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13/06/2025

Era músico, lo acusaron de querer secuestrar a una chica con burundanga y se suicidó: el triste final del “Dios Punk”

Fuente: telam

A Javier Messina lo conocían por tocar en la peatonal de Rosario con una túnica negra y repartir fanzines. En 2018, fue denunciado, perseguido y agredido por un delito que no cometió. Un año después, se quitó la vida. Su historia fue reconstruida en La segunda muerte del Dios Punk, el podcast documental que acaba de estrenar su segunda temporada

>Sucedió el 10 de noviembre de 2019 en Rosario. Ese domingo a la tarde, Javier Messina visitó a su hermana menor en el piso 14 del edificio donde ella vivía, en pleno centro de la ciudad. Después de tomar unos mates con ella, aprovechó un descuido y se lanzó al vacío. Llevaba más de un año siendo hostigado por un delito que no había cometido: en un audio que se hizo viral, lo habían señalado como un agresor que usaba burundanga para cazar chicas en colectivos.

De esas preguntas parte “La historia es una sola, pero las temporadas son dos, como la cara A y B de un vinilo. La primera cuenta el último año de su vida; la segunda, lo que pasó antes del escrache. Por eso la pienso como una precuela, aunque en realidad es más que eso: es otra mirada, una perspectiva distinta sobre la misma historia. Seguimos a Javier para reivindicarlo, para recuperar su obra, sus canciones, sus fanzines, su poesía. Para entender su mensaje. Y también para hacernos planteos más profundos, entre ellos, ¿cómo es que alguien se vuelve loco? Esa es la gran incógnita que atraviesa toda esta nueva temporada”, le cuenta Nicolás Maggi a Infobae.

Todo comenzó a media mañana del viernes 12 de octubre de 2018 con un mensaje de voz grabado desde la guardia del Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (HECA) de Rosario. Lo envió una chica de 18 años a una amiga para advertirle que acababa de ser drogada en un colectivo:

El audio se viralizó a la velocidad de la luz. En menos de una hora, Rosario ya tenía un sospechoso: Javier Messina, el músico callejero que se hacía llamar “Dios Punk”. Un rato más tarde, su cara circulaba en redes sociales y cadenas de WhatsApp: lo acusaban de secuestrador. “(Tiene entre) 30/40 años. Ofrece revistas de su banda de música. No las toques. Te droga. ¡Difundir!”, advertían. Nadie había visto nada, pero todos repetían el mensaje.

Nicolás Maggi, que en ese momento trabajaba en el diario La Capital, fue uno de los pocos periodistas que no necesitó googlear quién era Javier Messina. Lo había conocido años antes, cuando trabajaba como productor en un programa de rock y lo recibió como invitado. “Le abrí la puerta del canal y me sorprendió: era un rubiecito, de ojos claros, muy tranquilo. Nada que ver con el personaje callejero que se hacía llamar ‘Dios Punk’”, recuerda.

Mientras la fake news se esparcía como un virus por las redes sociales, Javier todavía caminaba por la calle. Hasta que alguien lo reconoció y empezaron a golpearlo. La llamada “justicia por mano propia”. Su padre, Alfredo Messina —abogado jubilado— entendió que la única forma de salvarlo era que lo detuvieran. Fue hasta la Comisaría 2ª y pidió su arresto. “Realmente lo iban a matar. Era más peligrosa la calle que cualquier cosa en ese momento. Creo que no me equivoqué”, declaró después.

A las pocas horas, Javier fue liberado. La fiscal Gisela Paolicelli le imputó lesiones leves, pero no encontró elementos para sostener la acusación. Días más tarde, los análisis toxicológicos practicados en el HECA concluyeron que la joven no había sido drogada y que no existía ningún indicio concreto que respaldara su relato. Se sospechó que el cuadro podía ser compatible con un ataque de pánico. Pero ya era tarde.

“Tenés que hacer un podcast con esto”, le insistió un colega a Nicolás Maggi después de leer las notas que había publicado tras el suicidio de Javier Messina. Además de una historia potente, el periodista tenía materiales sonoros que el formato papel no le había permitido explotar: el audio viral con la voz de la chica, una entrevista telefónica con el padre, fragmentos de canciones del “Dios Punk” y notas que el propio Javier había dado en vida. Maggi decidió seguir el consejo y, de la mano de Martín Parodi, transformó ese trabajo en su tesis para obtener la licenciatura en Comunicación Social. La segunda muerte del Dios Punk nació entonces como un proyecto académico pendiente y terminó convirtiéndose en una de las series documentales más premiadas del podcast argentino.

La primera temporada, de diez episodios, reconstruye el último año de vida de Javier. El eje está puesto en el colapso emocional tras el escrache. Se destacan la voz de su padre, Alfredo Messina, y la participación de la psicoanalista Alexandra Kohan. Maggi la había convocado originalmente para escribir una columna en La Capital, cuando el caso recién comenzaba. En el episodio 8, Kohan aporta una reflexión crítica sobre los escraches y su lógica extrajudicial. “No se puede responder a la ineficacia del sistema judicial con una práctica extrajudicial. Las consecuencias son enormes, nefastas. El escrache termina siendo un procedimiento ineficaz para hacer lo que dice que quiere hacer: visibilizar a una persona violenta”, dice.

Aunque la idea original era incluir la voz de la joven del audio viral, se negó a hablar. “Ahí me replanteé qué quería hacer con esta historia. Si valía la pena seguirla o no. En ese momento planeaba retomar la causa judicial, hablar con la chica y ubicar a la médica que la acompañó al HECA. Pero entendí que eso podía derivar en una caza de brujas y no quería seguir persiguiendo culpables. Ya se había cumplido el objetivo de desagraviar a Javier y de llevar algo de justicia. No tenía sentido seguir señalando responsabilidades individuales cuando lo que estaba en juego eran responsabilidades institucionales”, dice.

Fue entonces cuando Maggi volvió sobre los materiales que había dejado de lado, esos testimonios que antes había clasificado como “de color”, y comprendió que ahí también había algo valioso. “Hicimos un collage sonoro con un montón de personas que lo conocieron a Javier en distintos momentos de su vida”, cuenta.

Otra voz clave es la de la psicoanalista Paula Aramburu, quien aporta una mirada profunda sobre la psicosis y el modo en que la sociedad se vincula con la locura. “Así como en la primera temporada hablamos de cancelación y escraches, en la segunda le dimos despliegue a la salud mental”, explica Maggi. Y agrega: “La gran pregunta que me atravesó durante esta temporada fue: ¿Cómo hago para meterme en la cabeza de una persona que padece una enfermedad mental? ¿Cómo suena eso? ¿Cómo se siente desde adentro? En varios momentos intentamos traducir sonoramente lo que puede pasarle a una persona con esquizofrenia, con alucinaciones visuales o auditivas. Quisimos acercarnos, desde el lenguaje del audio, a ese agujero negro del que Javier tanto hablaba >—¿El podcaste se llama ‘La segunda muerte del Dios Punk’. ¿Barajaste otros nombres? ¿Por qué elegiste ese?

—¿Qué te genera que el podcast haya sido tan premiado, tratándose de una historia con un desenlace tan doloroso?

Fuente: telam

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