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14/06/2025

El legado de paz de Violeta Barrios de Chamorro

Fuente: telam

Murió en paz, rodeada de sus hijos exiliados, la primera presidenta mujer electa de América. La ex mandataria (1990–1997) encabezó la transición de la guerra a la paz, lideró con estoicismo y devolvió a Nicaragua la esperanza democrática que hoy la despide con gratitud

>Violeta Barrios de Chamorro llegó a la presidencia de Nicaragua en circunstancias excepcionales, en abril de 1990. El país se desangraba con una guerra civil de más de 10 años, gobernado por una dictadura revolucionaria y una economía en ruinas.

Nacida el 18 de octubre de 1929 en Rivas, Violeta fue la segunda de siete hijos de Carlos Barrios Sacasa y Amalia Torres Hurtado, representantes de la burguesía conservadora del sur de Nicaragua. Su infancia transcurrió entre el lago Cocibolca, caballos y vida rural. Desde niña recibió lecciones de fortaleza y persuasión, valores inculcados por sus padres, que marcarían su estilo de liderazgo.

Estudió en colegios católicos en Rivas y Granada, luego en Texas y Virginia, donde cursó secretariado. El fallecimiento de su padre en 1947 la obligó a regresar a Nicaragua. En 1949 conoció a Pedro Joaquín Chamorro Cardenal y se casaron en 1950. Él se convirtió en director de La Prensa, uno de los periódicos más influyentes, símbolo de la resistencia contra Somoza. Violeta fue su compañera política y humana, visitándolo en prisión y reclamando justicia con energía.

Violeta tomó el testigo de su esposo asesinado. Convertida en símbolo de esa lucha, formó parte de la Junta de Reconstrucción tras el triunfo sandinista en 1979. Pero en 1980 renunció, desacuerdos la llevaron a dejar un proceso que se encaminaba hacia una orientación marxista

También tomó de nuevo las riendas de La Prensa, que, bajo su dirección, se consolidó como referente de la oposición a Ortega.

Su campaña se caracterizó por un sencillo estilo discurso directo: habló de hermandad, perdón y amor al país. Pese a las burlas de los sandinistas que la acusaban de ser una marioneta de la CIA, los contras y Somoza, e incluso se mofaban de su carácter “ama de casa”, ella continuó con perseverancia.

A 55 días de las elecciones, se fracturó la rodilla en una caída, pero seguía la campaña en silla de ruedas o con bastón, mostrando una “aplastante simpleza” y estoicismo que la harían legendaria.

Una anécdota relata en 1996 al periodista Fabián Medina retrata su estilo conciliador y campechano. “Les cuento que el 25 de abril del 90, antes de que comenzara el acto, me encontré con Daniel (Ortega) y me reclamó que esa gente de la UNO le había tirado piedras, palos y le dije: ´Mirame a mí cómo estoy, con mi ropa manchada, así es que estamos iguales´, le dije”.

Tras reconocer su derrota, Ortega llegó a la casa de Violeta a saludarla. Él lloró y ella lo consoló con un abrazo y las palabras: “Mi muchacho, no pasa nada” .

Pero su estilo personal, franco, directo y sin intrigas, le ganó reputación, incluso entre figuras como el sandinista Danilo Aguirre, quien afirmó que Violeta era “inmune a las intrigas” y “estoica como campesina”.

En septiembre de 1993 se vivió su prueba más dura cuando cesó al general Humberto Ortega al frente del Ejército. El encuentro tenso con los hermanos Ortega afuera del centro de convenciones la conmocionó: nadie lo esperaba. Lloró en silencio después, pero mantuvo su convicción y no renunció, convencida por sus ministros de que debe permanecer por el bien de Nicaragua.

“Yo soy muy poca para llorar y ese día lloré mucho. Lloré en mi baño, en mi cuarto, sola, para no hacer sufrir al resto de mi gente. Eso fue horrible, pero ni cuando mataron a Pedro, Dios mío, dándole fuerza a mis hijos, a mi familia, a todos. Ese fue un día muy triste para mí, pero ya después lo acepté y seguí trabajando”, relató en una entrevista.

Tras dejar el poder, mantuvo un perfil bajo, pero sostuvo su liderazgo moral desde la publicación de sus memorias “Sueños del Corazón”. Rumores de una eventual candidatura en 2001 siempre fueron desmentidos con humor, cuando respondía con una sonrisa al ser cuestionada sobre una posible contienda electoral.

Violeta Chamorro vivió sus últimos años lejos de Managua, pero rodeada del afecto familiar. En Costa Rica, un país que le otorgó asilo político y protección, recibió cuidado en un ambiente de respeto.

Violeta Barrios de Chamorro será recordada como la “madre de la paz” nicaragüense, pionera política, maestra de reconciliación y ejemplo de dignidad. Su historia de joven terrateniente, esposa y viuda, defensora de prensa y presidenta, representa un hito en la historia de Nicaragua y América Latina.

Fuente: telam

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