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21/06/2025

Día Internacional del Sol: los últimos datos sorprendentes de nuestra estrella

Fuente: telam

Coincidiendo con el solsticio de verano en el hemisferio norte, esta fecha muestra al astro rey como protagonista de las agendas de todo el mundo, ya que se celebran eventos destinados a concienciar sobre la importancia del sol para nuestro planeta

>Cada 21 de junio, coincidiendo con el solsticio de verano en el hemisferio norte, se celebra el Día Internacional del Sol. La fecha busca destacar el papel central que cumple esta estrella en los procesos fundamentales del planeta y especialmente en la actualidad, donde atraviesa su período de máxima actividad.

Este año, la celebración llega en un momento particularmente intenso: el máximo de su ciclo de actividad, que deja señales visibles en la Tierra y obliga a monitorearlo con precisión creciente ante el temor de grandes tormentas solares que pueden, además de brindar espectaculares auroras polares, también pueden dañar satélites y torres de energía eléctrica.

Este vínculo esencial motivó a distintas organizaciones a impulsar actividades de divulgación y reflexión en torno al Sol, con un foco especial en las energías renovables, en especial en regiones donde su aprovechamiento sigue siendo bajo.

En el plano científico, uno de los proyectos más ambiciosos dedicados al estudio del Sol es la misión La misión espacial busca entender mejor cómo evoluciona el comportamiento solar y prever sus consecuencias en la Tierra. Aunque fue concebida mucho antes de este ciclo solar actual, sus observaciones cobran nueva relevancia en un contexto marcado por fenómenos extremos de origen solar.

El ciclo solar número 25, que comenzó en 2019 y se extenderá aproximadamente hasta 2030, ingresó en su fase más intensa, conocida como máximo solar. Durante esta etapa, aumentan las manchas solares, las erupciones y las emisiones de plasma que viajan desde el Sol hacia el espacio.

“Una tormenta solar o también denominada tormenta geomagnética se produce cuando grandes cantidades de energía electromagnética o partículas cargadas viajan desde el Sol e interactúan con el campo magnético terrestre”, explicó Las tormentas más severas, según los especialistas, pueden afectar directamente la electrónica de los satélites, provocar errores en los sistemas de navegación y dañar equipos en tierra. Claudio Martínez, astrónomo y divulgador, señaló que “estamos en el máximo de actividad solar del ciclo 25, así que por eso hay más probabilidad de que haya tormentas solares fuertes”.

El fenómeno no solo altera los dispositivos en órbita. Cuando las partículas alcanzan la Tierra, provocan fluctuaciones en el campo magnético que impactan sobre las rutas de propagación de ondas electromagnéticas, claves para la aviación y las comunicaciones de alta frecuencia.

También pueden generar cortes eléctricos en regiones de alta latitud, donde la protección del campo magnético terrestre es menor.

En los últimos meses, se observaron auroras australes y boreales en latitudes inusuales, como el sur de América del Sur y el norte de Europa. Aunque se trate de un espectáculo visual llamativo, estas señales indican que la actividad geomagnética del Sol alcanzó niveles significativos.

La vigilancia del comportamiento solar se convirtió en una tarea crítica para distintas agencias espaciales y meteorológicas.

“Las tormentas se producen básicamente por dos fenómenos originados en el Sol: una gran emisión de radiación electromagnética y una gran emisión de partículas, es decir, materia”, detalló Bagú. Estas emisiones se detectan a través de imágenes y mediciones satelitales que permiten prever su llegada a la Tierra con un margen de anticipación que oscila entre horas y días. Aun así, el pronóstico exacto de su impacto sigue siendo un desafío, sobre todo en lo que respecta a la intensidad de las perturbaciones.

El plasma solar, clave en estos procesos, está compuesto por átomos ionizados, es decir, átomos a los que les faltan electrones. Al viajar por el espacio en forma de viento solar, este conjunto de partículas transporta energía que modifica el entorno electromagnético de los planetas. Cuando llega a la Tierra, el campo magnético terrestre actúa como escudo y canaliza parte de esas partículas hacia los polos, donde generan descargas que se traducen en luz visible.

Los modelos actuales permiten prever que la fase de mayor actividad continuará durante el resto del año, con un pico entre mediados y fines de 2025. El seguimiento de las regiones activas del Sol, especialmente aquellas que giran hacia la Tierra, es fundamental para anticipar nuevas erupciones. Según los astrónomos, al menos cinco zonas de manchas solares fueron observadas recientemente en la cara opuesta del Sol, una de ellas con características que incrementan la posibilidad de nuevos impactos.

La misión CODEX de la NASA capturó nuevas e impresionantes imágenes de la atmósfera exterior del Sol, conocida como corona, revelando que está lejos de estar tranquila, con corrientes irregulares y racheadas de plasma caliente.

Mediante el uso de filtros precisos, CODEX puede medir tanto la velocidad como la temperatura del viento solar: el flujo constante de partículas cargadas que fluye desde el Sol.

Desde su nacimiento, hace unos 4.600 millones de años, el Sol pasó por diferentes etapas de evolución. Hoy, se encuentra en la mitad de su vida útil, que se estima alcanzará unos 10.000 millones de años.

Esa energía viaja durante miles de años hasta alcanzar la superficie, donde la temperatura desciende a unos 5.500 grados, y luego recorre 150 millones de kilómetros para llegar a la Tierra en solo ocho minutos.

Más allá de su papel como fuente de luz y calor, el Sol representa el 99,8% de toda la masa del Sistema Solar. Su campo gravitacional es el que mantiene en órbita a los planetas, incluidos la Tierra y sus satélites.

En comparación con otras estrellas de la galaxia, el Sol es de tamaño medio. Su diámetro equivale a 109 veces el de la Tierra, pero está lejos de gigantes como Betelgeuse o VY Canis Majoris. Aun así, su influencia resulta desproporcionadamente grande: no solo sostiene la vida, sino que también condiciona sistemas energéticos, redes de comunicación y hasta decisiones científicas y políticas a escala planetaria.

Por eso, conocer su comportamiento no es un objetivo lejano para la ciencia, sino una necesidad práctica y urgente. Las tecnologías de observación, como las que utiliza la sonda Solar Orbiter, permiten acercarse a regiones del Sol que antes eran inaccesibles.

Fuente: telam

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