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25/05/2025

Las mujeres de Mayo: quiénes eran y por qué sus roles y proezas fueron clave para el proceso independentista

Fuente: telam

Madres, compañeras, soldadas, guerreras, espías, mensajeras, costureras, oradoras, enfermeras. A 215 años de la revolución que daría paso a un país emancipado, el lugar que les corresponde, con lo mucho o poco que la historia rescató

>Hace algunos días un video explicativo en el universo digital mostraba una nueva función de uno de los tantos programas que trabajan con inteligencia artificial: la de animar fotos. Cualquier tipo de momento congelado en el tiempo ante un obturador, a la luz de determinados pasos a seguir, puede cobrar vida. Una vida breve. Las personas fotografiadas pueden hacer algún movimiento vinculado a la imagen: agitar un globo, mover la cabeza, saludar.

Tal vez María Remedios del Valle podría hablar, por fin, de sus orígenes. Contar sobre su vida de esclava, sobre cómo logró la libertad. Sobre su heroísmo, el miedo que debió masticar y tragar en la primera expedición militar hacia el Alto Perú, en junio de 1810. En las victorias de Tucumán y Salta (1812 y 1813) y en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma (1813), donde fue herida de bala, tomada prisionera por los realistas y sometida a azotes públicos. Sobre lo que sintió cuando Belgrano la reconoció como capitana, en medio del duelo de su marido y sus dos hijos muertos en combate.

De unos pocos años a esta parte, para estas fechas, se intenta hacer un revisionismo que les devuelva a las mujeres que participaron en la gesta de la independencia algo del honor y el protagonismo que la historiografía oficial, masculina, blanca y rica de Argentina no le dio, cristalizando en los manuales que se estudian en las escuelas otras representaciones. Las de las damas con vestidos vaporosos, peinetas y mantillas y los caballeros majestuosos que, con los sables bien puestos, liberaron la patria.

Si hubiera un álbum de figuritas de las mujeres de la patria, quizás de la Revolución de Mayo habría unas pocas. De seguro estarían presentes las que aparecen en esta nota, el puñado al que los años, los feminismos y algunas reivindicaciones latinoamericanas pudieron rescatar del anonimato, del olvido. De seguro hay miles de ellas que no corrieron esa suerte, pero pueden alinearse tras estas, las figuritas que querríamos conseguir. En el honor de todas, en su memoria: sus hazañas. Lo que se supo. Lo que se rescató entre los pocos documentos y registros que los historiadores aseguran hay de ellas. Lo que el tiempo redimió.

La madre negra de la patria: María Remedios del Valle

“De ambos documentos y de una breve cita realizada unas décadas después, surgieron las biografías y semblanzas sobre María Remedios que han sido escritas y reproducidas a lo largo del tiempo por ensayistas, biógrafos, periodistas, historiadores e incluso novelistas. Esta información se ha acumulado y repetido metódicamente, con algunas adiciones, pero también con equívocos, contradicciones y omisiones”, dice en ese texto en el que estudia diversos aspectos desconocidos o imprecisos de la vida de María Remedios, como su filiación, y narra la dificultad de obtener información debido a los pocos registros que existen de las mujeres en general, y más aún de las afrodescendientes que fueron esclavas.

Guzmán dice que “la reseña más completa fue publicada por Jacinto Yaben en el Diccionario de Biografías Argentinas y Sudamericanas, en 1940”. Según esa descripción María Remedios era porteña, afrodescendiente. Aparece nombrada como “parda o morena”. Las investigaciones sugieren, dice Guzmán, “que fue esclavizada por Rosa del Valle, quien le otorgó el apellido”.

Y se detiene largo en la batalla de Ayohuma: “Sugiero que significó un punto de inflexión en la vida y en la representación de heroicidad de María Remedios. Las cicatrices que llevó en su cuerpo hasta el final de sus días resumen las acciones realizadas en esta derrota patriota, donde luchó, escapó, fue herida de bala, capturada y azotada. También, en conjunto con otras mujeres, consoló y asistió en medio de un intenso cañoneo y de un sol abrasante en el mediodía del territorio boliviano. Los adjetivos que la caracterizan en los discursos de los líderes y oficiales sintetizan esta performance de heroicidad: valentía, bravura, abnegación, fortaleza, patriotismo y determinación”.

Vuelve a saberse de ella, en los papeles, en 1826, cuando comenzó el trámite para que le otorgaran la pensión —de seis mil pesos— por los servicios prestados por ella, su marido e hijos muertos en combate.

Después de morir fue declarada “madre de la patria”. Aunque su reivindicación histórica llegaría muchos años más tarde: su papel en la gesta revolucionaria comenzó a trascender en el año 2010, por las celebraciones del bicentenario de la Revolución de Mayo, y fue coronado en 2013, cuando se estableció el 8 de noviembre, día de su fallecimiento, como el “Día de los afroargentinos y las afroargentinas y de la cultura afro”.

Flor y Amazona: Juana Azurduy

Juana logró reclutar a diez mil indígenas, comandó tropas, colaboró con Martín Miguel de Güemes luchando en más de treinta batallas que liberaron Arequipa, Puno, Cusco y La Paz. Entre quienes pelearon se destacan “Las Amazonas”, un grupo de mujeres mestizas e indígenas movilizadas por la causa de la liberación del pueblo.

Como señala en su estudio sobre María Remedios del Valle, Florencia Guzmán, retomando al historiador Alejandro Rabinovich, “el esfuerzo reclutador de los ejércitos patriotas se había repartido de manera desigual entre los distintos sectores sociales. La tropa estuvo compuesta mayoritariamente por campesinos y trabajadores pobres de la campaña, la plebe urbana, migrantes internos, negros, pardos, indios y mestizos, tanto varones como mujeres”.

A la mayoría de estas mujeres los homenajes y reconocimientos por lo hecho en pos de la liberación de estas tierras les llegaron mucho después de morir. Entre los muchos que recibió Juana, en Bolivia, hay una provincia, un aeropuerto, y la Orquesta Infanto Juvenil Nacional con su nombre. Además fue ascendida póstumamente: en 2009 se le otorgó el grado de mariscala de la República, declarándola “libertadora de Bolivia”; en 2011, el de mariscala del Estado Plurinacional de Bolivia. Para sellar este nombramiento, el entonces presidente Evo Morales posó los grados y el sable al pie de sus restos.

Su imagen se alza, determinante, en la Plaza del Correo, frente al Palacio Libertad —ex Centro Cultural Kirchner— y solía estar en el Salón de las Mujeres Argentinas del Bicentenario de la Casa Rosada, que el Gobierno actual rebautizó Salón de los Próceres, en el Día Internacional de la Mujer. En 2009, cuando Hugo Chávez visitó el país saludó militarmente el monumento y la entonces presidenta argentina, Cristina Fernández, le dijo: “Hacés muy bien en hacerle la venia. Perdió cinco de sus seis hijos en la guerra por la independencia”.​

El 14 de julio de 2009 Cristina Fernández le otorgó el grado póstumo de generala del Ejército Argentino y, al año siguiente, entregó sable e insignias de ese cargo a sus restos, en la Casa de la Libertad de Sucre y firmó un tratado, con Evo Morales, que establecía al 12 de julio como el Día de la Confraternidad Argentina-Boliviana.

Mucho más que “la hermana de”: Macacha Güemes

En 1803 se casó con Román Tejada, capitán del Regimiento de Patricios de Salta, otro hijo de una de las familias más tradicionales de esa ciudad. Con él tuvo una hija que llamó Eulogia.​

Juntos organizaron un ejército de gauchos para defender las tierras de las actuales provincias de Salta y Jujuy de las tropas realistas. Este cuerpo de soldados fue conocido con el nombre de Los infernales. Macacha transformó su casa en un taller para fabricarles los uniformes y cuando la ciudad de Salta se vio cercada por autoridades fieles a la Corona española, se convirtió en espía para llevarle, a los suyos, información. Escondía pequeños trozos de papel entre su falda o los dejaba en huecos de los troncos de los árboles. Cuando tenía noticias con carácter urgente montaba a caballo —lo que hizo incluso embarazada— hasta el campamento de Los infernales.

Mientras Miguel dirigía los combates, Macacha se hacía cargo del Gobierno provincial y desactivaba operaciones en su contra suscitadas por las familias de la élite salteña que no veían con agrado un gobierno gaucho y formaron un partido opositor llamado Patria Nueva para reemplazarlo. A raíz del cual, junto a José Ignacio de Gorriti, ella formó el partido Patria Vieja.

Después de la muerte de Miguel, ella continuó trabajando para la causa revolucionaria. Fue encarcelada, junto a su madre y simpatizantes de su partido, por el gobernador opositor, pero debieron liberarlas tras una sublevación del ejército gaucho, con saqueos, en la ciudad de Salta, el 22 de septiembre de 1821. Ese episodio fue conocido como la Revolución de las Mujeres y trajo como consecuencia el derrocamiento de Fernández Cornejo y la asunción de Gorriti.

Murió en Salta, el 7 de junio de 1866, a los 79 años, con el reconocimiento y la estima de las franjas más humildes de la sociedad, muchos de quienes conformaban el ejército gaucho de Güemes. De ellos recibió el mote de “madre del pobrerío”.​

Una escritora elocuente: Águeda Tejerina

Según las tradiciones de su cultura, las niñas de buena familia no debían dar a conocer de forma pública sus pensamientos y opiniones. Era extraño que se les enseñara a leer y, si se hacía, se controlaba con rigor a qué materiales accedían. Aún más extraño era que se les enseñara y permitiera escribir para expresarse. Las pocas mujeres que sabían leer, en general, no sabían escribir más que su firma. Pero Águeda tenía un temperamento particular y estas costumbres no la detuvieron.

Águeda comprendió enseguida que algo debía hacer para avivar la reacción del pueblo tucumano. Fue cuando escribió una apasionada proclama dirigida a las mujeres, que trascendería los sesgos de género de la historia. Un texto en el que las llamó a demostrar su patriotismo de la manera que eligieran, que pudieran.

“Un solo golpe resta para que el enemigo Inglés posesionado en la Capital de Buenos Aires continúe sus hostilidades al interior del Reino para que después de sus porfiados ataques se haga dueño de nuestro Patrio suelo, de nuestros dominios y propiedades y que enarbolando sus banderas, suelte el freno al despotismo y rigor, promulgando leyes de severidad y espanto”.

Tucumanas, nuestro sexo jamás puede reputarse de menor condición en esta parte, y así es preciso que expliquéis nuestros sentimientos suscribiéndose a continuación por las sumas que queráis oblar, que yo me suscribo por la de cincuenta pesos”.

Así lo narró el escritor Eliseo Soria Quiroga: “Doña Águeda no se dio por satisfecha con la proclama, salió a la calle y, haciendo sonar el fru fru de sus enaguas, fue de casa en casa levantando una colecta para costear los gastos que habían de hacer frente la población de Tucumán cooperando a la Reconquista de Buenos Aires, ya que, como decía en su escrito, las arcas del erario provincial estaban exhaustas”.

Los años siguientes, en las guerras de la independencia, Águeda Tejerina supo oponerse a su propio marido que apoyaba al ejército realista. Donó todas sus joyas al ejército patrio en colaboración a la lucha. Perdió en combate a un hijo y a un hermano. Murió longeva, nonagenaria, testigo del nacimiento de una nueva Argentina.

Fueron más. Más las que trascendieron —Mariquita Sánchez de Thompson, Melchora Sarratea, Manuela Pedraza, Casilda Igarzabal de Rodríguez Peña— y más aún las que no. Miles de mujeres desarrollaron acciones fundamentales para el proceso independentista y quedaron ocultas entre los pliegues de la historia, en el anonimato que en gran parte les cupo por ser mujeres. La independencia del 9 de julio de 1816 no sería aún independencia para ellas, que seguirían por largo tiempo confinadas a la vida doméstica, restringidas del derecho de participar activamente de las decisiones políticas del país naciente. Aún así, ellas fijaron los cimientos de una sociedad que años más tarde lucharía por la igualdad de derechos. Una sociedad que años más tarde las reivindicaría.

Fuente: telam

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