04/05/2025
La gauchesca apocalíptica de “El Eternauta” refleja una nueva era cultural

Fuente: telam
El auge global de la serie basada en la historieta de Oesterheld y Solano López desafía al canon y demuestra la potencia del relato desde los márgenes, sin espejarse ni responder por oposición a los modelos dominantes
>Hace ya varios años que intento pensar en la producción cultural sudamericana en sí misma, en un contexto global, y no en oposición o respuesta a los centros de poder tradicionales que ya no ostentan una autoridad exclusiva. El estreno de la serie basada en El Eternauta de H.G Oesterheld y Francisco Solano López resulta una buena excusa para pensar una vez más en este dislocamiento, que implica no mirarnos en espejos sino tal vez ubicarnos en un intercambio donde comencemos a pensar en paridades. Y no solo en herencias, influencias unilaterales y colonización intelectual.
Un par de ejemplos maravillosos se pueden encontrar en El ancho mar de los sargazos de Jean Rhys que cuenta la historia de la invisibilizada loca del ático en Jane Eyre y entonces subvierte el discurso de lo barbárico. Otro ejemplo brillante es la contraescritura del Martín Fierro que hace Gabriela Cabezón Cámara en Las aventuras de la China Iron. Podríamos enumerar cientos de piezas literarias que tomaron como motivo principal la narración de otra historia, en contra de la oficial.
Hoy, la serie protagonizada por Ricardo Darín y dirigida por Bruno Stagnaro está entre las tres más vistas de Netflix a nivel mundial. ¿Qué nos dice esto y cómo contribuye a este corrimiento de la mimesis como único campo de gestión de lo artístico?
En su libro seminal El lugar de la cultura, Homi Bhabha declaraba que el sujeto colonial podía desestabilizar la centralidad del imperio a partir de una imitación sutil, levemente alterada tanto de la historia como del lenguaje. Sin embargo, el riesgo claro y a estas alturas confirmado, es que la mimesis no hacía otra cosa que reafirmar la centralidad del -valga la redundancia buscada- centro. El “casi lo mismo, pero no del todo” de Bhabha supone una incomodidad: si el sujeto colonizado puede imitar y subvertir el artificio del objeto colonizador, entonces queda expuesta la fragilidad del último. Sin embargo, no deja de ser un espejo que refleja “lo real”, que es aquéllo que quiere desestabilizar. Va a ser Gayatri Spivak, en ¿Pueden hablar los subalternos?, quien levante el verdadero conflicto que esta mimesis genera: la imitación por sí sola no puede empoderar a los sujetos subalternos, ya que el discurso dominante les niega sistemáticamente la verdadera representación. Somos más los personajes de El Eternauta que otra cosa. Los amantes de la historieta y las historias post apocalípticas vimos -y disfrutamos- The Walking Dead basada en la maravillosa historieta de Kirkman y Moore (2003). Nos deleitamos con The last of us, basada en un videojuego desarrollado para la Playstation 3 en 2013, pero además, los lectores de El Eternauta pudimos encontrar los paralelismos con una obra escrita en Argentina en 1957 y que por su originalidad es hasta el día de hoy considerada como una de las historietas más influyente en su género. Escrita en Buenos Aires ocho años después que 1984 de George Orwell y 46 años antes que The Walking Dead. Sin embargo, en redes no tardaron en salir comentarios negativos de la serie como si esta fuera una imitación de las grandes series apocalípticas y no su génesis. Y tal vez sea este el punto más crítico del planteo de este artículo: mientras sigamos definiendo nuestro arte sólo en términos impuestos por la dominación cultural, nuestra propia producción se verá traicionada porque muchas veces simplemente no van a encajar en las categorías creadas para otros mundos.La aparición de la serie El eternauta debiera ser, si no es otra cosa, el espacio de debate para la construcción de marcos críticos y artísticos que sean coherentes internamente y que se independicen de lo externo como único parámetro. Subvertir ya no alcanza, escribir en respuesta ya no alcanza. Se debe escribir y crear hacia adelante, formando redes culturales descentralizadas. Que un texto quede silenciado no quiere decir que sea necesariamente malo sino más bien que ha sido filtrado por condiciones de producción y validación que no siempre aplican.
Pero para eso, para gestar autonomía, diálogo e intercambio maduro se necesita de una intelectualidad a la altura, que sepa desprenderse de los indicadores del mercado, que pueda valorarse a sí misma y en virtud de pares alejados de la binariedad Norte-Sur donde Norte dicta el filtrado. Solo se puede dar batalla parados en el mismo terreno, sino es invasión y no hay batalla posible. Aquí nace una pregunta nueva, y es si vale la pena dar la batalla. El resurgimiento para muchos, el descubrimiento para otros tantos de El Eternauta y lo esclarecedor que resulta su versión cinematográfica, es un ejemplo de por qué vale la pena pensarnos desde nosotros mismos.Lo explica mucho mejor Homi Bhabha: “Es el espacio intermedio el que lleva la carga del significado de la cultura, y al explorar este Tercer Espacio, podemos eludir la política de polaridad y emerger como los otros de nosotros mismos”.
Fuente: telam
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