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01/05/2025

“¿Tenés hijos? ¿No querés adoptar?”: una pregunta sorpresiva y el camino hacia la paternidad impensada de un adolescente

Fuente: telam

Nicolás Martínez nunca había considerado ser padre hasta que, en 2023, contempló a una posibilidad: adoptar. Su decisión lo llevó a convertirse en el papá de Julio, un chico de 14 años. La historia de un vínculo que transformó sus vidas y visibiliza la realidad de la adopción de chicos grandes en Argentina

>—¿Vos tenés hijos?

—¿Y no querés adoptar?

La escena ocurrió en marzo de 2023 y, hasta ese momento, la posibilidad de convertirse en padre no estaba en sus planes. Pero aquella tarde, mientras regresaba en silencio a su casa, el tema comenzó a dar vueltas en su cabeza. “Salí de ahí pensando: ‘Tengo una habitación vacía en casa y tengo trabajo. Me las traigo’”, recuerda hoy Nicolás en diálogo con Infobae.

“Cuando corté la comunicación tuve que aclararme. Recuerdo que me pregunté: ‘¿Qué querés, Nicolás? ¿Querés ser padre de estas niñas o querés ser padre?’. Eran dos cuestiones muy distintas >Días más tarde, luego de aclararse internamente, decidió anotarse en el Registro Único Aspirante Guarda con Fines Adoptivos (RUAGA) domiciliados en la provincia de Buenos Aires. Así comenzó su recorrido en el sistema de adopción monoparental, un proceso que lo llevó, meses después, a conocer a Julio, un adolescente de 14 años que había pasado por cuatro hogares y que, como tantos chicos mayores de 12 años, enfrentaba uno de los principales obstáculos para los de su edad: encontrar una familia.

“La primera charla preadoptiva fue un cachetazo”, admite Nicolás que, hasta ese momento, tenía una imagen idealizada del proceso. “Uno cree que hay chicos en un hogar que están esperando una familia y que, si uno tiene una familia para ofrecer, simplemente se concreta. Pero no funciona así”, explica.

Con el asesoramiento de Paula Resnik, fundadora de la organización Las estadísticas ayudan a entender el contexto. Según el último relevamiento oficial de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF), realizado en 2020, en el país había unos 9.700 niños, niñas y adolescentes institucionalizados, de los cuales apenas 2.200 contaban con la declaración de adoptabilidad​. El problema: aunque el 80% de esos chicos tenía más de 5 años, el 90% de los postulantes activos prefería adoptar a niños menores de esa edad.

En ese sentido, Nicolás está seguro de que extender el rango etario marcó un antes y un después en el proceso de adopción. “No me resigné, sino que resignifiqué la idea de adoptar. Mucha gente tiene el prejuicio de que los chicos grandes vienen con mil mambos, pero no es así. Solo son pibes que quieren que alguien los quiera, nada más”, resume.

Cuando le hicieron el “ambiental”, Nicolás no lo sabía, pero ya había un nombre que empezaba a perfilarse en su historia: Julio. “La asistente que vino me dijo: ‘Creo que tengo el caso ideal para vos’. Pero no me dio muchos detalles más”, recuerda.

Para mediados de mayo, empezó a recibir llamados de distintos juzgados. Le ofrecieron adoptar a varios chicos: algunos con situaciones muy complejas, con historias de violencia extrema, con desarraigos difíciles de resolver o con necesidades de atención permanente que él, a pesar de tener “red”, no podía garantizar. “Cada vez que decía que ‘No’, llamaba al juzgado para explicar el motivo”, cuenta. El miedo a parecer un “descartador” le pesaba, pero también sabía que no podía prometer más de lo que estaba en condiciones de sostener.

“Era el primer chico del que me habían hablado, pero su caso estuvo en pausa después de una vinculación fallida que lo había dejado en una situación frágil”, cuenta.

Solo cuando Julio estuvo listo para volver a intentarlo, y cuando Nicolás ya había pasado por la experiencia de discernir qué podía y qué no podía asumir, el encuentro se volvió posible.

La primera vez que se vieron fue el 8 de septiembre de 2023, en el hogar de Villa Elisa donde vivía Julio. Nicolás tenía que asistir solo, pero horas antes su hermana le hizo una pregunta clave: “¿Cómo vas a viajar hasta allá?”. No lo había pensado. “Hasta que ella me lo planteó, no me había dado cuenta de lo que significaba manejar 45 minutos con toda esa carga emocional encima. Pasaba del ‘Quiero llegar ya repleto de ansiedad’ al ‘No quiero ir porque me muero de miedo’. Menos mal que se ofreció a acompañarme”, cuenta.

Aunque Nicolás lo desconcocía, Julio estaba igual o más nervioso que él. “Cuando llegué me estaba esperando en la puerta: no había dormido en toda la noche. Creo que su ansiedad sirvió para bajar la mía porque me concentré en calmarlo”, cuenta.

Con los meses, el lazo entre ambos se fue consolidando. Las visitas, que al principio eran semanales, pasaron a ser dos veces por semana. Para fines de octubre, ya lo dejaban ir a pasar los sábados y domingos a la casa de Nicolás en Adrogué. “La primera salida familiar fue a la graduación de mi hermana, que había terminado un curso de gastronomía. Fuimos a la costanera y él empezó a contarme todo lo que no conocía. Se le mezclaban los recuerdos de andar juntando cartón con su familia. Fue muy movilizante”, recuerda Nicolás.

—¿Cómo es Julio?

—¿Cuándo te dijo “papá” por primera vez?

—¿Y qué le contestaste?

—¿Cómo describirías el vínculo entre ustedes?

—No es un chico complaciente.

—¿Cómo te cambió la vida adoptar a un adolescente?

El 13 de mayo próximo, Julio va a cumplir 16 años. Mientras avanza el juicio de adopción, la vida de la mano de Nicolás sigue llenándose de primeras veces juntos: “El otro día lo llevé a la cancha de San Lorenzo. Fuimos en micro con una de las peñas y, aunque no es muy fanático del fútbol y es hincha de River, creo que le gustó porque entendió por dónde pasa la cosa”, dice.

*Adopten Niñes Grandes es una una agrupación formada por madres y padres que trabajan para concretar el derecho a vivir en familia de los niños, niñas y adolescentes que aún esperan. Más información:

Fuente: telam

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