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02/07/2025

Sabina Urraca desmitifica la vida de los escritores con una serie de textos torrenciales

Fuente: telam

La autora española llega a la Argentina con “Diario de novela”, una obra que muestra el lado más humano del proceso creativo literario. “Un caos feliz e infeliz”, como ella lo define

>La materia de la escritura puede ser la más diversa, aunque los lectores que no escriben imaginen a los escritores y escritoras en un plano superior y con vidas dignas de sus propias novelas y cuentos. Sin embargo, ya se sabe que no es así, son seres humanos de carne y hueso que viven en este plano.

Diario de novela, su primer libro publicado en Argentina, da cuenta de procesos, pero también de sentires (“Cuando el texto o el libro ya está publicado: ¿qué he hecho? Leo párrafos de mis libros y es como si no los hubiera escrito yo.“). En este diario que, en rigor de verdad, son varios, escritos en la Residència Literària Finestres y en Madrid, pareciera registrar todo lo que sucede alrededor: si el inodoro no funciona bien, cuando sueña o las visitas a Instagram. Lo escribe, y alimenta cuadernos que ahora son un libro que será devorado con fruición por lectores y lectoras.

—No había pensado en esa acepción de la expresión “de novela”, que en España es menos frecuente. Supongo que mis editores argentinos, Bosque Energético, eran un poco conscientes de ella (o no, nunca se sabe; cuando estás con la cabeza muy focalizada en algo, muchas veces no ves lo de alrededor). Ahora que soy consciente de esa otra acepción, la de algo único, me da un poco de pudor que mi libro se titule así, la verdad [risas]. Creo, de hecho, que es un libro muy poco único, en el sentido de que casi cualquier persona que haya intentado escribir, o incluso, yendo más allá, cualquier persona que haya intentado crear algo y sea mínimamente neurótica, habrá sentido distintas versiones de lo que narro en el libro.

—Igual, dentro de esa universalidad de los escritores, no deja de ser único ya que tiene tu personal forma de contarlo. También detallas los desvíos del “programa original” para escribir una novela, ¿es algo que suele sucederte en la escritura?

—Por supuesto, siempre y constantemente. Y me encanta. La vida entera es desvío, digresión. Es ahí, en esos meandros alejados de la corriente principal, donde se encuentra la magia. Por otra parte, creo que nunca he tenido un programa original, una planificación cerrada, para la creación de nada. Establezco calendarios cerrados únicamente cuando quedan seis meses para la fecha de entrega. Antes de eso, todo es escritura torrencial, un caos feliz e infeliz, según el día. Y por el camino siempre surgen otras ideas que van fuera del proyecto, y que a veces se desarrollan en paralelo. En general son ideas menores, desenfadadas, fuera de la solemnidad del “proyecto principal”. Mi objetivo es que, a partir de ahora, sean menos solemnes, que pueda enfrentarme a ellos con el desenfado y la relajación de las ideas menores.

—El libro está estructurado en entradas, pero no con la forma clásica de un diario (por fecha). ¿Por qué?

—El humor, las metáforas e imágenes también parecen distanciarte de los diarios clásicos –que podrían imaginarse más dramáticos o solemnes–. ¿Es tu forma de hablarle al mundo?

—Yo creo que es la forma en que el mundo me habla a mí. No sé cómo de dramáticos y solemnes son los diarios, no sé si se puede generalizar así con los diarios. Para mí lo único que es un diario es un cuaderno en el que escribo todos los días. Lo que escribo en ese cuaderno no es lo que hago. Ni siquiera, muchas veces, es verdad. Siempre se lo digo a mi marido: “si me pasa cualquier cosa y lees mis diarios, ten claro que en mis diarios hay mucha ficción”.

Diario de novela nace porque, tras escribir diarios toda la vida, a veces los releía y me daba cuenta de que había cosas que podían ser interesantes y divertidas para un posible lector. En el caso de Diario de novela, me di cuenta de que en los diarios de los últimos años aparecía, de vez en cuando, un leitmotiv: la obsesión con ese “escribir antes” que se repite a lo largo del libro, la reflexión sobre lo que era la escritura antes -un juego, algo divertido, sin importancia, que se hacía por entretenimiento sin mayor pretensión- frente a la escritura de ahora -que, en mi caso, es mi modo de vida y, en general, está enfocada a la publicación, a contarle algo a un público lector–. Entonces le propuse a Comisura, editorial española de libros híbridos, la publicación de un libro. Leyeron lo que había hasta el momento y les gustó. En ese momento, casualmente, me escribieron de Bosque Energético. Me seguían en Instagram y habían visto que de vez en cuando subía fotos de fragmentos de diario escrito a mano. Fue una casualidad maravillosa y una suerte que el libro pudiera salir al mismo tiempo en Argentina y en España en dos versiones diferentes [N. de la r.: en la edición española se llama, casualmente, Escribir antes].

La verdad es que nunca había pensado que lo que escribía en mi diario pudiese publicarse. En muchos casos es una escritura vomitada, sin mayor reflexión, sin un hilo conductor, sin todas esas cosas que nos han dicho que tiene que tener un libro. Me ha gustado saltarme esas ideas preconcebidas de qué y cómo es un libro.

—¿Cómo es el proceso de edición de un diario? ¿Hay textos que quedan fuera?

—En el último tiempo han surgido escritos sobre la “práctica profesional” de los escritores ¿Es una necesidad de mostrar los procesos creativos? ¿O porque los lectores buscan saciar una búsqueda más voyeur?

—El diario como género puede leerse como una narrativa ficcional. ¿Diario de novela, con sus imágenes y su estructura podría funcionar como efectivamente como una novela?

—Primero tendríamos que preguntarnos qué es una novela. Es posible que una novela no sea lo mismo para ti que para mí. Diario de novela es una novela en el sentido de que hay un arco dramático novelístico: el propósito de escribir la novela, la imposibilidad y los obstáculos que van surgiendo, el vencer esos obstáculos, la consecución final del objetivo. Pero la verdad es que, en general, cuando publico un libro, cuando lo estoy escribiendo, intento no preguntarme mucho qué es, no clasificarlo de ninguna forma. Los formatos son unos cajones un poco incómodos. Cuando escribimos lo que queremos escribir, es absurdo estropearlo pensando en qué categoría ocuparía lo que estamos escribiendo.

Fuente: telam

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