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08/05/2025

De usar un exoesqueleto a correr en una silla de ruedas: la primera runner con discapacidad que escribió su autobiografía

Fuente: telam

María de los Ángeles Muñoz tiene 38 años y nació con un diagnóstico que le impide caminar. Hace casi una década descubrió el running y ya participó en casi 15 carreras. En su libro “Que tu meta sea tu finish line”, repasa su recorrido por distintas disciplinas deportivas y cuenta cómo esa práctica transformó su vida

>Mientras cursaba uno de los últimos años de la licenciatura en Comunicación en la Universidad Austral, María de los Ángeles Muñoz participó de una charla sobre perfiles profesionales y salidas laborales. Al igual que sus compañeros, escuchaba con atención a la oradora, hasta que la mujer la miró y, delante de todos, le dijo en voz alta: “Yo no sé cómo vas a hacer vos”. Sentada en su silla de ruedas, la joven no supo qué responderle. “Por supuesto que me lo había planteado. Y no solo por mi realidad, sino por el contexto: mundialmente se estima que 3 de cada 4 personas con discapacidad en edad de trabajar —y que podrían hacerlo— se encuentran desempleadas. Pero en ese momento pensé: ‘Bueno, dame un poco más de ánimo’”, le cuenta Angie a Infobae.

Entre quienes la desalentaron y quienes le sugirieron que buscara ejemplos inspiradores, Ángeles eligió construir el suyo propio: se convirtió en corredora. Hoy tiene 38 años, vive en la localidad bonaerense de San Isidro, trabaja desde hace casi una década como asesora en comunicación y diversidad, y acaba de publicar el libro Que tu meta sea tu finish line (Editorial Libella), donde narra en primera persona su historia de vida y profundiza en su vínculo con el running adaptado. “La vida con discapacidad se convierte en una maratón —o muchas maratones— en sí misma”, asegura.

Hija de Alicia y José, María de los Ángeles nació el 10 de junio de 1986 con un diagnóstico al que prefiere no nombrar por su denominación científica, pero que le impide caminar. De chica, explica ahora, su vida estuvo atravesada por una serie de dispositivos ortopédicos que, según el modelo médico de interpretación de la discapacidad de aquella época, apuntaban a que su cuerpo lograra una marcha, aunque fuera asistida.

Durante su primera infancia, su movilidad cotidiana se dio gracias a un bipedestrador con ruedas y un exoesqueleto que tomaba sus piernas y su espalda. Pero con el tiempo, ese aparato comenzó a resultarle cada vez más incómodo. “A medida que iba creciendo había que modificar el exoesqueleto y a veces me lastimaba. En verano me hacía sufrir el calor de un modo inexplicable. En la adolescencia me sentía condicionada a la hora de vestirme porque dañaba mi ropa o no me gustaba que se viera. También empecé a pensar que ningún hombre querría abrazarme y sentir esa ‘armadura’ plástica/metálica que sonaba a objeto hueco al tacto”, cuenta en su libro.

Mientras atravesaba ese momento, Angie encontró en la actividad física una herramienta clave para su autonomía. Además de kinesiología, a lo largo de los años probó diversas disciplinas, entre ellas yoga, básquet, tenis, pilates y baile. “El tenis me hizo sentir deportista. Lo practiqué desde los 10 a los 15 y me fortaleció mucho físicamente. De los entrenamientos de básquet aprendí a pasarme de una silla a la otra y a alcanzar objetos del suelo. Aunque ya no lo practico, si se me cae algo al piso, lo agarro sin desestabilizarme en el 99,5% de las veces”, cuenta.

Aunque en el libro decidió no profundizar en episodios de bullying o situaciones “que la llevaran a lugares oscuros”, durante la entrevista con Infobae, María de los Ángeles compartió una escena que marcó un antes y un después en su infancia. Tenía diez u once años cuando escuchó por primera vez hablar de “discapacidad”.

El ingreso a la universidad —descartó la opción pública por falta de accesibilidad en aquel momento— y su posterior inserción en el mercado laboral fueron otros obstáculos que superó a base de esfuerzo y perseverancia. “En turismo se dice que las personas con discapacidad no viajamos adonde queremos, sino adonde podemos. Con el estudio y el empleo sucede más o menos lo mismo. Tengo la suerte de tener un trabajo que, además, me gusta. Pero no siempre se da así. En Argentina, solo el 13% de las personas adultas con discapacidad estamos trabajando”, asegura.

A los 30 años, casi por azar, descubrió el running y encontró en esa actividad algo distinto. “Me pareció fascinante que una práctica deportiva solamente tuviera como requisito moverme con mi silla: sin raquetas, pelotas, palos, arcos ni reglamentos que no se adaptaran fácilmente a mí. Lo sentí ‘natural’, no forzado”, cuenta.

La primera que corrió fue Boulogne Corre, en 2018. Todavía recuerda la adrenalina de la largada, el vértigo compartido con decenas de runners y esa sensación de empuje colectivo. “El ‘malón’ te lleva. A mí me pasa siempre: corro más rápido en la carrera que en los entrenamientos”, cuenta.

Después de esa primera experiencia, Angie quedó fascinada. Durante los entrenamientos, relata, descubrió “el saludo runner”: una liturgia espontánea que mezcla contacto, gestos y palabras. “Es chocar los cinco cuando pasás al lado de alguien o, si no llegaste a poner la mano, hacer un guiño, bajar la cabeza, sonreír. Decir: ‘Hola‘, aunque no te conozcas; o alentar con un: ‘Vamos. Fuerza‘, cuando ves que el otro viene más cansado por más que no lo conozcas. Hay mucha empatía en el saludo runner”, explica.

—¿De cuántas carreras participaste hasta ahora?

—Estoy llegando a la número 15 este año. En general, los corredores con discapacidad largamos primero para evitar que no nos pasen por arriba. En ese momento ya podés saber si vas o no a podio en tu categoría por la cantidad de corredores que hay. Es decir: si hay tres o menos chicas con silla de ruedas, las tres hacemos podio. Más allá de eso, es emocionante por el esfuerzo y la disciplina de entrenar. Como digo en el libro, ojalá se abra la puerta a muchos más corredores para que el podio sea entre los más rápidos y no entre los únicos.

—Al igual que cualquier corredor: con mucha disciplina. Entreno en el Hipódromo de San Isidro. Afuera hay una senda que está en muy buenas condiciones para la silla. Porque esa es otra cuestión: el tema del acceso al deporte. No todos tienen la posibilidad de entrenar cerca de donde viven y sin riesgos. En cuanto a los ejercicios, cumplo la rutina que me arma mi kinesióloga, Adriana, quien me acompaña desde que tengo 22 años. El entrenamiento diario lo hago sola, pero como voy siempre al mismo lugar y más o menos en el mismo horario, se armó como un “clubcito” con todos los running teams y las personas que entrenan de manera independiente como yo.

—¿Alguna vez te lesionaste o accidentaste?

—¿Hay algún momento de la carrera en el que te empezás a cansar?

—Claro, como decís en el libro, “tus brazos son tus piernas”.

—Sos la primera mujer corredora con silla de ruedas que escribió su autobiografía. ¿Por qué la titulaste “Que tu límite sea la finish line”?

—¿Hay alguna carrera que recuerdes especialmente? ¿Una que te haya marcado?

—¿Cuál es tu próximo objetivo?

*Este viernes 9 de mayo a las 16 horas María de los Ángeles Muñoz estará firmando ejemplares de su libro en el stand 322 del Pabellón Azul de la Feria del Libro en La Rural.

Fuente: telam

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