16/04/2025
El niño que escapó de la esclavitud y fue asesinado a balazos por desafiar a los hombres que lo explotaban

Fuente: telam
Iqbal Masih fue vendido por su familia a los cuatro años y obligado a trabajar en un taller de alfombras de Pakistán. Logró escapar y denunció públicamente el sistema. Fue asesinado hace tres décadas y, en su honor, hoy se conmemora el Día Mundial contra la Esclavitud Infantil
>“Yo era uno de los millones de niños esclavos en Pakistán. Hoy soy libre, y quiero que todos los niños del mundo sean también libres”, dijo Iqbal Masih en 1993, con la certeza de quien había conocido el miedo, pero también el coraje. Sus hermosos ojos marrones brillaban luego de años de encierro y esclavitud. Tenía apenas diez años y hablaba ante una multitud que lo escuchaba en silencio y lo admiraba emocionada. Dos años más tarde, el 16 de abril de 1995, fue asesinado a tiros en su aldea natal. Tenía doce.
Con una determinación que desafiaba su edad, Iqbal denunció públicamente a los patrones que lo habían explotado, a los empresarios que se enriquecían con el trabajo infantil y a las autoridades que miraban hacia otro lado. Su voz incomodó a muchos y dejó su testimonio recorriendo escuelas, templos, foros internacionales y medios de comunicación. Su historia, tan breve como dolorosa, se convirtió en una bandera.
Iqbal nació en 1983, en Muridke, al norte de Pakistán. Allí creció en el seno de una familia pobre y fue entregado a los cuatro años como garantía de un préstamo —se dice que fue de entre seis y doce dólares—, que su madre había solicitado para cubrir los gastos de la boda de su hermano mayor. El sistema que permitió ese cruel acuerdo es conocido como peshgi. Una forma de servidumbre por deudas. Los niños trabajaban para saldar préstamos imposibles de pagar debido a intereses desmedidos y sanciones arbitrarias. En la realidad, era una forma encubierta de esclavitud infantil.
Si cometía errores en el tejido o no alcanzaba a cumplir con la producción diaria exigida, era castigado físicamente. Según documentó Human Rights Watch en su informe Contemporary Forms of Slavery in Pakistan (1995), este tipo de talleres condenaba a los niños a una esclavitud prolongada y legalmente invisibilizada. “No nos trataban como niños, sino como máquinas para producir”, recordaría Iqbal en una de sus primeras entrevistas, al recuperar su libertad.
Cuando tenía diez años logró escapar durante un momento de descuido de los vigiladores y se refugió en la sede de la organización Frente de Liberación del Trabajo Forzoso —Bonded Labour Liberation Front (BLLF)—, con sede en Lahore, que desde los años 80 denunciaba el trabajo forzoso infantil y que ofrecía asistencia legal y educativa a menores en situación de servidumbre.Con solo once años, ya hablaba ante multitudes. Su testimonio, contado en primera persona y recordando su propia experiencia, expuso la crueldad de las redes de explotación infantil en Pakistán y lo dejó a él como la voz de un movimiento que exigía justicia.
Su historia bien pudo quedar perdida entre en las miles de miles de historias de niños devorados por la esclavitud silenciosa que ocurría en los talleres paquistaníes. Pero a los diez años, en un acto de determinación poco común, logró escapar. Asustado, por si lo atrapaban y conociendo las consecuencias, Iqbal corrió por calles desconocidas hasta llegar a la sede de aquella organización local que lo acobijó, le dio refugio, y también una nueva identidad.Su figura no demoró en trascender pronto las fronteras de Pakistán. En diciembre de 1994 fue invitado a Estados Unidos por la Reebok Human Rights Foundation, que le otorgó el Youth in Action Award, un reconocimiento internacional que apoyaba a jóvenes activistas comprometidos con la defensa de los derechos humanos. Durante la ceremonia en la Northeastern University de Boston, frente a cientos de estudiantes y activistas, pronunció un breve pero contundente discurso en inglés. “Somos pobres, pero no somos criminales. Tenemos derecho a vivir, a jugar, a ir a la escuela y a soñar. Por favor, ayúdennos a detener la esclavitud infantil”, pidió el niño que soñaba convertirse en abogado para defender a quienes padecían lo que él.
Este galardón fue creado especialmente para él, ya que, debido a su corta edad, no encajaba en la categoría habitual de premiados menores de 30 años. “Soy uno de esos millones de niños que sufren en Pakistán por el trabajo infantil y la servidumbre por deudas, pero tengo la suerte de que, gracias a los esfuerzos del Bonded Labour Liberation Front, salí en libertad y estoy aquí frente a ustedes. Después de mi liberación, me uní a la escuela del BLLF y ahora estoy estudiando allí. Para nosotros, los niños esclavos, Ehsan Ullah Khan y el BLLF han hecho el mismo trabajo que Abraham Lincoln hizo por los esclavos de América. Hoy, ustedes son libres y yo también soy libre”, expresó al recibir el reconocimiento y fue ovacionado.Iqbal había logrado llevar su voz por el mundo y ese viaje fue un punto de inflexión: se convirtió en símbolo global de la lucha contra el trabajo infantil. A su regreso, continuó dando charlas en escuelas rurales de Punjab y denunciando públicamente a los responsables de la esclavitud infantil en la industria textil y escribía discursos junto a otros jóvenes liberados del trabajo forzado y colaboraba con la recolección de datos sobre niños esclavizados en la industria de alfombras y ladrillos. Era un niño valiente, pero a los ojos de sus explotadores, también una amenaza para un sistema económico que se beneficiaba del silencio.
Según el diario The Guardian y reportes de la BBC Urdu, en ese tiempo comenzó a recibir amenazas de muerte. Integrantes de la BLLF aseguraron que varios empresarios vinculados a la “mafia de las alfombras” lo veían como una amenaza directa, no solo por sus denuncias, sino porque alentaba a otros niños a escapar del sistema. La presión aumentó cuando los medios internacionales comenzaron a contar su historia como símbolo de la lucha contra la esclavitud infantil, cosa que incomodó a los explotadores a cargo de la producción artesanal que usan el trabajo forzado para sostener sus exportaciones.Pero no sucedió. El 16 de abril de 1995, mientras paseaba en bicicleta con un primo cerca de su casa en Muridke, fue asesinado a balazos. Su muerte truncó una de las voces más poderosas que habían emergido contra el trabajo infantil esclavo en Asia.
La versión oficial cuenta que el crimen de Iqbal fue producto de una disputa familiar, explicación que fue rechazada desde el inicio por la BLLF, su familia y diversas organizaciones internacionales de derechos humanos. Según reportó The Guardian en 1997 en “Who Killed Iqbal Masih?”, había indicios de que el asesinato fue ordenado por miembros de la llamada “mafia de las alfombras”, un despiadado grupo de empresarios y comerciantes que controlaban la producción artesanal y vivían del trabajo infantil esclavo.Tras su asesinato, la investigación fue rápida y superficial. No hubo juicio, ni detenidos, ni peritajes consistentes. Su familia recibió amenazas y algunos de sus hermanos abandonaron la región por miedo a represalias. La BLLF, por su parte, denunció presiones y operativos en sus oficinas, aunque logró seguir funcionando con apoyo internacional. Su muerte provocó conmoción mundial. Organismos como UNICEF y Human Rights Watch exigieron justicia. En las semanas posteriores, se realizaron vigilias en su memoria en varias ciudades del mundo. Sin embargo, en Pakistán, el caso fue archivado sin mayores avances. Hasta hoy, su asesinato permanece impune.
A treinta años de su muerte, la figura de Iqbal Masih sigue siendo un emblema global contra la esclavitud infantil. Su nombre fue utilizado en campañas de sensibilización, programas educativos y premios internacionales. Sin embargo, los problemas que denunció persisten.Además, el informe destaca que una de cada diez niñas y niños en el mundo trabaja, y que los conflictos armados, la pobreza extrema y las crisis climáticas profundizan las condiciones que favorecen la explotación. Las cadenas de suministro globales continúan siendo un punto crítico: productos como el cacao, el algodón, las alfombras o los minerales electrónicos están entre los más asociados a trabajo infantil forzado.
Fuente: telam
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