30/04/2025
Madres de Plaza de Mayo: la ronda “creada” por la Policía, la estrategia para no ir presas y el nacimiento del emblemático pañuelo

Fuente: telam
Hace 48 años, hartas y desesperadas porque nadie les decía dónde estaban sus hijos, se reunieron por primera vez en la calle. La dictadura las llamaba “locas”
>No se conocían entre todas. Todas conocían a al menos otra de esas mujeres reunidas en la Plaza de Mayo con dos objetivos centrales: que alguien en la Casa Rosada las atendiera y les diera alguna explicación y que, hasta que eso ocurriera, las vieran quienes iban y venían por uno de los grandes centros neurálgicos de la vida política y cívica de la Argentina.
Las que tenían algún pariente o algún contacto militar habían pedido ayuda por esa vía. Las que creían mucho, poquito o incluso nada en Dios y la Iglesia Católica habían acudido a sacerdotes para que las ayudaran a dar con algún dato concreto. Pero nadie les daba una respuesta.
Ese sábado en el que catorce mujeres se reunieron en la Plaza por primera vez, lo hicieron porque sentían que habían agotado todas las instancias previas a esa para obtener respuestas sobre dónde -y cómo- estaban sus hijos.
Las presentaciones judiciales no resolvían nada, los posibles contactos familiares con las Fuerzas Armadas resultaban estériles. Apareció una posible vía para saber qué estaba pasando con esos hijos a los que esas mujeres habían perdido en un secuestro. Esos hijos por los que preguntaban y nadie les decía dónde estaban, ni cuál era su escenario jurídico. Esos hijos a los que, en la mayoría de los casos y aunque todavía no lo supieran, no volverían a ver nunca más. Ni siquiera sus cadáveres.Azucena Villaflor de De Vicenti, una de las catorce mujeres que caminarían por la Plaza y la primera referente de las Madres, se contactó con Emilio Teodoro Grasselli, el sacerdote que era capellán del Ejército y secretario del vicariato castrense. Las recibía en la capilla Stella Maris, justo al lado del Edificio Libertad, y se mostraba compasivo.Preguntaba los nombres de los hijos que ellas buscaban desesperadamente. Tenía un fichero con más de dos mil nombres de desaparecidos y, si encontraba ese nombre en ese fichero, le decía a esa madre “no busques más”. En algún momento, su presunta empatía le pareció sospechosa a Azucena Villaflor: demasiadas preguntas, demasiados datos obtenidos, demasiada poca información de su parte. Como mucho les hacía llegar rumores, trascendidos. Pero nunca una certeza.Azucena Villaflor de De Vicenti, Berta Braverman, Haydeé Gastelú de García Buelas, María Adela Gard de Antokoletz, Julia Gard, María Mercedes Gard, Cándida Gard, Mirta Baravalle, Kety Neuhaus, Raquel Arcushin, Antonia Cisneros, Delicia González, Pepa García de Noia y la señora de Caimi.
Ellas fueron las catorce madres en busca de sus hijos que se reunieron en la Plaza de Mayo el 30 de abril de 1977. Querían que las vieran los que pasaran por ahí y querían que las recibieran en la Casa Rosada. Pero hubo un problema: era sábado. No había nadie en la Casa de Gobierno, ni trabajadores pasando por la calle. Así que decidieron que había que volver. Insistir hasta que les dieran respuestas.Quedaba instaurada así la convocatoria que las Madres de Plaza de Mayo, aunque ya hayan muerto la gran mayoría, sostienen hasta hoy: su ronda de los jueves frente a la Casa Rosada. No se trata sólo de una tradición: es que, aunque se haya juzgado a los autores de crímenes de lesa humanidad, el Estado aún no les respondió dónde están sus hijos. Empezaba así la ronda de los jueves, ¿pero por qué una ronda?
“¡Circulen! ¡Circulen! ¿No se enteraron de que están prohibidas las reuniones políticas?”. Las madres que se reunían los jueves ya no eran catorce sino alrededor de sesenta. Se conocían a medida que corrían las semanas, llevaban un clavo en la solapa del abrigo para reconocerse, y algunas tenían agujas de tejer y lana en la cartera para hacer alguna actividad mientras esperaban a las demás: era una forma de disipar la sospecha de que estaban a punto de participar de algo más grande.La Policía apostada en la Plaza de Mayo les dio la orden de circular y ellas acataron: circularon alrededor de la Pirámide y, para cumplir esa orden, formaron la primera ronda de las Madres. La primera de miles de rondas, ese ritual que empezó a distinguir a las Madres que exigían que sus hijos aparecieran sanos y salvos.Hubo otras: cuando la Policía le exigía el documento a una para amedrentar a todas, todas entregaban sus documentos para que el oficial tuviera que revisarlos. En vez de tener que revisar uno, tenía que revisar sesenta, trescientos incluso a medida que se acercaban cada vez más mujeres. Tardaba tanto que en algún momento desistía.
Azucena se volvería un blanco concreto para la dictadura. A través de la infiltración de Alfredo Astiz en las Madres y en la Iglesia de la Santa Cruz, la primera líder de esa organización fue secuestrada y desaparecida el 10 de diciembre de 1977, menos de siete meses después de la primera reunión en la Plaza. Fue sedada, subida a un avión y, según demostró una pericia después, su muerte se produjo cuando su cuerpo impactó contra el suelo: el cadáver fue encontrado en las orillas de Santa Teresita, había sido víctima de uno de los llamados “vuelos de la muerte”.
A pesar de ese ataque salvaje, de ese amedrentamiento extremo, las Madres de Plaza de Mayo ya habían logrado darse a conocer. No sólo habían adoptado la ronda “inventada” por la Policía, sino que también habían construido el símbolo que las haría visibles en la Argentina y en el mundo, el que todavía sigue representando su lucha, pintando en la Plaza de Mayo y en tantas otras del país, y exportado como un ícono de la búsqueda de esos hijos desaparecidos y de la lucha por los derechos humanos: el pañuelo blanco atado en sus cabezas.Fue en la peregrinación a la Basílica de Luján de 1977. Las Madres sabían que, como esa actividad no había sido prohibida por la dictadura, sería multitudinaria. Era un lugar en el que visibilizar su lucha. Así que decidieron que había que ir y estar juntas. Mostrar algo que no sólo las permitiera reconocerse entre sí, sino también llamar la atención de quienes estuvieran caminando.Todas guardaban algún pañal de tela de ese hijo que buscaban, cuyo paradero le exigían incansablemente al Estado. Así que cada una se ató el suyo y así participaron de la peregrinación. Se les acercaban a preguntarles quiénes eran y ellas contaban su búsqueda. Su desesperación y la convicción de que no pararían hasta que alguien les dijera dónde y cómo estaban esos hijos desaparecidos. Había nacido el histórico pañuelo de las Madres de Plaza de Mayo.
Fueron los corresponsales extranjeros los primeros en darles voz en alguna de sus rondas semanales. Ellas no dudaban en reconvertir el mote que les ponían desde la Casa Rosada cada vez que les abrían el micrófono. La dictadura respondía a esos corresponsales que esas mujeres eran “locas”, y ellas decían que estaban “locas de amor, de pasión, de desesperación” por saber dónde estaban sus hijos. Exigían respuestas, exigían saber esas cosas que quieren saber las madres: si estaban bien, si comían, si tenían frío. Querían a sus hijos sanos y salvos con ellas.
Fuente: telam
Compartir
Comentarios
Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!