30/04/2025
¿Qué diría Diógenes del “síndrome de Diógenes”?

Fuente: telam
El filósofo que despreciaba las posesiones y vivía según la naturaleza, inspiró sin querer la caracterización de un trastorno que contradice los principios esenciales de su radical forma de vida y pensamiento
>Diógenes (siglos V y IV a. e. c.) fue un filósofo nacido en Sinope (Turquía), pero no se presentaba como sinopense, sino como ciudadano del mundo (mejor dicho, del cosmos): un kosmopolitês (cosmopolita). Hacía gala de una orgullosa independencia apátrida, tal vez a causa de su exilio forzoso o por su posible condición transitoria de esclavo.
Diógenes pertenecía a una escuela de pensamiento postsocrático denominada cinismo, cuyo fundador (y también su maestro) fue Antístenes (aunque hay quien le concede la “paternidad” de esta escuela a Diógenes). En el quehacer del cinismo se incluía la abolición de la esclavitud y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres (la cínica Hiparquia es una de las primeras filósofas de la historia).
Se conservan también multitud de anécdotas en los libros del doxógrafo Diógenes Laercio (su tocayo, la casualidad). Sobre Diógenes, “el cosmopolita”, escribe que entre sus escasas pertenencias tenía una colodra (cuenco) para beber agua, pero la desechó al observar a un muchacho beber agua con sus propias manos.
En términos filosóficos, el cinismo:- En resumen, el cinismo persigue la virtud (areté) hallando en la autosuficiencia (autarquía) la clave de la felicidad (eudaimonia).Descubrimos nuevas e importantes pistas: esta escuela de pensamiento rechaza acumular objetos innecesarios y critica con rotundidad cualquier comportamiento alejado de la physis. Resultaron ser muy estoicos en este cometido, especialmente Diógenes.Su maestro denunciaba los vicios de la ciudad “ladrando” desde el Cinosargo (literalmente, perro blanco), el gimnasio del que surgió el término cínico. A pesar de esta circunstancia, fue Diógenes quien se quedó con el apodo “perro”, probablemente por sus “animaladas”.
Un principio básico era demostrar que si un acto no es vergonzoso en privado, tampoco lo es en público (¿de qué sirve una filosofía que jamás ha inquietado a nadie?).
Su aparente insensatez era una transgresora máscara bajo la que se escondía un conocimiento certero de la naturaleza humana. En todas sus provocaciones subyacía un serio trasfondo ético: no deseaba nada, pues tal condición era reservada a los dioses (y a los animales). Huía de teorías y evidenciaba lo real abrazando una praxis radical. Dicho de otra manera, su forma de vida era el mensaje. Así que cave canem (“cuidado con el perro”).
Hallamos las últimas pistas: Diógenes no solo era un animal fiel que discriminaba muy bien entre amistades y personas extrañas (a las que debía ladrar), sino que sabía atenerse a unos principios virtuosos que evidenciaba mediante la praxis, en lugar de dar discursos.En febrero de 1975, hace 50 años, se publicó el estudio que acuñó el síndrome de Diógenes. Analizaron a 30 personas mayores gravemente enfermas, algunas de las cuales acumulaban basura en sus casas (refiriéndose a esto como silogomanía). En seis de estas casas estaba seriamente reducido el espacio habitable.En aquel estudio se abandonaron de forma extrema las aportaciones históricas de Diógenes a la Filosofía. Se realizó un juicio somero y se ejecutó una sentencia exclusivamente superficial, basada en la miseria. La decisión, sobre todo, llevó a patentar una contradicción y desechó con cierta arrogancia el conocimiento existente: aquella etiqueta no estaba en ninguno de los manuales diagnósticos.
En esta misma línea discurre el Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) de la American Psichological Association. También incluye el trastorno de acumulación y añade el especificador de “adquisición excesiva” si la persona, además, adquiere cosas que no necesita. Ni aquí ni en la CIE-11 se hace referencia al aspecto físico.
Ante tal situación paradójica, Diógenes rechazaría los alegatos inútiles que pretenden convencer con complejos sistemas de razonamiento y no desearía cambiar nada, pues desear nada es la verdadera condición de los dioses.Como su vida ascética estaría fundamentada en las acciones que tienen como fin satisfacer las necesidades básicas, solo acumularía sabiduría para abrazar la virtud.
*Profesor de Psicobiología e investigador en Neurociencia Cognitiva, Universidad de Málaga.
Fuente: telam
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