Domingo 4 de Mayo de 2025

Hoy es Domingo 4 de Mayo de 2025 y son las 17:17 ULTIMOS TITULOS:

04/05/2025

Viaje al interior del Obelisco: 55 segundos de ascensor, adultos felices como chicos y una postal inédita de Buenos Aires

Fuente: telam

El monumento, la postal más emblemática de la Ciudad, abrió su puerta a 500 personas. Hay lista de espera para la próxima vez que se organicen visitas gratuitas

>El viaje dura 55 segundos y en ese casi minuto termina una espera que, para algunos, lleva años o hasta décadas. Huele a pintura fresca y los chicos sonríen y hacen preguntas. y los grandes sonríen todavía más y buscan respuestas. En su memoria o en Google. “¿Desde cuándo está?“, ”¿cuánto mide?“, ”¿por qué lo pusieron acá?“, quieren saber esos chicos.

El monumento más icónico de Buenos Aires abrió su única puerta este jueves para, hasta este domingo, recibir a unos 500 visitantes. Y para recibirlos con novedades: ya no hay que subir 328 peldaños de una escalera vertical, amurada a sus paredes, que era la forma en la que algunos pocos accedieron hasta su cumbre en los 89 años que lleva inaugurado. Ahora hay que subir ocho escalones primero, siete pisos -55 segundos- en ascensor, y otros treinta escalones, los últimos a través de una estructura de caracol, para llegar a su pico y ver la ciudad como nunca antes.

Pero arriba, en las alturas, pasan cosas que no habían pasado nunca antes en ese monumento que el año que viene cumplirá 90 años y que fue erigido para celebrar los 400 años de la primera fundación de Buenos Aires. A los 67,5 metros de altura que mide el Obelisco, la ciudad se ve con ojos nuevos. Como si esos ojos fueran drones recorriendo las mismas calles de tantos y días y tantas noches pero a una altitud equivalente a un piso 12 y sin nada que los obstaculice.

Por la ventana que da al norte se ve el río y por la que da al este, también. Se ven los carteles que, tras el atardecer, serán luminosos sobre la Avenida Corrientes. Se ve todo el largo de la avenida más ancha del mundo, los autos que van y vienen, los árboles que le dan sombra y belleza. Se ven también las copas de la Diagonal Norte y el Palacio de Tribunales se impone. Se ve “de cerca” el chalet que un mueblero español construyó en la terraza del edificio en el que funcionaba su negocio porque quería tener un lugar lindo donde dormir la siesta, que se pareciera a los chalets de Mar del Plata que tanto le gustaban.

Se ven los teatros y el perfil de Eva Perón instalado en la cara norte del edificio del antiguo Ministerio de Obras Públicas, y algunas cúpulas con reloj de aguja, y la ropa colgada en la terraza de algún vecino, un paisaje poco visto en el Microcentro. Pero, aunque no lo veamos seguido, en Diagonal Norte y Pellegrini hay que secar la ropa, igual que en Flores o en Villa Urquiza.

“Ay, imaginate esto cuando florezcan los lapachos, el jacarandá, el palo borracho”, dice Ana, una jubilada de Caballito que acaba de bajar de la punta del Obelisco. “Yo voy a volver en primavera, vos no sé”, le dice a la hermana, tres años menor que ella. “Tengo 71, ella 68. Nos anotó mi sobrino y nos llamaron el martes para confirmanos que teníamos cupo”, le dice a Infobae. Tuvo suerte: se inscribieron más de 25.000 personas para acceder a la visita, y se sortearon 500 plazas.

Esas 500 visitas, repartidas entre el jueves 1º y este domingo entre las 10 y las 16 de cada día, son el punto de partida de la posibilidad de visitar las alturas del Obelisco. El reemplazo de los peldaños por un ascensor le da una accesibilidad que el monumento no había tenido. Es cierto que hay que subir unos 43 escalones en total, pero de una escalera nueva e infinitamente menos exigente que la amurada a las paredes.

El Gobierno de la Ciudad tiene previsto abrir una licitación para que una empresa privada obtenga la concesión de la visita a la vez que se ocupe de su mantenimiento cotidiano. En ese momento, la visita será paga, mientras que en estas experiencias ocasionales es gratis.

Pero antes de que eso ocurra, según adelantaron a Infobae fuentes del Ente de Turismo de la Ciudad, está previsto que a lo largo de mayo se produzcan nuevas inscripciones para subir de forma gratuita como ocurre durante todo este fin de semana. Y esa tanda de ascensos podría no ser la única antes de que el acceso sea pago, aunque no hay precisiones aún sobre otras posibles fechas de apertura.

“Apenas supe que se iba a poder participar para subir al Obelisco me anoté, y me llamaron hace unos días para confirmarnos el cupo”, cuenta. Tiene una expectativa clara para cuando el ascensor la lleve a destino: “Creo que me voy a sentir todavía más argentina después de subir al monumento más importante de nuestra ciudad”.

La actividad, organizada por la Ciudad a través del Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana de la Ciudad de Buenos Aires y el Ente de Turismo, llegó justo después de que, a través de una licitación, se instalara el ascensor. Para evitar al máximo la claustrofobia y el vértigo, se ralentizó el recorrido y se diseñó una cabina vidriada que permite ver la escalera metálica que la rodea. El elevador tarda, a propósito, más de lo que demoraría ese mismo recorrido para que resulte más un paseo que un ascenso vertiginoso.

“El ascensor se instaló sin afectar en absoluto el monumento. Acondicionamos instalaciones eléctricas y adaptamos el piso para fijar la escalera caracol y la estructura metálica, mientras que el ascensor entró por partes y se armó adentro porque la puerta original es el único punto de ingreso”, describe Ignacio Baistrocchi, titular de la cartera de Espacio Público e Higiene de la Ciudad.

“Desde chiquito me alucina el Obelisco. La casa de mis abuelos estaba en Libertad y Sarmiento, acá nomás. Mi abuela me traía siempre a mirarlo y a mí me parecía alucinante, una torre enorme en el medio de la ciudad a la que nadie podía entrar pero desde la que se podría ver todo porque tenía ventanas para mirar. Tengo 49 años y me acuerdo muy bien de venir muy seguido sólo a mirarlo cuando era chiquito y hasta adolescente”, cuenta Leonardo, recién bajado del ascensor-aventura.

Camilo es su hijo, ese que casi nace en España pero nació en La Boca. Subió con su papá al monumento que buena parte de la sociedad porteña defenestraba apenas después de la inauguración pero al que la ciudad se fue acostumbrando hasta adoptarlo como el punto exacto en el que se festejan las alegrías colectivas y su postal de exportación.

“Nunca lo vi así de contento en todos los paseos que hicimos. Siempre vamos a museos, a barrios que no conozco hasta que me los muestran él y mi mamá, pero hoy está más contento que nunca. Más que yo, creo”, dice Camilo. Leonardo sonríe como si hubiera empezado a sonreír la primera vez que su abuela le mostró ese gigante de cemento pintado de blanco y nada más.

Esa vibración subterránea, la línea B, la C y la D andando por las entrañas de la Ciudad, se siente en la cúspide del monumento. También el apuro por sacar todas las fotos que sean posibles en los 5 minutos que dura cada turno, y sobre todo, la emoción de descubrir de otra manera eso que siempre estuvo ahí. Buenos Aires, de cuya primera fundación se va a cumplir medio siglo en apenas once años.

Su río, sus edificios históricos, sus cúpulas, los colectivos que todavía circulan con los colores que identifican a cada línea, su distrito teatral, su smog, las copas de sus árboles, las terrazas de sus vecinos, las publicidades en los techos céntricos, las avenidas que la atraviesan de arriba hacia abajo, de este a oeste y también en diagonal.

Fuente: telam

Compartir

Comentarios

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!