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09/06/2025

Fue adoptada, le cambiaron el nombre y encontró a sus padres 40 años después: “Pasé de ser hija única a tener 12 hermanos”

Fuente: telam

Cuando cumplió tres, Débora Natalia Roda pasó a llamarse Lihué Mercedes Sobral. Durante décadas vivió sin conocer el origen de su historia, hasta que una caja con documentación olvidada la llevó a descubrir su verdadera identidad. Hace dos meses se reencontró con sus padres biológicos y con una familia entera que, en silencio, la había estado esperando: “Ni en mis sueños me imaginé algo así”

>“¿Qué querés hacer ahora con esto? ¿Te gustaría ir más allá?”. Las preguntas de su analista quedaron resonando en su cabeza. Era el año 2024 y Mercedes Sobral (40) transitaba una depresión profunda sumada a una serie de ataques de pánico, que habían empezado sin motivo aparente. “Fue como que todo se vino abajo”, le cuenta a Infobae.

Mientras repasaba su historia en el consultorio de su psicóloga, Mercedes recordó una caja de cartón que había guardado hacía una década, tras la muerte de su madre adoptiva. “Estaba archivada en un placard”, dice. Adentro había hojas sueltas, algunas fotos y los papeles de su adopción, que nunca había leído con detenimiento.

“Quizá por eso nunca me sentí identificada con mi nombre. De hecho, soy Lihué Mercedes, pero yo me hago llamar Mercedes”, aclara.

Mercedes nació el 3 de julio de 1984 en Rosario. De su infancia, asegura, tiene muy pocos recuerdos. “Hasta los siete meses viví con mi mamá biológica y mis dos hermanas mayores. Después me llevaron a un Hogar de Tránsito y allí estuve hasta que me adoptaron cuando tenía tres años”, cuenta.

Beatriz y Enrique Sobral, sus padres adoptivos, dejaron Buenos Aires y se instalaron en la provincia de Santa Fe para criarla. “Mi papá trabajaba en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), así que pidió un traslado. Mi mamá era ama de casa y era la que pasaba más tiempo conmigo. Ellos no tenían otros hijos, así que me crié como hija única. Muy aburrido todo”, dice.

Tiempo después de aquella sesión clave con su psicóloga Mercedes decidió hacer algo y, como quien tira una botella al mar, escribió un mensaje en el grupo de Facebook Hola, soy Mercedes Sobral. A los tres años fui adoptada y me cambiaron el nombre. Mi nombre de nacimiento era Débora Natalia Roda y estoy en búsqueda de información sobre mi mamá biológica, Nora Mabel Roda, quien —según figura en los papeles de adopción— vive en la ciudad de Rosario, que es donde yo también vivo actualmente. ¿Alguien sabe cómo puedo hacer para saber dónde podría estar viviendo hoy? Encontré su número de DNI en la documentación, sé que tiene 60 años, pero no sé cómo buscar su dirección… Me gustaría encontrarla y agradecerle por la valentía de haberme dado en adopción. También tengo dos hermanas a las que nunca conocí. No sé sus nombres, ni nada sobre ellas. Espero que alguien pueda ayudarme.

Después de recibir los posibles datos de su madre biológica, Mercedes agendó ambos números en su WhatsApp. De manera automática, en uno de ellos, le apareció la foto de perfil de una mujer, igual a la que alguna vez buscó en redes sociales. “Le escribo y que pase lo que tenga que pasar”, pensó. El mensaje era mensaje simple: “Hola, Nora”.

La contestación no fue inmediata. “Tenía unos nervios... miraba el celular a cada rato a ver si aparecía el doble tilde”, recuerda. Recién al día siguiente, Nora respondió: “¿Quién sos?”. Mercedes fue con cautela. “Hola, soy Mercedes. Bueno… mi nombre era Débora”, escribió y enseguida le aclaró que no quería generar ningún problema, solo conocer un poco más sobre su historia. “Iba despacito, pasito a pasito, por las dudas”, cuenta.

Del otro lado de la pantalla, Mercedes lloraba de la emoción. Minutos después, madre e hija se comunicaron por teléfono y hablaron durante más de una hora. En esa primera conversación, Nora le contó lo que había pasado cuatro décadas atrás:

“Mi abuela tenía ocho hijos. Una de ellas era mi mamá, que quedó embarazada a los 14 años. Primero tuvo a mi hermana Nancy, después a Cintia y, por último, a mí. Imaginate: ocho más tres… era imposible. Vivían en una zona muy precaria, con piso de tierra y techo de chapa. Entonces mi abuela, con la ayuda de una vecina, llamó a Servicios Sociales y nos dieron en adopción”, explica Mercedes.

Muchos años después, Nora y “Mingo” se reencontraron, intentaron tener una relación, pero no funcionó. “Ella nunca pudo perdonarle que él no estuviera presente cuando más lo necesitó”, agrega.

Después de aquel primer llamado telefónico, Mercedes y Nora no dejaron de hablar en toda la semana. Se mandaban mensajes a diario y se contaban cosas, buscaban la manera de llenar —aunque fuera un poco— el vacío de los años perdidos. “Todo fluyó con una naturalidad que me sorprendió”, asegura ella. Y agrega: >Finalmente, el 10 de abril pasado se vieron cara a cara. Por pedido de Nora, el punto de encuentro fue en la Plaza López, ubicada sobre la avenida Pellegrini, en Rosario. Cuando Mercedes bajó del auto, ella la estaba esperando. “Es muy raro ver a esa persona que es tu mamá y, al mismo tiempo, no conocés. Ella me tocaba las manos todo el tiempo, me acariciaba… y yo sentía algo raro, hasta que, de a poquito, me fui aflojando”, cuenta.

Siempre traté de ponerme en su lugar. Si no, una se queda con la parte mala y no era mi idea. Yo no sabía si, a partir de esto, íbamos a entablar una relación, o iba a quedar en una charla y nada más. Pero lo que necesitaba era saber”, cuenta.

Después de reencontrarse con su mamá, Mercedes quiso llegar a sus hermanas. Nora le pasó el número de Nancy y ella la contactó: “Hola, Nancy. Soy Débora. Ahora me llamo Mercedes”.

En esa conversación, también supo que sus hermanas nunca dejaron de buscarla. Pero lo hacían con el nombre de nacimiento: Débora Natalia Roda. “Enterarme de eso fue un alivio. Quieras o no, siempre está esa duda. Ni hablar lo que viene después: ‘¿Me aceptarán?’; ‘¿Querrán contarme lo que pasó?’”, dice.

El reencuentro con su papá biológico, el 26 de mayo pasado, fue distinto. Esta vez no hubo plaza ni llamado telefónico: después de una intercambio de mensajes, Mercedes fue directamente a su casa: “Me chocó mucho más —admite—. Tiene 67 años, seis stents y un problema en la cadera. Fue difícil. Pero él estaba feliz de que haya ido a verlo”.

Hoy, Mercedes habla con sus padres y sus hermanos casi todos los días. Los fines de semana también se juntan a almorzar. “El otro día éramos veinte solo para comer… y eso que no estábamos todos”, cuenta.

Fuente: telam

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