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15/04/2025

El regreso de las Líridas: cuándo y cómo ver la lluvia de estrellas más antigua de la Tierra

Fuente: telam

El fenómeno astronómico se remonta a más de 2700 años, cuando el cometa C/1861 G1 Thatcher pasó cerca de nuestro planeta y dejó parte de su material que hoy persiste. Las claves para una buena observación

>Cada año, cuando abril entra en su segunda mitad, el cielo se convierte en un escenario privilegiado para uno de los espectáculos astronómicos más persistentes en la historia de la humanidad: la lluvia de meteoros Líridas.

Registradas por primera vez en el año 687 a. C. por astrónomos chinos, las Líridas constituyen una de las lluvias de meteoros más antiguas conocidas, y su origen se encuentra en los fragmentos que deja tras de sí el cometa C/1861 G1 Thatcher, descubierto hace más de 160 años.

La Tierra cruza cada abril una franja de escombros en su órbita, residuos dejados por el mencionado cometa que, al entrar en contacto con nuestra atmósfera, se desintegran formando estelas de luz que surcan el cielo. En el hemisferio Norte se ven todos los años el doble de estrellas fugaces que en el Sur. “Se va desintegrando a medida que avanza”, explicó el doctor Ed Bloomer, astrónomo del Real Observatorio de Greenwich.

Este fenómeno ocurre cuando las partículas de polvo y roca alcanzan grandes velocidades y, al rozar la atmósfera terrestre, producen destellos visibles desde el suelo. La constelación de Lyra, el arpa, da nombre al evento, ya que desde esa zona del firmamento parecen emanar los meteoros.

No hay un atajo. Hay que dejar que la vista se acostumbre a la oscuridad y hay que perseverar. El ritmo puede no ser constante y los meteoros aparecer de forma intermitente. Basta con no parpadear en el momento equivocado para no perder la oportunidad de ver uno”, advirtió Bloomer.

El pico de actividad de la lluvia se espera entre el 21 y el 22 de abril de 2025, aunque el evento completo se extiende desde el 17 hasta el 26. La asociación estadounidense American Meteor Society estima una tasa promedio de 18 meteoros por hora durante el momento de mayor actividad.

La observación de las Líridas no requiere instrumentos especiales. Se trata de una experiencia accesible, siempre que el clima y la ubicación lo permitan. Lo más importante es alejarse de las fuentes de luz artificial.

Las ciudades, con su contaminación lumínica, dificultan enormemente la visión del cielo nocturno. Por eso, conviene buscar zonas rurales, parques alejados o reservas naturales donde el cielo pueda desplegarse en su máxima expresión. Una manta, una silla reclinable o simplemente el suelo pueden ser aliados perfectos para entregarse al cielo. Los ojos necesitan al menos treinta minutos para adaptarse completamente a la oscuridad, así que conviene evitar mirar pantallas o encender linternas.

“Simplemente, hay que desconectar un poco, o estar un poco zen y simplemente mirar el cielo”, recomendó Bloomer. La clave no está tanto en una técnica precisa como en la disposición a entregarse al tiempo, a la contemplación prolongada y a la aceptación de que no todo está bajo control. Los meteoros no anuncian su llegada. Pueden aparecer dos en un minuto y luego pasar diez sin que nada suceda. Esa irregularidad forma parte del encanto.

Una de las variables que podría interferir con la observación en 2025 es la presencia de la luna menguante, cuyo brillo podría atenuar el contraste del cielo nocturno. Sin embargo, si el cielo se mantiene despejado, las condiciones siguen siendo más que favorables. Como recomienda la NASA, mirar hacia el este y luego rotar la vista unos treinta grados al noreste puede ampliar el campo de visión y aumentar las probabilidades de captar uno de los destellos. Se trata de maximizar la exposición sin necesidad de seguir una pauta rígida.

La naturaleza transitoria del fenómeno, la falta de control sobre su aparición y la necesidad de esperar sin certezas, hacen que cada persona viva la experiencia de forma única.

Los fragmentos que forman las Líridas tienen una procedencia definida: el cometa C/1861 G1 Thatcher. Su órbita alrededor del Sol dura aproximadamente 416 años, lo que significa que aún está activo aunque muy lejos de nuestro alcance. Cada año, su legado se reactiva en la atmósfera terrestre con la entrada de esas partículas que dejó esparcidas por el espacio. Esa persistencia permite que las Líridas sigan apareciendo año tras año, en una continuidad que enlaza generaciones humanas con la dinámica del Sistema Solar.

En un mundo saturado de imágenes inmediatas y estímulos constantes, detenerse a mirar el cielo y esperar algo que puede o no ocurrir tiene un valor distinto. No se trata de un fenómeno espectacular por su cantidad, sino por lo que representa: una forma de reconexión con los ritmos del universo. Mientras los fragmentos del cometa Thatcher se incineran a cientos de kilómetros sobre nuestras cabezas, lo que ocurre en la Tierra es un momento de contemplación, de silencio y de paciencia compartida.

No será distinto, aunque todo a nuestro alrededor haya cambiado. La luz será la misma, fugaz y persistente, como un puente entre siglos.

Fuente: telam

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