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22/06/2025

Cynthia Rimsky: “En este país todo el tiempo se habla de corrupción, pero el corrupto siempre es el otro y uno es honesto al 100%”

Fuente: telam

La escritora chilena radicada en Argentina habla de su novela “Clara y Confusa”, ganadora del Premio Anagrama, en la que se cruzan temas como el amor, el arte, el abuso de poder y las prácticas corruptas

>Dice: “Escribir es la parte que menos me gusta. A mí me gusta reescribir”. Dice también: “Lo que uno primero pone en la página, a mi parecer, es pura información; es el qué ocurre y a mí me interesa el cómo ocurre”. Quien habla es Cynthia Rimsky nació en Santiago de Chile en 1962 y vive en Azcuénaga, un pueblo de la provincia de Buenos Aires, en la Argentina. Fue periodista y algunos de sus libros son Poste restante, La novela de otro, Los perplejos, Ramal, El futuro es un lugar extraño, La revolución a dedo, La vuelta al perro y Yomurí. Ha recibido varios premios y es profesora de la Universidad Nacional de las Artes, en Buenos Aires, y del Diplomado de Escritura de la Universidad Católica de Valparaíso. Con Clara y confusa, para sorpresa de muchos y también de ella misma, como contará en esta nota, Rimsky ganó en 2024 el prestigioso Premio Herralde de Novela.

Los protagonistas de la novela son dos seres desubicados, fuera de lugar. Son el narrador de la historia, Salvador, un plomero novel que funciona como detective de filtraciones fantasmas y Clara, una artista conceptual a la que los críticos y los pares ignoran. Él se enamora locamente; ella todo el tiempo pone límites singulares.

Clara y confusa es una novela diferente, casi diría que sencilla para leer y difícil de describir. Si uno se pregunta de qué se trata, se responde: “De esto, de esto y de esto”. Es una novela fragmentaria, que se va leyendo de a cachitos, también.

— Viajera dentro de tu propia literatura.

Yo creo que sí. Y, entre medio, encuentro otra cosa y sigo otra cosa, y así. Como cuando uno viaja. No sé si te pasa a ti, pero uno se pone un punto, por ponerse algo. Y la mayoría de las veces nunca llega a ese lugar.

Claro. A mí me jodieron, fíjate. Me quitaron una parte del deseo de viajar cuando hubo que poner fecha al pasaje de vuelta, porque antes no era así, ¿te acuerdas? Uno dejaba el pasaje abierto y dos semanas, una semana antes de querer volver, ponía la fecha. Y cuando ya te exigen la fecha de vuelta, a mí ya hay algo que me pasa con eso.

— Hay varias cosas que dejaron de dar ganas, porque manejarse en los aeropuertos hoy es también es tremendo.

— Así es. Pero volvamos a Clara y confusa. Tenés muchos libros publicados, te leemos hace mucho, pero siempre trabajabas dentro de la cosa más híbrida. Y acá, sin embargo, escribiste claramente una novela, por más extraña que pueda resultar. Es una novela que, por otra parte, participó de un concurso y lo ganó. ¿Cómo fue la sorpresa de recibir este Premio Herralde, tan consagratorio?

— Bueno, primero lo de la novela fue como un desafío. Siempre me dicen que escribo cosas raras, que no se sabe dónde poner los libros, si en Ficción o No ficción. Y me dije: ¿y qué será escribir una novela? Y bueno, escribí una novela. Fue como un ensayo. Dije: ¿qué tan difícil será? Además, me gustan los desafíos. Y, respecto al premio, llevaba como dos o tres años escribiendo la novela y de repente veo el llamado al concurso y dije: bueno, uso esto para terminar la novela. Y la mandé así, como uno manda una botella al mar con un mensajito, ¿no? No tuve ninguna expectativa. De hecho, después yo ya estaba casi por firmar contrato con una editorial por esa novela, o sea, nunca pensé que me lo iban a dar a mí. Es divertido escribir una novela sobre una artista no reconocida y que esa novela se gane un premio.

Sí, me reí mucho escribiendo esta novela. Jugué mucho con el lector, con las lectoras, introducía las bromas y decía: acá se van a reír. O sea, fue muy, muy agradable, porque en realidad escribir tiene partes muy sufrientes y en cambio esta novela en general fue muy agradable. Y cuando había partes sufrientes, en el sentido de que no se me ocurría nada, lo tomaba más como un desafíomás que como: “no se me ocurre nada, no se me ocurre nada” o “esta novela va a morir acá”. No, era como “a ver cómo lo hago”. Entonces, hubo como un cambio de actitud con esta novela. Y el humor, no sé, esta novela fue medio post pandemia y me pareció que había que reírse. Fue también cuando apareció (Javier) Milei y dije: “No, acá hay que reírse, Yo no me voy a deprimir cuatro años”. Esa fue la idea.

— Sobre todo en cierto momento de la vida, cuando uno necesita capitalizar el tiempo que nos queda. (Risas)

— Fue entonces como un viraje en relación a tu escritura y a los efectos de tu escritura, uno podría pensar. Una búsqueda.

Sí, totalmente. Yo siento que me dejé llevar totalmente por la imaginación y dejé atrás la conciencia política. Aunque todas mis novelas son políticas, pero acá realmente me dejé llevar por la imaginación y nada más. Yo iba detrás y me iba llegando. Y yo iba viendo como la acomodaba, era como la persona que le daba espacio, que le creaba un nido a la imaginación.

Lo primero fue el título. No tenía nada más que el título, nunca me había pasado eso. Apareció así porque a mí siempre me decían que yo era confusa para escribir, y sobre todo en periodismo, ¿no? Entonces, la última vez que me lo dijeron yo dije: ya basta, voy a escribir sobre la confusión, a ver qué es eso. Es como con mi signo. Yo soy Libra y entonces la gente piensa que soy equilibrada, y no. Yo estoy todo el tiempo tratando de armar algo entre el desequilibrio y el equilibrio. Entonces me pareció interesante esa idea de jugar con la claridad y la confusión, que no es una ni es otra, sino que es la tensión en la que estamos todo el tiempo. Y, por otra parte, combatir esto de que se nos exige tanta claridad y por más claridad que hay, uno entiende cada vez menos. Y el mundo, sin embargo, está lleno de explicaciones. O sea que las explicaciones no están sirviendo de nada.

“La mala hierba permaneció en el roto corazón.

Levantó su cabeza, empapada

y contestó entonces: ‘Crezco’, dijo,

— Lo leí y me pareció precioso. Y, después, alguien ¿sabes lo que me dijo? Que la mala hierba era el porro.

Sí, alguien especializado en poesía me dijo eso.

— Una vez estaba viendo por Instagram a Juan Manuel Silva, un poeta chileno que la traduce a Bishop y tradujo este verso. Y le pedí permiso para usarlo y me dijo: Por supuesto. Y, no sé, hubo algo como que me iluminó en ese texto. Esta alocución directa al corazón, esta conversación con el lector, también, ¿no?

Nunca antes había hecho eso.

— Es muy bonita.

Y, además, después ya dice que en Parera nunca nieva. Con esta idea como de estar poniendo siempre todo en duda. Esa es un poco la novela: tiras una cosa y después la pones en duda. Esa idea surgió una vez que estaba buscando qué era la casualidad, qué era el azar y llegué a esos libros y revistas como de autoayuda. Y esto es una cosa que se supone que es en India, aunque esas cosas nunca son de India, por supuesto. Pero ahí aparecía eso y yo la trabajé con otro lenguaje.

Claro, yo no escribo los libros, los voy construyendo. O sea, encuentro esto, por ejemplo, en revistas como Muy interesante, no sé. Y el artículo tenía como fórmulas. Me encantan estas fórmulas que tratan de parecer como saberes que ayudan a la gente a vivir. Entonces pesco eso y lo transformo, hago como collage. De repente meto poesías en el texto; nadie se da cuenta. Son líneas de poesía.

— Es un montaje. Me encanta la elipsis, el montaje.

— Cuando trabajo enseñando a escribir trato como de enfatizar que una cosa muy importante es la construcción de la mirada y no trabajar solamente con el discurso, sino con la materialidad, con objetos. Da lo mismo si terminan escribiendo o no les alumnes, pero lo importante es que construyan una mirada personal sobre el mundo, ¿no? Creo que va por ahí, por lo menos para mí. Yo publiqué tarde, a los 40 años y lo que me inquietaba era: qué voy a decir yo, si hay unos escritores y escritoras maravillosas. Entonces ahí dije: bueno, tengo que construirme una mirada que sea interesante, que aporte algo, alguna luz. O alguna opacidad, ¿no?

— ¿Y como lectora también lo que te interesa es esa singularidad en los autores?

— En todo.

— ¿Y cómo surge Clara, ese personaje tan tortuoso?

— Se resiste y al mismo tiempo no es reconocida, no tiene público, sus pares también la ignoran. Y lo que aparece ahí es el tema de los circuitos de legitimación y cómo se construyen. Y pensaba que, mientras tanto, Salvador es aceptado de otra manera, legitimado en el sindicato. Y entonces aparecen las corrupciones más grandes y las corruptelas más vulgares en los distintos circuitos, en el del arte y también en el de los plomeros.

— Sos chilena pero vivís acá hace muchos años. Viniste por razones personales y te quedaste. ¿Sentís que vivir cerca de lo tuyo, pero dislocada en un punto, te ayudó a construir una obra más sólida? ¿Podés escribir mejor estando lejos de tu lugar de origen?

— Es muy buen adjetivo para describirte.

— Le tenés cero miedo a la cuestión de la apropiación cultural, veo (Risas). Hablabas de tu pueblo, y justamente el pueblo es otro protagonista de Clara y confusa. El pueblo, la fiesta del pastelito, todas esas ironías que aparecen. Y esa vida de pueblo. Yo te preguntaba si vivir acá te había ayudado a liberarte y a construir mejor tu obra o en mejores condiciones. ¿La vida de pueblo también te ayuda?

— En términos de la naturaleza, decís.

— ¿Y ese proceso te interesa porque sos periodista, también? ¿O por qué te interesa?

— Porque tu mirada cambió.

— ¿Tu mirada, no? Porque a lo mejor una cosa era hace unos años y otra cosa es ahora.

— ¿Estás más cómoda?

— Entiendo. Vuelvo a Clara, que pone muchísimas restricciones en su relación amorosa con Salvador. ¿Quisiste ironizar? ¿Quisiste poner algo extraño dentro de esta vida, de esta historia? ¿Cómo surge eso?

— En la novela buscaste describir qué pasa con quien mira eso, ¿no?

— ¿Y siempre fue una novela breve? Lo pregunto porque es como si estuvieras seteada para textos que en realidad no pasan de determinada extensión.

— ¿Te referís a la división en las tres partes: Cinco años, Cinco meses, Cinco días?

— La figura de la crítica de arte está construida entre el humor y la crueldad. Y ahí aparece la arbitrariedad. Pero el gusto es arbitrario, ¿no?

—¿Eso cambió en Chile?

— Estás diciendo, por ejemplo, que el hecho de que hoy existan las redes sociales como antes existieron los blogs....

— Pero también pasa en la literatura, que de pronto puede pasar que el gran aparato, o lo que antes era el gran aparato, sigue con los mismos autores o los mismos artistas. Mientras, por otro lado, hay gente que llega como desde la periferia.

— ¿Y cómo te sentiste y cómo te sentís dentro de lo que es en realidad el circuito literario local en la Argentina?

— Hablábamos al comienzo de viajes y de cómo viajás dentro de tu propia literatura. A mí me interesa mucho tu mirada como periodista y como autora, como alguien que además trabaja con la lengua y con los objetos, como mencionabas antes, y que tenés particularmente una mirada muy propia en los viajes. No sé cuánto fue ensayada, cuánto la practicaste, cuánto hay de una decisión. Pero cuando escribís sobre los lugares que no conocés, ponés el acento en cosas particulares. Contame cómo se construyó esa mirada.

— La deriva, esa es la figura.

— Pero en la novela también hay algo de eso. Y cada uno de esos fragmentitos o de esas frases están como muy elaborados. Y ahí es donde te quiero preguntar: ¿vos escribís de corrido y después vas corrigiendo? ¿Vas corrigiendo mientras escribís? ¿Te planteás: “voy a escribir diez páginas” y las corregís? Hablame un poco de procedimientos en tu escritura.

Fuente: telam

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