28/06/2025
Motines, violencia y dos fugas de película: la saga carcelaria de “Fito”, el narco que puso en vilo al sistema penitenciario de Ecuador

Fuente: telam
La historia del máximo líder de la banda “Los Choneros” refleja el poder corrosivo del narcotráfico en la región
>En Ecuador, pocas figuras del crimen han desafiado al Estado de manera tan audaz como Durante más de una década, el nombre de alias Fito se ha asociado a sangrientos episodios de violencia y a dos espectaculares fugas carcelarias que expusieron las fallas de seguridad en prisiones supuestamente infranqueables.
La historia de sus dos fugas –una en 2013 bajo el gobierno de Rafael Correa y otra en enero de 2024 ya en la administración de Daniel Noboa– y su recaptura en 2025 constituye un relato de altos contrastes: desde audaces planes de escape hasta operativos militares para llevarlo nuevamente a prisión, pasando por convulsiones políticas y sociales en el país. La primera evasión de Fito ocurrió la noche del 11 de febrero de 2013 en La Roca, la entonces cárcel de máxima seguridad de Guayaquil. Aquella noche, un grupo de reos altamente peligrosos inició un motín coordinado. Armados con pistolas y cuchillos, amedrentaron y redujeron a los guardias, a quienes inmovilizaron y despojaron de sus uniformes. Tras tomar el control interno del penal sin dejar heridos ni muertos, los presos abrieron un boquete en una pared trasera de la prisión para alcanzar la orilla del río Daule. Allí los esperaba una lancha en la que huyeron bajo la oscuridad. La alarma de fuga no se activó sino hasta dos horas después, cuando las autoridades finalmente encontraron a los celadores atados. Para entonces, hasta 18 reclusos de alta peligrosidad –incluyendo miembros de Los Choneros y otros delincuentes que figuraban entre los más buscados de Ecuador– ya se habían esfumado en la noche.La fuga masiva representó un golpe a la imagen de seguridad estatal en plena época electoral de 2013, lo que obligó a una reacción enérgica. De inmediato, todos los guardias y el director de la cárcel fueron arrestados para investigaciones sobre una posible complicidad o negligencia. El propio Correa, en declaraciones públicas un mes después, se dirigió a los fugitivos con firmeza: “Están perdiendo el tiempo, entréguense lo antes posible, pues el peor error que pudieron cometer fue fugarse”.
Entonces el Gobierno dejó claro que no negociaría con los prófugos, rechazando peticiones como las de la madre de Fito (quien pedía garantías para la rendición de sus hijos) y advirtiendo que, de ser necesario, las fuerzas del orden harían uso legítimo de la fuerza para capturarlos.A lo largo de ese año, uno a uno, los 18 evadidos de La Roca fueron cayendo en Ecuador y otros países de la región. Entre ellos se contaba también Jorge Luis Zambrano, alias “Rasquiña” –entonces líder de Los Choneros–, quien resultó ser el último capturado, en noviembre de 2013, en Colombia.
Tras su recaptura, José Adolfo Macías fue trasladado al moderno Centro de Rehabilitación Social Regional Guayas, a las afueras de Guayaquil, para continuar cumpliendo su condena de 25 años por un asesinato ocurrido en 2011. En esa cárcel alias Fito se llenó de privilegios, desde visitas de sus parejas sentimentales, hasta negociaciones y lujos.En enero de 2024, Ecuador enfrentó una nueva pesadilla penitenciaria. Para entonces, el país vivía una escalada de violencia ligada al narcotráfico, agravada tras el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio en agosto de 2023, crimen en el cual Fito era uno de los sospechosos, pues el narco y su gente habían amenazado al entonces presidenciable.
En medio de ese tenso contexto, con el recién posesionado presidente Daniel Noboa prometiendo mano dura contra el crimen organizado, ocurrió lo impensable: alias Fito se fugó nuevamente de prisión. El cabecilla de Los Choneros, quien cumplía una sentencia acumulada de 34 años por narcotráfico, crimen organizado y homicidio, desapareció de la Cárcel Regional de Guayaquil a inicios de 2024 en circunstancias que hasta hoy no han sido esclarecidas del todo. Las autoridades calificaron la escapatoria de “misteriosa” y admitieron que, en el momento de conocerse, no tenían explicación de cómo Macías logró burlar los controles de la prisión.Las consecuencias inmediatas de la fuga de Fito en 2024 fueron caóticas y violentas. Su escape pareció ser la chispa que encendió un polvorín: en los días posteriores se desataron Ante esta arremetida sin precedentes, el gobierno de Noboa respondió declarando que el país enfrentaba un “conflicto armado interno”. Esta figura extraordinaria permitió desplegar a las Fuerzas Armadas tanto en las calles como dentro de las prisiones, militarizando la seguridad pública en un intento desesperado por contener la ola de violencia. El escape de Macías Villamar llevó al gobierno a catalogarlo como objetivo militar prioritario y a colocarle el rótulo del criminal “más buscado” del país. El Ministerio del Interior ofreció incluso una recompensa de un millón de dólares por cualquier pista que condujera a su paradero.
Finalmente, el 25 de junio de 2025, ese esfuerzo rindió frutos. Agentes de fuerzas especiales y militares dieron con una pista clave al seguir los movimientos de un hombre de confianza de Fito en la ciudad costera de Manta. Todas las piezas encajaron cuando detectaron una vivienda de lujo en el barrio La Tejedora de Manta, perteneciente a la pareja sentimental de Macías. Esa vivienda había sido allanada en enero de este año, pero no se había detectado a alias Fito. Bajo fuertes medidas de sigilo, las autoridades cercaron 15 manzanas a la redonda de la propiedad para preparar el asalto.
Lo que descubrieron superó las expectativas: Con la ubicación confirmada, se activó el operativo final. Bajo el nombre clave de “Gran Fénix 28”, un contingente de más de 100 efectivos del Bloque de Seguridad inició un operativo de 10 horas para capturarlo. Según los reportes oficiales, no hubo necesidad de disparos: las fuerzas especiales ingresaron al inmueble sin enfrentar resistencia armada. Utilizando tecnología de vigilancia aérea, detectaron una zona de tierra removida detrás de la casa y ordenaron el ingreso de maquinaria pesada para excavar. Al sentir que “el techo de su búnker se venía abajo”, según declaró el ministro del Interior, John Reimberg, Macías entró en pánico y abrió la escotilla de su escondite, entregándose a los militares que ya lo esperaban afuera. Así, sin un solo tiro, culminó la larga cacería: Fito volvía a estar esposado bajo custodia del Estado.Minutos después de la captura, Macías Villamar fue trasladado con un fuerte contigente a Guayaquil. Esa misma noche llegó custodiado a las celdas de La Roca, la misma cárcel de máxima seguridad de la que se había fugado doce años atrás.En Quito, los ministros de Defensa e Interior presentaron a la prensa detalles del operativo que dejó fotografías históricas que exhiben a un Fito cabizbajo y esposado, custodiado por soldados.
“Cayó Fito y van a caer todos”, declaró triunfante el ministro de Defensa, Gian Carlo Loffredo, y subrayó que la exitosa captura demostraba la efectividad del nuevo marco legal y las estrategias de seguridad implementadas por el gobierno. Loffredo cuestionó que “ciertos actores políticos” –en alusión al correísmo– hayan criticado o intentado frenar esas leyes “para proteger a sus socios”, y afirmó enfáticamente que el Gobierno de Noboa no pacta ni pactará con mafias, sino que las enfrenta con resultados.La respuesta desde el Palacio de Carondelet fue igualmente contundente. El presidente Noboa, en una El capítulo más reciente de esta saga llegó a su fin en aquel búnker de Manta, pero las preguntas que deja son numerosas: ¿cómo pudo un solo hombre burlar dos veces al sistema penitenciario? ¿Qué redes de corrupción o complicidad lo facilitaron? Y, sobre todo, ¿logrará el Estado ecuatoriano evitar que se repita una historia similar en el futuro? Las autoridades actuales han capitalizado políticamente la captura de Fito para reforzar su discurso de mano dura, mostrando al mundo que Ecuador no cede terreno ante el narcotráfico. Pero la verdadera prueba será a largo plazo: mantener el control de unas cárceles convulsas y transformar la “victoria” de la recaptura en avances sostenibles contra el crimen organizado.
Fuente: telam
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