07/07/2025
Un albañil ganó $100 millones pero el casino se negó a pagarle porque la máquina estaba “defectuosa”: cómo se resolvió el caso

Fuente: telam
Hace tres años, Antonio Miranda apostó $6.000 en una máquina tragamonedas y ganó el premio máximo. Pero la casa de juegos de Río Gallegos no le entregó el dinero porque supuestamente era “imposible que la máquina pagara esa cifra”. La historia de un expediente que llegó a la justicia, la trama de una negociación y la palabra del abogado del denunciante
>El 7 de julio de 2022, el albañil Antonio Miranda se convirtió en millonario. Pero su alegría sólo duró un par de horas. Aquel mediodía, tras hacer unos trámites en el centro, el frío patagónico lo empujó al interior del Casino de Río Gallegos, en Santa Cruz, en busca de un rato de distracción.
Tenía $6.000 en el bolsillo, dinero que no sobraba. Siempre que iba se sentaba en la misma máquina por cábala y jugaba alrededor de media hora. Diez jugadas después, lo sorprendió el ruido estridente de la tragamonedades, las luces destellando y un número imposible brillando en la pantalla: el premio de $100.000.000 era suyo. Antonio quedó paralizado y tardó varios segundos en contar tanta cantidad de ceros.
Por suerte, uno de los apostadores -que también era habitué- le brindo un consejo clave: le sugirió que le sacara una foto al premio, porque seguramente iban a reiniciarla, y la conservara como prueba.
Un año después, cargado de decepción, el albañil inició acciones legales contra el casino. Su abogado, Gustavo Insaurralde, presentó la demanda el 6 de septiembre de 2023. Solicitó lo obvio: cobrar lo que la máquina había indicado. Si había habido un error, dijo, no era su responsabilidad, ya que Antonio no había manipulado el sistema. Había jugado dentro de las reglas de la Lotería de Santa Cruz.
Insaurralde pidió que se analizaran las cámaras de seguridad, que se identificara al personal que lo atendió y que se realizara una pericia sobre la máquina. Nadie del casino, sostuvo, le explicó por qué el premio no era válido. Solo le repitieron que era “imposible que la máquina pagara ese premio”, que ese valor estaba muy por encima de lo que solían abonar habitualmente las tragamonedas.El hombre sufrió un fuerte accidente que le ocasionó un profundo corte en su cabeza y tuvieron que darle 12 puntos. Luego perdió su empleo y tuvo que empezar a vivir de changas. A sus problemas económicos y de salud, se sumó la enfermedad de su mamá. Antonio tuvo que volver a Piedra Buena, su ciudad natal para cuidarla, y ya no le alcanzaba la plata que tenía para mantenerla.
“Aunque teníamos pruebas sólidas para ganar el juicio, sabíamos que podíamos llegar a demorar entre 7 y 8 años”, admitió a Infobae el abogado Insaurralde. “Habíamos presentado las fotos de la máquina tragamonedas donde exhibía el monto del premio y a testigos que lo acreditaban. Incluso, se hizo un allanamiento, en la semana posterior al hecho, donde se constató que las filmaciones de las cámaras de seguridad habían sido borradas y que la cámara que estaba apuntando justamente a esa máquina también había sido quitada”, detalló.“Antonio tampoco puede hablar con los medios de comunicación. En el acuerdo se dejó expresa la prohibición de hacer alusión a porcentajes o hacer alguna mención respecto a ese punto específico. El casino es el más interesado en que no trascienda esa cifra”, remarcó el letrado.
Lo único que trascendió es que el acuerdo se homologó en julio de 2024 y que cobró en cuotas: la última se pagó en septiembre de 2024. También se supo que poco después de firmar el acuerdo, su madre falleció.Los medios locales se hicieron eco de la resolución judicial y empezaron a indagar. Aseguran que el sueño de Antonio era comprar una casa con ese dinero, pero que apenas pudo pagar por un terreno en Piedra Buena, donde actualmente vive y sigue trabajando como albañil.
Si bien la historia se cerró en los papeles, tuvo un desafortunado desenlace en la vida real. La reparación económica llegó dos años después y a medias. Y los efectos colaterales no se contaron en billetes, sino en accidentes, enfermedades, ausencias y frustraciones.Tal es así, que nunca se sabrá si la “falla en el sistema” fue verdadera o solo una excusa para no pagar el premio que podría haberle cambiado la vida por completo a un obrero de la construcción, hoy de 57 años, con muchos problemas económicos.
Fuente: telam
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