Sábado 14 de Junio de 2025

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13/06/2025

Desde conceder milagros a los más humildes hasta encontrar objetos perdidos e, incluso, el amor: el culto a San Antonio de Padua

Fuente: telam

Se lo conoce como “patrono de los pobres”, “martillo de los herejes”, “santo de los milagros”, y es una de las figuras más veneradas de la Iglesia católica. Su vida, marcada por la humildad, el estudio teológico y un fervoroso compromiso con la evangelización, lo convirtió en un símbolo universal de fe. En Argentina, la devoción a este santo llegó con los inmigrantes europeos y se arraigó profundamente. Hoy, 13 de junio, día de su fiesta litúrgica, se lo venera con especial fervor

>Nacido en 1195 como Fernando Martins de Bulhões en Lisboa, Portugal, provenía de una familia noble. A los 15 años ingresó en el monasterio agustino de San Vicente donde se dedicó al estudio de las Escrituras. Sin embargo, su vida cambió al conocer a los franciscanos, inspirado por el martirio de cinco frailes en Marruecos. En 1220 adoptó el nombre de Antonio y se unió a la Orden Franciscana, buscando evangelizar en tierras lejanas.

En 1231, agotado por su intensa labor, se retiró a Camposampiero, cerca de Padua. Allí tuvo una visión del Niño Jesús, un episodio que lo identifica en la iconografía católica. Murió el 13 de junio de 1231, a los 36 años, en Arcella, también cerca de Padua, pronunciando: “Veo a mi Señor”. Fue canonizado en menos de un año, el 30 de mayo de 1232, por el papa Gregorio IX, y en 1946, Pío XII lo proclamó doctor de la Iglesia, con el título de Doctor Evangélico por su capacidad para exponer el Evangelio.

Además de sus sermones, Antonio destacó por su compromiso con los pobres y los oprimidos. En Padua defendió a los endeudados frente a los usureros, promoviendo leyes más justas. Su vida austera y su dedicación a los necesitados lo convirtieron en patrono de los pobres, un título que resuena en su devoción mundial. Es conocido como “el santo de los milagros” o “taumaturgo”. Los milagros atribuidos a él, tanto en vida como póstumamente, son innumerables y están documentados en biografías tempranas, como la de Julián de Espira (1232-1240) y la colección de Pierre Raymond de Saint-Romain (1293). Algunos de los más célebres incluyen:

El sermón a los peces: Ante la indiferencia del pueblo, Antonio predicó a los peces, que emergieron del agua para escucharlo, avergonzando a los incrédulos. Este episodio simboliza su capacidad para hacer que incluso la naturaleza respondiera a la palabra de Dios.

La bilocación en Limoges: Durante el Jueves Santo, Antonio predicaba en la iglesia de Saint-Pierre-du-Queyroix, pero al mismo tiempo apareció en su convento para cantar una lectura litúrgica, demostrando su don de bilocación.

El pie reinjertado: Un joven, arrepentido por patear a su madre, se cortó el pie tras un comentario de Antonio. El santo, conmovido, oró y milagrosamente reimplantó el miembro.

El corazón del avaro: En Florencia, Antonio afirmó que el corazón de un rico fallecido no estaba en su cuerpo, sino en su caja fuerte, donde guardaba su tesoro. Al abrir el cadáver, no se halló el corazón, que fue encontrado en el cofre, ilustrando las palabras de Lucas 6:21. Estos milagros, junto con su intercesión para encontrar objetos perdidos y ayudar a los necesitados, consolidaron su fama de “santo universal”.

En Iberoamérica, sin duda uno de los países en donde más se venera a San Antonio es en Brasil. Lugares como el Santuario de San Antonio en Padua, Minas Gerais, reflejan su importancia, con una arquitectura moderna que atrae a peregrinos buscando consuelo y milagros. La devoción trasciende clases sociales y su imagen, a menudo con el Niño Jesús, es común en hogares e iglesias. San Antonio es patrón de varias ciudades y comunidades y su popularidad se refuerza por su conexión con la identidad portuguesa y la religiosidad del pueblo.

En Argentina, la veneración a San Antonio llegó con los colonizadores españoles y se fortaleció con las oleadas migratorias europeas, especialmente de italianos y portugueses, en los siglos XIX y XX. Los franciscanos, presentes en el país desde la época colonial, promovieron su culto, estableciendo iglesias y capillas en su honor. En Buenos Aires, la iglesia de San Antonio de Padua, ubicada en el barrio de Villa Devoto, y el santuario de san Antonio, en Parque Patricios, son centros de importante devoción, con festividades el 13 de junio que incluyen misas, procesiones y la distribución del “pan de San Antonio”.

En la ciudad de Buenos Aires se recuerda también el denominado: “milagro del sebo”, un episodio arraigado en la tradición oral porteña, asociado a la iglesia de Nuestra Señora de la Merced de Sion, ubicada en el barrio de Almagro y perteneciente a la Comunidad Francisana de Tierra Santa. Este milagro, aunque menos conocido que otros, refleja la capacidad de San Antonio para interceder en situaciones de necesidad extrema y su conexión con los más humildes.

Según narra la historia, hacia 1884 vivía en la zona una mulata lavandera muy devota de San Antonio de Padua. Cada día encendía una vela frente a su imagen antes de ir a realizar sus labores. En una ocasión fue a pedirle una al almacenero, el cirio, “fiada” ya que no tenía dinero. El comerciante se la negó burlonamente diciéndole: “Si es para ti, te la doy, pero si es para el fraile pelado, que se la busque”. Esa noche, mientras dormía, sintió golpear la ventana y al abrir se encontró con una vela de sebo. Por la mañana la encendió, como siempre, antes de salir hacia su trabajo, pero al volver observó que al consumirse había dejado sobre el plato la imagen del santo. Tanto el plato como la pequeña imagen de San Antonio se encuentran custodiadas en la iglesia de la Comisaría de Tierra Santa.

El milagro del cebo refleja el carácter de San Antonio como patrono de los pobres y su capacidad para responder a las necesidades materiales y espirituales. En una ciudad como Buenos Aires, marcada por las desigualdades sociales, este episodio resonó entre las clases trabajadoras, que veían en el santo un intercesor cercano y compasivo.

San Antonio de Padua, con su vida de servicio, su obra teológica y sus innumerables milagros —expresiones de la misericordia divina— es un pilar de la espiritualidad católica y un faro de esperanza en todo el mundo. Su devoción en Argentina, traída por inmigrantes y adaptada a las realidades locales, refleja su capacidad para unir a las personas en la fe.

Fuente: telam

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