Domingo 22 de Junio de 2025

Hoy es Domingo 22 de Junio de 2025 y son las 15:20 ULTIMOS TITULOS:

22/06/2025

Cafetines de Buenos Aires: el bar centenario que funciona como sede social del barrio de La Boca y exhibe donaciones de vecinos

Fuente: telam

Se llama Café Roma Bar y desde 1905 ocupa la esquina de Almirante Brown y Olavarría, en el sur del mapa porteño. Había nacido como un almacén de despacho de bebidas y a comienzos del siglo XXI rejuveneció con la compra de sus últimos dueños. La penetración cultural y su influencia musical con referencias del calibre de Carlos Gardel y Fito Páez

>Si existe —o existió— un barrio fértil para la instalación de cafetines, ese fue La Boca. Dentro de la tipología de comercios de fines del siglo XIX y principios del XX, los cafetines eran propuestas sencillas, frecuentados por gente de baja condición social y ubicados en zonas orilleras como la ribera del Riachuelo. Son pocos los exponentes que aún se están funcionando de los años cuando el barrio funcionaba como puerto. Uno de esos, con 120 años, sobre sus mesas aún perdura el Roma.

¿Qué puede decirse del vecindario para cuando despuntaba el siglo XX? La Avenida Almirante Brown estaba plagada de cafés, teatros y cabarets en las cinco cuadras que van desde Pinzón hasta el borde sur, la ribera Pedro de Mendoza. Y su hermana paralela, Necochea, era la arteria por donde se silbaban los tangos de la Guardia Vieja. Las primeras orquestas o solistas que tocaban en los cabarets, cafés concierto o bailetines.

Fue por esos años que el almacén bar se ganó una anécdota sin igual. El hecho ocurrió “allá por el año once” como rezan los versos escritos por Enrique Cadícamo para el tango El Morocho y el Oriental que Ángel D’Agostino compuso en 1946. La milonga comienza con un recitado que dice así: “Viejo café sesentón que por La Boca existía, allá por Olavarría esquina Almirante Brown”. La letra recuerda una noche en la cual un tal Cafieri copó la parada dentro del boliche para anunciar “aquí traigo una yunta que cantando hacen primores” y, a continuación, presentó a un dúo de muchachos. Los anunció de esta manera: “este mozo es El Morocho y este Pepe, El Oriental”. Recién al final del tango la genial pluma de Cadícamo revela la identidad de los cantantes: “Ah, café de aquel entonces de la calle Olavarría donde Cafieri caía allá por el año once. De cuando en el arrabal de guapo tenía cartel, y el morocho era Gardel y Razzano, El Oriental”.

La anécdota es cierta. Cafieri era un taita de La Boca que introdujo a esta pareja de amigos por el barrio. Se sabe también que por el viejo bolichón pasaron muchos otros tangueros como Juan de Dios Filiberto, Agustín Bardi, Genaro Espósito, Francisco Canaro, Eduardo Arolas y los payadores Hilario Cazón y Gabino Ezeiza.

Los primeros Randazzo llegaron al país en la segunda mitad del siglo XIX. El negocio que emprendieron fue una florería en la calle Rodríguez Peña, Recoleta. Para 1910 —más o menos en sincronía con la noche del dúo Gardel-Razzano en el Roma— se mudaron a la Avenida Almirante Brown, La Boca, donde la ciudad latía. Este hecho pone en contexto lo que representaba el barrio para la ciudad. Los Randazzo forman parte de la historia de La Boca. A la tradicional florería le sumaron una larga trayectoria gastronómica en sus calles.

En 1962 crearon la pizzería Augusto, que aún se mantiene abierta. En 1980 compraron La Barca de Bachicha, la de Pedro de Mendoza, hasta que la mudaron bajo el nombre de Bachicha y, finalmente, cerró. También fueron dueños de El Argentino, en Alte. Brown y Villafañe. Y, en la actualidad, las ramificaciones familiares alcanzan al Bar Cosme, frente al Hospital Argerich, y la cervecería Py Margall, todos negocios ubicados en territorio boquense.

Ni bien tomaron posesión, los Randazzo se propusieron recuperar ese rincón mítico de La Boca. El local estaba muy degradado y el interior carecía de valor. Las obras incluyeron el retiro del falso techo hasta exhibir la bovedilla original. Le cambiaron el piso por el típico dibujo en damero. La barra de ladrillo a la vista que le daba aspecto de pizzería, fue recubierta con madera. Y para dar la sensación de antigüedad que le correspondía a los años de vida del comercio, compraron viejas estanterías y amoblamientos.

Por ejemplo, el mueble que está detrás de la barra perteneció al Bar Ritano, un boliche con billares ubicado en Almirante Brown y Brandsen, a cuadra y media, donde hoy funciona un supermercado. Una reja exhibida en una de las paredes del salón perteneció al viejo correo del barrio. Y la mayor parte de los objetos exhibidos fueron donaciones de vecinos que, ante la pérdida de sus seres queridos, los llevaron al café a modo de dejar constancia y dar el presente espiritual en el lugar que los difuntos frecuentaban a diario.

El Café Roma Bar abre de lunes a sábado a partir de las 7. Atravesar su doble puerta vaivén de Olavarría 409 es introducirse en la historia de La Boca. La calidez familiar se aprecia en todos los detalles. En el personal que conoce gustos y vicios de cada parroquiano como en la presencia de sus dueños detrás de la barra.

Muchos colectivos culturales se reúnen en sus mesas. El Roma funciona como sede social para artistas, educadores, ex compañeros de colegio y vecinos que se citan para compartir un café y una charla como si el salón fuera la extensión del living de sus casas.

También me cuenta Eduardo que fueron sus tías las que cuidaron de Fito Páez. En su libro Infancia & Juventud, Fito cuenta que vivió en un departamento frente al Roma. En el edificio conoció a dos mujeres, Elvira y Sandra Randazzo, que vivían cuatro pisos más abajo y se convirtieron en sus protectoras. Fito narra cómo lo vestían y alimentaban. En la misma torre vivían los padres de Eduardo, y abuelos de Antonella. En esa casa Fito compuso su álbum Del ‘63. Por entonces, el Café Roma Bar no estaba en manos de la familia Randazzo, pero ya daban señales de lo que podían ser como anfitriones. No hay testimonios del paso de Fito por el Roma mientras era atendido por Octavio y Prudencio, pero vamos, no tenía más que cruzar la calle.

En el Roma tuve la suerte de escuchar las mejores anécdotas de Jamaica de boca de Fats Fernández y el baterista Néstor Astarita, a quien acompañé una tarde para ver a su amigo. El Club Jamaica fue un enclave del jazz argentino. Estaba ubicado en San Martín y Viamonte. Allí tocaron Zoot Sims, Ella Fitzgerald, Coleman Hawkins, Kenny Dorham, los argentinos Gato Barbieri, Baby López Furst, Mono Villegas, Oscar Alemán, Sergio Mihanovich y Jorge Anders. Fats y Néstor grabaron en Jamaica su primer LP en 1959.

Todas las comunidades disponen de espacios o arena donde se congrega el pueblo. En algunos casos, lo llaman Coliseo. La Boca tiene a Roma.

Instagram:@cafecontado

Fuente: telam

Compartir

Comentarios

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!