Miércoles 18 de Junio de 2025

Hoy es Miércoles 18 de Junio de 2025 y son las 10:31 ULTIMOS TITULOS:

18/06/2025

Un libro en dos mil palabras: “El proceso”, de Kafka, una acusación sin causa y un descenso sin fin

Fuente: telam

Un hombre es arrestado y arrastrado por un juicio interminable, sin reglas claras ni posibilidades de defensa. Publicado en 1925, es un clásico universal. Aquí te lo contamos, en texto y audio

>Algunos libros no se leen, se habitan. Nos envuelven con una atmósfera, una lógica propia que altera nuestras coordenadas más elementales. Tal es el caso de El proceso, novela inacabada de Franz Kafka publicada póstumamente en 1925, que narra el lento e inexorable hundimiento de Josef K., un empleado de banco que es arrestado una mañana sin saber por qué. Desde entonces, el protagonista intenta sin éxito comprender y defenderse ante un tribunal que nunca ve, en un proceso cuyo sentido y lógica escapan a toda razón. Esta es la historia que te vamos a contar-CON SPOILERS- en unas 2.000 palabras.

En la primera edición de El proceso, en 1925, Max Brod -el amigo de Kafka que publicó su obra pese a los pedidos en contrario del autor- comentaba que el manuscrito no llevaba título. Sin embargo, contaba que Kafka -que había muerto un año antes- siempre se refirió al texto con esa denominación. Por regla general, Kafka se decidía por un título definitivo una vez concluida la obra. El proceso, entonces, podría haber sido sólo un título provisional.

Kafka, nacido en Praga en 1883, creó una obra única y perturbadora, donde la culpa y el absurdo son fuerzas que gobiernan al individuo. El proceso se ha interpretado como una alegoría, una crítica al poder burocrático o un retrato de la ansiedad existencial. Pero, más allá de las interpretaciones, lo que queda es una narración que nos atrapa desde la primera línea. La historia no tiene redención, sino una deriva: el proceso comienza, y de ahí en adelante, todo es descenso.

“Alguien tenía que haber calumniado a Josef K., pues fue detenido una mañana sin haber hecho nada malo“. Así comienza la historia. Es su cumpleaños número treinta, vive en una pensión, trabaja como procurador en un banco. Pero ese día, en vez del desayuno que le lleva la cocinera Anna, entran dos hombres desconocidos. Uno se llama Franz. Visten de negro. No son policías ni muestran credenciales. Solo le dicen que está detenido, aunque puede seguir con su rutina. K. no entiende nada. Pregunta por la acusación. La respuesta es siempre la misma: “No estamos autorizados a decírselo”.

Franz y su compañero Willem lo escoltan, no lo agreden. Lo llevan ante un inspector que se presenta en una habitación de la pensión convertida en improvisado despacho. El inspector repite que todo está en marcha: “El proceso se acaba de iniciar y usted conocerá todo en el momento oportuno”. Pero no hay explicación, ni delito, ni instancia clara. K. se siente ofendido y ridículo. No es encerrado ni conducido ante un juez. Simplemente le dicen que el proceso ha comenzado y que será convocado. Esa es la nueva condición de su existencia.

Esa misma noche, K. se disculpa ante su casera, Frau Grubach, y luego va a la habitación de la señorita Bürstner, una vecina. Le cuenta lo sucedido, la escena del arresto, la presencia de los extraños. Bürstner, incrédula, escucha con interés. K., excitado, recrea el episodio, la imita, se agita, mueve los muebles como si interpretara una obra. Termina besándola. A la mañana siguiente, un tal Capitán Lanz, amigo de la casera, lo reprende por haber importunado a la señorita. K. lo ignora. El proceso ya ha entrado en su cuerpo.

Lo más inquietante: no lo trasladan ni lo encierran. El arresto no implica reclusión. K. puede continuar con su vida, ir al trabajo, hablar con su casera. –”Entonces estar detenido no es tan malo”, dice K. Pero todo está teñido de una nueva inquietud. El proceso ha comenzado y su sombra lo acompañará siempre.

Sus palabras son firmes, cada vez más enfáticas: “No hay ninguna duda de que detrás de las manifestaciones de este tribunal, en mi caso, pues, detrás de la detención y del interrogatorio de hoy, se encuentra una gran organización. Una organización que, no sólo da empleo a vigilantes corruptos, a necios supervisores y a jueces de instrucción, sino a una judicatura de rango supremo con su numeroso séquito de ordenanzas, escribientes, gendarmes y otros ayudantes

El público, formado por gente de aspecto miserable, parece aprobar. Pero K. no obtiene respuestas. >En la segunda visita, el tribunal ya no lo espera. Las salas están vacías. Recorre pasillos, encuentra a la esposa del ujier, quien coquetea con él. La escena es ambigua. Aparece un estudiante, la alza y se la lleva. La mujer lo mira y le dice: “No, ¿en qué piensa usted? Eso sería mi perdición”. El poder judicial también tiene sus jerarquías internas, sus transacciones. K. apenas las roza.

Aunque el proceso domina la vida de K., también lo afectan sus relaciones personales. Una figura clave es la señorita Bürstner, la vecina a quien K. confiesa su arresto. Tras el primer encuentro, ella lo evita.

Pero incluso ese gesto tiene algo ambiguo. Leni parece disfrutar su influencia sobre los acusados. Josef K. lo percibe: “––Para ella ––pensó K.–– no soy más que otro cliente del abogado”. En sus visitas posteriores, Leni se muestra cada vez más involucrada, lo cela, le da consejos, se infiltra en su proceso. Pero K. duda. No sabe si confiar en ella o si es parte del engranaje judicial. La intimidad también se vuelve sospecha.

El abogado recibe a K. en la cama.

Pero K. desconfía de Huld. Cree que el abogado solo prolonga el proceso. La escena más inquietante ocurre cuando conoce al comerciante Block, otro cliente de Huld, que ha estado procesado durante cinco años. Block se ha convertido en una sombra, un siervo. Se arrastra, obedece, vive con miedo. Cuando K. lo visita, lo encuentra arrodillado, siendo humillado por el abogado. >La rutina del proceso

Uno de los momentos más simbólicos ocurre en el banco donde trabaja. Al escuchar ruidos en un depósito, K. descubre a Franz y Willem, los dos empleados que lo detuvieron al inicio, siendo azotados por un guardián. Ellos le suplican: >Esta repetición instala la idea de que la sanción no es una consecuencia, sino una estructura. Nadie sale. No hay redención ni aprendizaje. Solo ciclos. Kafka lo presenta sin subrayarlo, pero con brutal claridad.

El pintor le explica las tres formas de resolución posibles: la absolución verdadera (inexistente), la aparente (que lo mantiene bajo vigilancia) y la dilación indefinida. Esta última es la única accesible. Se le mantiene en libertad, pero el proceso sigue. “El proceso no se detiene, pero el acusado queda casi tan a salvo de una condena como si estuviera libre”, le explica Tirorelli. La culpa nunca desaparece.

K. sube y baja escaleras, abre puertas, entra en salas de espera repletas. A veces le preguntan si es acusado o funcionario. Otras, lo confunden. La burocracia lo diluye todo: culpabilidad, jerarquías, hechos. Incluso el lenguaje se desvanece.

K. intenta justificarse: “––Pero yo no soy culpable ––dijo K––. Es un error. ¿Cómo puede ser un hombre culpable, así, sin más?“. El sacerdote responde: ”––Eso es cierto ––dijo el sacerdote––, pero así suelen hablar los culpables“.

K. pregunta si el guardián lo engañó. El sacerdote dice: >La noche antes de cumplir 31 años, dos hombres vestidos de negro llegan a buscarlo. K. los esperaba. “Se levantó en seguida y contempló a los hombres con curiosidad. ––¿Les han enviado para recogerme? ––preguntó”. Lo conducen sin violencia, pero con firmeza. Caminan por las calles hasta llegar a las afueras.

El verdugo se lo pasa al otro, quien lo sostiene. El cuchillo cae. Kafka cierra así la novela: >Kafka nunca terminó esta novela. Pero eso es parte de su fuerza. El proceso no tiene resolución ni moraleja, porque el mundo que describe tampoco las tiene. Josef K. no es culpable de nada, pero eso no lo salva. Como escribió el propio Kafka: “La sentencia no se pronuncia de una vez, el procedimiento se va convirtiendo lentamente en sentencia”. Y una vez iniciado, es imposible escapar del proceso.

Fuente: telam

Compartir

Comentarios

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!