerdos de infancia. Una obra escénica explora la identidad barrial y el rol del Estado en la memoria colectiva

>Hubo una nube de polvo y los vecinos se asustaron, algunos imaginaron lo peor. Diego, viejo vecino de la librería El Cometa de La Paternal, la retiene en la memoria como una imagen pregnante de la implosión del denominado Albergue Warnes, en 1991. Lo que había sido la creación del Hospital de Pediatría mejor equipado de Latinoamérica con el tiempo se abandonó completamente y así se constituyó en uno de tantos capítulos de la desidia nacional: copado por personas sin techo, dentro de ese “elefante negro” de diez pisos se alojaban 650 familias. Parece mentira, recuerda Diego, pero es como si en el montaje del espectáculo, las gradas y las cámaras de televisión no hubieran contemplado las consecuencias de la implosión: una ola expansiva del polvo que los cubrió a todos.

Así lo explica Gómez Giusto: “La obra reconstruye en paralelo la historia ficcional de dos hermanas nacidas en la isla de La Paternal -una de las cuales se quedó y la otra se fue a descubrir el mundo- con las huellas de la memoria histórica del barrio. Escrita en un formato epistolar, esa correspondencia abre de un modo íntimo la mirada de los personajes sobre algunos espacios, recuerdos o hechos que atravesaron el barrio. En el recorrido de la obra trazamos un mapa ficcional, nos movemos por espacios que tienen un peso en el imaginario de la infancia de nuestros personajes, y por otros que condensan parte de nuestra historia”.

Paso a paso, en una suerte de recorrido por el barrio, los espectadores se detienen en donde estaba emplazado el Albergue Warnes, en la Casa de Huérfanas Garrigós, en los trenes que recorren la periferia de la “isla” -como la denominaron las dramaturgas y directoras para esta puesta en escena-, en los murales de Diego Armando Maradona que pueblan las paredes y las cercanías del estadio de Argentinos Juniors, en los negocios que ya no están y en los espacios industriales que se transformaron para albergar a artistas visuales. Historia viva, historia de las raíces, historia del pasado reciente reciclado en sucesos del presente, como el boom de La Paternal en el cruce de movimientos artísticos.

“Todo eso en una caminata en grupo, guiados por actrices y performers que, como en una procesión, van marcando el tempo para entre todos cartografiar un nuevo mapa sobre el territorio”, aclara Gómez Giusto sobre la inserción de la obra en la comunidad. No es algo nuevo para las creadoras: desde hace más de una década desarrollan y trabajan en colaboración en proyectos escénicos que salen de las salas de teatro y se ubican en espacios no convencionales. Entre estos se destacan: Un paisaje para mí, estrenada en el Museo Nacional de Bellas Artes en la programación 2023 de Paraíso Club y Ciudades en Escena, proyecto nacional estrenado en las provincias de Misiones, Córdoba y Tucumán.

Para Silvia Gómez Giusto y Aliana Álvarez Pacheco, el barrio, su memoria y sus protagonistas armaron la dramaturgia: lo social y las historias cotidianas fueron el grado cero de la invención artística. La Paternal entendido como una isla urbana, un espacio de la ciudad que limita con el cementerio de Chacarita, el tren Urquiza, el ferrocarril San Martín y los predios donde se emplazaban el histórico Albergue Warnes y el Hogar Garrigós. “Tal vez sea por esta característica de aislamiento -propia de las islas- que acá el tiempo parece haberse detenido. Y es que además de las casas, en la isla conviven en simultáneo los comercios barriales como la Librería El Cometa, los galpones que se transformaron en depósitos, los talleres mecánicos, los talleres de reparación de ascensores, los kioscos, almacenes y las fábricas devenidas en talleres para artistas. Todo junto y al mismo tiempo. Como si la gentrificación estuviera sucediendo pero a otro ritmo, como si ese proceso aún no hubiera avanzado del todo”, agrega Aliana Álvarez Pacheco.

En la zona coexisten las huellas de distintos tiempos, como ese gran proyecto de hospital pediátrico estatal que no fue, con otros que a fuerza de crisis económica cambiaron de forma como el Taller Yeruá -otrora una fábrica de zapatos-, las casas, las calles tranquilas, el sonido del tren y el omnipresente paredón del cementerio. No casualmente La Paternal es considerado como uno de los polos del arte contemporáneo porteño, y la muestra “Desde el taller” que se exhibió el año pasado en la Casa Nacional del Bicentenario lo reflejó con diversidades estéticas y pequeñas entidades creativas: más de 50 artistas provenientes de cuatro talleres emblemáticos de La Paternal -La Maldonado, Paz Soldán, Yeruá y Yoli- se presentaron a través de 80 obras de pintura, fotografía, instalaciones, videos, objetos y cerámicas. Espacios artísticos en galpones fabriles e industriales, con piezas que no sólo destacaron el talento individual de cada artista sino que también expresan los procesos colectivos que ocurren en los talleres. El arte y el fútbol, a metros de distancia: los talleres conviviendo a la vez con la casa en la que vivió Maradona, convertida en museo, y hasta un santuario con los objetos donados por los hinchas cuando murió.

Contagiada por ese espíritu cultural, a Silvia Gómez Giusto se le ocurrió una metamorfosis. En agosto del año pasado, en la casa que su hermana Cristina vivió por más de veinte años, la convenció para abrir un espacio cultural para albergar creaciones, talleres y conversaciones en torno del arte y la cultura. Le pusieron Casa Gómez, y fue en aquel momento que para Silvia todo se hizo más evidente: dice que allí empezó a conectar con los alrededores de una manera distinta, y donde su obra Atlas de un mundo imaginado empezó a despegarse del paisaje. A medida que caminaba por las calles como si las estuviera descubriendo, perdiéndose entre la arquitectura, los numerosos talleres mecánicos, los bodegones con comida casera y la espesura del viejo “camino a Moreno”, aparecían más y más preguntas. ¿Cómo narrar a uno de los barrios más emblemáticos del centro-noroeste de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires? ¿De qué manera referenciar a sus vecinos y llevarlos al tiempo de las zonas de chacras y quintas que devinieron en casas de obreros? ¿Cómo ir más allá del barrio más maradoniano de Argentina y dar pie a sus viejas bodegas, a la Avenida San Martín que continúa siendo la arteria principal pero no es aquella de los 60 o 70, donde el movimiento comercial era intenso y centro de las celebraciones de Navidad, Año Nuevo y los corsos de carnaval?

Los relatos de vida de la zona, en efecto, tomaron cuerpo con dos hermanas que reconstruyen a través de cartas su propia historia y la del barrio. “Ana y Emilia siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados en los mapas, que no se sabe si son manchas o islas. Emilia decidió quedarse viviendo a orillas del tren, el cementerio, el Albergue Warnes y el Hogar Garrigós. Ana, en cambio, salió en busca del mundo”, dice el programa de mano de la obra de teatro Atlas de un mundo imaginado. Con las actuaciones de Laura Nevole, Vanesa Weinberg, Camila Blander y Valentina Werenkraut, esta obra de “sitio específico” explora, en definitiva, “cómo el territorio escribe y se inscribe en la historia personal, cómo el barrio y la memoria histórica se entrelazan y resignifican la construcción y reconstrucción de las vidas”.

“En una superposición de texturas y lenguajes se ancla esta historia de juegos y pisadas en las calles de la infancia, que es al mismo tiempo universal y específica, situándonos en lugares que se destruyeron y en otros que debemos defender para que no desaparezcan. Caminar, recordar, descubrir, amar las calles que tienen la propia historia y observar con ternura que ahí está, también, la historia del otro”, concluye Aliana. Y su compañera Silvia suma una última reflexión: “De un modo subyacente, en la obra también aparece la pregunta sobre qué puede hacer el Estado en Argentina, un país en el que saltamos de crisis en crisis y muchos proyectos -como lo fue en su momento el Warnes- son dejados de lado por el gobierno que toma el poder”.

Fuente: telam

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