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22/04/2025

La historia detrás de la foto de Bergoglio en la Línea A del subte: “Entró y se sentó como un pasajero más”

Fuente: telam

La imagen fue tomada en 2008 por el fotoperiodista Pablo Leguizamón, pero permaneció inédita durante cinco años, hasta que el arzobispo de Buenos Aires fue elegido Papa. En charla con Infobae, el autor de la postal revela anécdotas y detalles del momento en que la captó

>Pablo Leguizamón saltó el molinete con la cámara colgada del hombro. Se golpeó el cuerpo, la mochila se le trabó, pero no frenó la corrida. El lunes 21 de abril de 2025 la foto circuló otra vez con fuerza en redes sociales, luego de que Recuerdo que él entró y se sentó como un pasajero más”, cuenta Leguizamón a Infobae. “La foto tiene un poquito de ‘ruido’. Ahora la veo y no me molesta tanto como en su momento. En aquel entonces yo todavía era un estudiante y no tenía tanto conocimiento técnico. Además, había poca luz y el subte se movía para todos lados. Hice una secuencia, pero esta fue la que trascendió”, cuenta desde Viedma, provincia de Río Negro, donde vive desde hace más de una década.

Durante cinco años, la foto que Pablo Leguizamón le tomó a Bergoglio viajando en la Línea A quedó guardada en un cajón. No hubo medios interesados en adquirirla ni redes sociales con capacidad de viralizarla, como sucede en estos tiempos. Leguizamón, que en ese momento trabajaba como freelance, la conservó junto a otras que tampoco habían encontrado su lugar. No lo sabía entonces, pero esa imagen tenía reservado su propio destino.

En marzo de 2013, cuando el arzobispo fue elegido Papa, recibió un llamado de un colega. “¿Te acordás de la foto que le sacaste en el subte? ¿Por qué no te fijás?”, le dijo. Pablo ni lo había pensado. “Estaba súper desmotivado con la profesión, pero como andaba mal económicamente, busqué toda la secuencia y empecé a ofrecerla”, recuerda.

No fue una foto que saqué porque sí: tenía una búsqueda periodística. Mostraba algo que no era lo esperable. Cualquiera en el lugar de Bergoglio se hubiera subido a un auto. Me parecía importante que se conociera esa faceta de tipo ‘accesible’ que tenía”, dice. Y agrega: “Después me interesé un poco más en su carrera y supe que venía de la orden religiosa de los Jesuitas y llevaba una forma de vida austera, muy cercana a lo social y a lo humano”.

Para entonces, Leguizamón vivía en el barrio porteño de Villa del Parque y estaba medio contrariado con la profesión. “Cuando la foto empezó a aparecer por todos lados, yo estaba pensando cómo pagar el alquiler. Fue un momento raro: todos me felicitaban, pero yo estaba arruinado económicamente y no sabía cómo iba a seguir. Lo viví como un llamado. Algo superior que me decía: ‘Seguí dedicándote a esto’. Fue una señal”, asegura hoy.

Leguizamón lo atribuye también a una forma de entender el oficio: “Como fotoperiodista, cuando uno va a una nota, tiene que ir con información. Si hay alguien relevante, haciendo algo que no es lo esperable, esa imagen gana peso. En ese momento, yo me manejé desde ese lugar. A las notas siempre hay que llegar antes e irse después. No podés ir a buscar lo que están buscando todos. Y si todos están buscando lo mismo, tenés que cambiar el ángulo”.

—¿Qué más recordás del día en que le sacaste la foto?

—¿Lo llamaste por el nombre para que mire a cámara?

No. Fue un segundo. La mayor parte del tiempo estaba mirando al hombre que estaba sentado al lado de él, con quien conversaba. Es más, recuerdo que no miraba para adelante. Miró unos segundos y ahí fue que le hice la imagen. Por el ángulo y la pose quedó medio épica. Algunos dicen: “Es un gesto napoleónico”. Otros: “A mí me parece que es un santo”.

En su momento hablé con gente que estaba cerca del círculo de él y me dijeron que estaba en conocimiento de esta imagen. Pero nunca busqué acercarme a él. Si vos mirás las imágenes mías, hay muchas que están relacionadas con la pandemia. Visualmente, estoy más cerca de del punk rock que de la Iglesia. Sin embargo, no soy un cerrado. Considero que lo que hizo el Papa fue importante. Es una persona que, dentro de una estructura conservadora como la de la Iglesia, representó un ala un poco más moderada y progresista. Su figura va a quedar en la historia como un representante de la argentinidad, equiparable a Maradona, Favaloro y Gardel.

—¿Qué te genera que esta imagen esté dando la vuelta al mundo por segunda vez?

Hace once años, Pablo Leguizamón dejó Buenos Aires y se instaló en Viedma, Río Negro, por una decisión de pareja. Llegó con la idea de trabajar “de lo que fuera”, pero terminó haciendo lo que ama: fotografía periodística. Hoy colabora con el diario de Río Negro y dirige Río Negro en fotos, un medio digital enfocado en el fotoperiodismo. También realiza tareas institucionales, aunque —dice— su norte sigue siendo el mismo: contar desde la imagen.

“Cuando pasan estas cosas, pienso: ‘Bueno, estuve bien en lo que hice’. El direccionamiento fue el correcto, aunque muchas veces haya más para perder que para ganar. Esto no funciona desde la razón, funciona desde lo que te atraviesa. Cuando hacés las cosas desde ese lugar, no te equivocás. A veces el resultado no aparece enseguida, aparece con el tiempo. Y esa corrida detrás de Bergoglio, con la mochila trabada en el molinete, valió la pena. Si no, esta charla no estaría sucediendo”.

—Entramos varios colegas al vagón, así que hay un par de imágenes más dando vueltas. A algunos autores los conozco, a otros no. Pero creo que la que trascendió fue la mía, por el gesto.

Tras la viralización de la foto, Pablo Piserchia —empleado de Metrovías y miembro de la Asociación Amigos del Tranvía— emprendió una búsqueda personal para identificar el vagón exacto en el que viajó el entonces arzobispo Bergoglio. Según contó Clarín, el hombre recorrió los 99 coches retirados de servicio en 2013 y, tras una minuciosa comparación de detalles visibles en la imagen, determinó que se trataba del vagón número 33.

En 2014, Piserchia construyó una réplica artesanal del vagón y viajó con su esposa a Roma para entregársela personalmente al Papa. El encuentro tuvo lugar en la Plaza San Pedro. “Le di la caja con la maqueta y un folleto explicativo. Cuando se la mostré, le dije: ‘En este tren usted viajaba al centro’. Nos dimos la mano. Fue un momento inolvidable”, relató.

Fuente: telam

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