28/06/2025
“Alerce Abuelo”, el gigante de más de 2.600 años que guarda los secretos del bosque patagónico y nació antes que América

Fuente: telam
Es el árbol más longevo del suelo argentino: nació cuando el mundo aún era más bosque que frontera, antes del cristianismo y mucho antes de la historia de nuestra nación. Su historia en el Día del Árbol
>Testigo magnánimo de la historia. Altivo y solitario; adorado y consagrado. Lo llaman lahuán (alerce en mapuche), y quienes crecieron cerca de él aseguran que sus ramas murmuran la historia secreta del bosque cuando el viento sopla fuerte y que en su tronco —rugoso, hondo, casi herido por los siglos— habita una memoria tan antigua que no pertenece a los humanos. El Alerce Abuelo vio pasar más de 2.620 inviernos: nació cuando el mundo aún era más bosque que frontera, antes del cristianismo y mucho antes de la historia argentina.
Allí, entre barbas de viejo, cipreses y coihues, lengas y arrayanes, sigue siendo vigía del tiempo; y, como todo sabio, conoce los secretos del bosque y los guarda en silencio. Para los pueblos mapuche y tehuelche, es un espíritu del bosque, un ser sagrado que protege la tierra y vincula a los vivos con los que ya no están.
Llegar a él no es fácil. Será por eso que aún sigue vivo. Está parado en las profundidades del Parque Nacional Los Alerces, entre laderas húmedas, lagos y en un bosque que parece detenido en el tiempo. El Alerce Abuelo vive en el corazón del Alerzal Milenario, un sector de acceso restringido al que solo se llega navegando el Lago Menéndez y luego caminando entre coihues, cipreses y plantas autóctonas que se aferran a la tierra empapada.
Allí, la vida avanza con una lentitud solemne. La Fitzroya cupressoides, su especie, crece apenas un milímetro por año, pero puede vivir milenios. Su madera rojiza, resistente a la putrefacción, fue durante siglos objeto de deseo: casas, techos, durmientes de ferrocarril. Muchos cayeron. Él no. Tal vez porque quienes lo conocían lo mezquinaban a otras miradas, tal vez porque estaba lejos de todo o porque supo esconderse. O porque el bosque lo defendió.
Recién en 1926 su existencia fue documentada oficialmente: el botánico tucumano Miguel Lillo, de paso por la región en una expedición científica, se topó con este árbol imponente. Fascinado por su tamaño y por lo que intuía como una antigüedad extraordinaria, recomendó su protección. Décadas después, esa sugerencia se convertiría en una de las razones fundacionales del parque nacional que hoy lo resguarda.Esta región forma parte de la Reserva de Biosfera Andino Norpatagónica y fue declarada Sitio Patrimonio Mundial por la UNESCO en 2017, reconociendo su valor ecológico y cultural. Este reconocimiento internacional refuerza su protección y obliga al Estado argentino a conservar el área.
Para los pueblos mapuche y tehuelche, los alerces no eran simplemente árboles. Eran espíritus tutelares, ancestros que habían elegido enraizarse para cuidar el mundo desde la quietud. Cada lahuán era un guardián del equilibrio natural, y los más antiguos, como el Abuelo, eran considerados sabios silenciosos, capaces de escuchar el murmullo de los siglos.El Alerce Abuelo, por su edad, por su tamaño, por lo que representa, se convirtió con el tiempo en una figura casi totémica. Está protegido por ley y, desde 2017, forma parte del área que la UNESCO declaró Patrimonio Mundial: más de 180.000 hectáreas de bosques andino-patagónicos conservados, libres de intervención humana directa. Sin caminos ni infraestructura invasiva, apenas un sendero mínimo permite a algunos acercarse con respeto.
A su alrededor, no hay multitudes ni ruido. Solo caminantes que, de vez en cuando, lo rodean en silencio, que le dejan piedras, deseos, algún susurro. Hay quienes buscan abrazarlo. Hay quienes lloran a su lado... Porque el Abuelo es historia, memoria viva. Una presencia que confronta a las personas con su finitud y fragilidad. Es un espejo de lo que aún queda en pie, y de lo que aún puede salvarse.Más allá de los Andes, en la región de Los Ríos, al sur de Chile, otro anciano vegetal resiste el paso del tiempo. El Gran Abuelo, tendría una edad estimada mayor a los 5.000 años, según investigaciones lideradas por el ecólogo chileno Jonathan Barichivich. Se trataría del árbol más longevo del planeta, que pelea con el Methuselah (Matusalén), un pino de Bristlecone (Pinus longaeva) que crece a 3.000 metros de altitud en las Montañas Blancas, en el este de California.A diferencia del Alerce Abuelo argentino, la edad del Gran Abuelo no pudo determinarse por completo mediante barrenas tradicionales: su centro está deteriorado. Por eso, Barichivich utilizó métodos no invasivos y modelos estadísticos para estimar su longevidad. Aunque el estudio aún no fue revisado por pares, plantea un dato asombroso: este árbol podría haber nacido hace más de cinco milenios, cuando aún no existía la escritura.
Hasta el momento, el árbol más antiguo con edad comprobada científicamente es el Methuselah. Tiene 4.850 años según el conteo de anillos. Para protegerlo, su ubicación exacta se mantiene en secreto. Aunque Methuselah no es grande ni llamativo y no tiene la imponencia del alerce, su tronco compacto y su copa torcida resisten los vientos más duros del hemisferio norte. Como si la longevidad no requiriera belleza, sino paciencia.Detenerse frente a un árbol que vivió 2 mil, 4 mil o 5 mil años, es ver cómo el tiempo se desdibuja. De lado quedan relojes y calendarios para medir el paso del tiempo. Sólo están las capas de corteza, en silencios densos, en anillos que cuentan historias sin decir palabra. Cada uno de estos árboles es un archivo viviente, una biblioteca natural sin escrituras. Pero también —y sobre todo— son maestros: enseñan a resistir, a adaptarse sin rendirse, a permanecer sin perder el alma.La ciencia los estudia, mide sus edades, preserva sus datos. Las comunidades nativas aún los honran, los protegen, les hablan en voz baja. Con el objetivo de protegerlos, desde 1969, cada 28 de junio se celebra el Día Mundial del Árbol, fecha institucionalizada por recomendación del Congreso Forestal Mundial en Roma, bajo el auspicio de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Fuente: telam
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