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29/04/2025

Winner, el oso polar que murió en cautiverio por el calor porteño y abrió las jaulas para la libertad de otros animales

Fuente: telam

Ocurrió en la Navidad de 2012 y movilizó a miles de personas a reclamar el cierre y traslado de los cautivos del exzoo de Buenos Aires. La impactante figura de Ignacio Albarracín que dio origen al Día del Animal, que se celebra cada 29 de abril en Argentina

>La madrugada del 25 de diciembre de 2012 llegó con temperaturas elevadas sobre Buenos Aires. Mientras la ciudad celebraba la Navidad con fuegos artificiales y calles desiertas por la ola de calor extremo, con sensación térmica que rozó los 50°C, en el ex Zoológico de Buenos Aires, Winner, el último oso polar del predio, agonizaba en su recinto artificial. El entonces director de Bienestar Animal del Zoológico, Miguel Rivolta, dijo al conocerse el deceso: “No es un oso polar que esté acostumbrado a vivir sobre el hielo y en bajas temperaturas” y alegó que la causa determinante fue >Ese reclamo de los activistas se inscribió en la misma tradición iniciada porDe manera similar, ese grupo humano nucleado en organizaciones como SinZoo denunciaron el sufrimiento que implicaba el cautiverio, reclamando el fin de la explotación de animales. Ambas luchas, aunque separadas en el tiempo, compartieron el mismo objetivo: reconocer a los animales como individuos, sujetos de protección moral y legal. Albarracín murió un 29 de abril de 1926 y en su honor, desde 1908, en esa fecha de celebra el Día del Animal en Argentina.

Winner había nacido en 1996, como parte de un programa de reproducción en cautiverio, en el Zoológico Nacional de Santiago de Chile. Poco después fue trasladado a la ciudad de Buenos Aires para habitar el recinto inaugurado en 1993 y diseñado específicamente para osos polares: tenía una pileta de 145.000 litros de agua y áreas internas, pero también tenía desarraigo climático con humedad, temperaturas extremas del verano porteño y el ruido de una ciudad que no duerme. Todas esas características eran incompatibles con la fisiología de una especie adaptada al silencio helado del Ártico, pero allí lo estaban condenando. El hecho de que no hubiera nacido en libertad no cambió su naturaleza.

Entonces sucedió el final imaginado bajo la ola de calor. El 24 de diciembre de 2012, Buenos Aires vivió una de las jornadas más calurosas de su historia. La temperatura alcanzó los 36,7 °C, pero la sensación térmica, amplificada por la humedad, trepó hasta los 50,6 °C, un récord absoluto según datos del Servicio Meteorológico Nacional. A ello se sumó el estruendo incesante de la pirotecnia, que invadió la ciudad en la madrugada navideña.

Winner no soportó el estrés térmico. Murió por un cuadro de hipertermia agravado, sin poder regular su temperatura corporal en un ambiente que nunca debió ser el suyo.

El malestar social fue sorprendente e inusual y, con el paso de las horas comenzaron a circular versiones sobre el desencadenante del fallecimiento: el encierro, el estrés, la falta de refrigeración necesaria hicieron que su corazón colapsara. Una vez más se puso en duda los cuidados que quienes mantenían la concesión del predio aseguraban darle.

Semanas después de la muerte de Winner, la agrupación animalista En 2016, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, entonces en manos de Horacio Rodríguez Larreta oficializó la clausura del zoológico y anunció su transformación en el Ecoparque Interactivo, “orientado a la conservación y rehabilitación animal”, según dijo. Desde entonces, varios animales fueron trasladados a santuarios, como las elefantas Es por esto que la historia de Winner se consolidó como un símbolo del debate sobre el cautiverio animal en ámbitos urbanos. Su muerte impulsó cambios concretos en la mirada social sobre los animales en exhibición, en cautividad. Aunque no vivió para experimentar un destino diferente, su legado abrió el camino hacia una relación más consciente y respetuosa entre las personas, la Justicia, los gobiernos y los animales.

Ese cambio de paradigma encuentra un antecedente histórico en la figura de Ignacio Albarracín, el abogado que a fines del siglo XIX dedicó su vida a la defensa de los derechos de los animales. A través de su labor en la Sociedad Argentina Protectora de los Animales (SAPA) y la sanción de la Ley 2.786 —inmortalizada como Ley Sarmiento— de 1891, Albarracín sentó las bases jurídicas para la protección animal en Argentina, una lucha que, más de un siglo después, seguiría inspirando a nuevas generaciones de activistas.

A mediados de la década de 1870, Albarracín comenzó a manifestarse públicamente contra las riñas de gallos, las corridas de toros y otras prácticas de sometimiento animal, actividades entonces habituales y socialmente aceptadas. Se definió como opositor acérrimo de esas formas de violencia, convencido de que, aunque algunos consideraran a los animales seres inferiores, no existía justificación alguna para martirizarlos o gozar de su sufrimiento. En esa convicción encontró el propósito de su vida: otorgarles una protección legal.

Con ese objetivo, y respaldado por Sarmiento, Albarracín participó de la fundación de la Sociedad Argentina Protectora de los Animales (SAPA), el 21 de agosto de 1879. La organización, una de las primeras en América Latina dedicadas a la protección animal, surgió en un escenario en el que prácticas como la doma violenta, las corridas de toros y los abusos contra animales de carga eran cotidianas. Junto a Sarmiento, Bartolomé Mitre, el reverendo J. F. Thomson, Guido Spano y Vicente Fidel López, Albarracín promovió esta iniciativa que buscó educar a la ciudadanía, denunciar los actos de crueldad y promover reformas legislativas. Sarmiento fue nombrado primer presidente de la SAPA, mientras que Albarracín se desempeñó como primer secretario.

Tras la muerte de Sarmiento en 1888, Albarracín asumió la presidencia de la SAPA, cargo para el que fue elegido por voto popular y que ocupó hasta su muerte en 1926. Desde esa posición fortaleció la acción institucional de la sociedad, impulsando campañas públicas, refugios para animales rescatados y proyectos de ley.

Mediante su incansable activismo jurídico y social, Albarracín sentó las bases del proteccionismo moderno en Argentina. Su legado se honra cada 29 de abril, fecha de su fallecimiento, instituida como el Día del Animal. Su figura permanece como una referencia histórica en la lucha por la dignidad y el respeto hacia todas las especies animales.

Fuente: telam

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