22/05/2025
“Pensé que era el fin del mundo”: el recuerdo de un sobreviviente, a 65 años del terremoto más devastador de la historia

Fuente: telam
Patricio Hurtado tenía 20 años y esperaba entrar a jugar un partido de fútbol cuando el suelo se sacudió como nunca antes en Chile. “Fue espantoso. Parecía interminable”, dice. A más de seis décadas del desastre, revive aquella tarde que lo marcó para siempre
>El domingo 22 de mayo de 1960, Patricio Hurtado esperaba su turno para entrar a jugar un partido de fútbol. Tenía 20 años y se desempeñaba como mediocampista defensivo en el club Juventud Unida. Mientras hacía tiempo reclinado sobre un poste de luz, al costado de la cancha, sintió un movimiento extraño. “Parecía que estábamos en un carrusel y que había empezado a girar a toda velocidad”, recuerda hoy, a sus 84 años, en diálogo con Infobae. “Cuando intenté ponerme de pie, el piso comenzó a moverse cada vez más fuerte. Prácticamente, no podía sostenerme parado”.
Ubicado en el llamado “Cinturón de Fuego del Pacífico”, Chile es considerado el país sísmicamente más activo del mundo. La colisión constante entre la placa de Nazca y la placa Sudamericana y de Chiloé convierte a su territorio en una de las zonas más propensas a sufrir catástrofes naturales del planeta. Sin ir más lejos, desde que existen registros modernos, se han documentado allí más de un centenar de terremotos con magnitud superior a 7. Pero ninguno como el de 1960.
Para tener una idea de la magnitud, la energía liberada se ha estimado como equivalente a más de 20.000 bombas atómicas como la de Hiroshima. El sismo, además, generó un tsunami que cruzó el Pacífico y provocó muertes, incluso en Japón y Filipinas.
A unos 150 kilómetros de Valdivia, en la ciudad de Osorno, Patricio Hurtado vivió ese momento en carne propia. Estaba por entrar al campo de juego cuando el suelo comenzó a sacudirse. “Si bien estábamos en un predio al aire libre, a la distancia veíamos las casas de los alrededores moverse en forma de ola: subían y bajaban”, recuerda. “Fue realmente espantoso: parecía interminable. Yo perdí la noción del tiempo. Pensé que era el fin del mundo”, agrega. Aunque el terreno donde se encontraba no tenía edificaciones cercanas, Hurtado no estaba del todo a salvo. “Nuestro mayor temor eran los postes de luz que rodeaban la cancha. Se sacudían como una rama de lado a lado. Desde el piso veíamos los chispazos y escuchábamos unos ruidos como que explotaba algo en los cables… Teníamos terror de que se nos vinieran encima. Gracias a Dios no pasó”, relata.Tras el temblor, vino la incertidumbre. De regreso a su hogar, Hurtado vio lo impensado. “En la zona donde vivíamos, el 80 por ciento de las viviendas eran de madera. No vi ninguna que se haya derrumbado, pero estaban como ladeadas, desviadas hacia un lado”, explica. “La calle era otra cosa: había grietas, hoyos y rajaduras”.El caos se extendió durante semanas y, por las réplicas —una de ellas de magnitud 7,9— la tierra no dejó de moverse. “A veces no dormía porque sentía un movimiento y ya me imaginaba que iba a ser lo mismo o peor. Nunca había vivido algo así, ni siquiera un temblor cuando era más chico. Fue una experiencia que marcó”, admite Hurtado.
Después del terremoto, Hurtado retomó su rutina, aunque con miedo. Un año más tarde, en 1961, decidió mudarse a la Quinta Región. “Fui a visitar a unos familiares y me quedé. Nunca más volví a Osorno”, cuenta. Tiempo después, conoció a su esposa, se casó y tuvo cinco hijos. Actualmente, vive en Santiago de Chile, es abuelo de diez nietos y un bisnieto. Se jubiló en 2010, después de décadas de trabajo en el área administrativa.En octubre próximo, el hombre celebrará su cumpleaños número 85. Si mira hacia atrás, dice, tiene la certeza de haber atravesado uno de los peores desastres naturales de la historia de su país. “Pasaron tantas cosas por mi mente en ese momento... Es difícil explicarlo. No perdí amigos ni familiares, tampoco me tocó ayudar a nadie, pero aun así no lo olvido. Fue una prueba que Dios nos mandó y, sinceramente, no me gustaría volver a atravesar”.
Desde antes de la tragedia de 1960, Chile ya venía dando pasos en materia de normas de construcción antisísmica, pero el megaterremoto de Valdivia fue un punto de inflexión. En las décadas siguientes, el país se convirtió en un referente mundial en ingeniería estructural frente a desastres naturales. Hoy lidera el desarrollo de tecnologías de disipación y amortiguación sísmica.Sin embargo, no ocurre lo mismo con la prevención a nivel ciudadano. “Si bien se empezaron a preocupar de cómo construir mejor, y eso se ha logrado, las tareas pendientes son habitar zonas seguras y promover una verdadera cultura antisísmica”, señaló al mismo medio, El caso de Puerto Saavedra es simbólico: pese a haber sido arrasado por el tsunami de 1960, hasta hoy se continúa construyendo sobre la línea costera.
Los científicos coinciden en que otro megaterremoto en la zona de Valdivia no es probable en el corto plazo, debido a la enorme energía que ya fue liberada. Pero eso no significa que Chile esté libre de grandes eventos. El último gran sismo que golpeó al país, conocido como “27F”, ocurrió el 27 de febrero de 2010 y fue el segundo terremoto más fuerte de su historia.La tragedia se cobró la vida de más de 500 personas y alrededor de medio centenar permanecen desaparecidas hasta hoy.
Fuente: telam
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