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13/04/2025

Veinte atentados, una bomba molotov y un juicio postergado: el drama de la abogada hostigada por defender a una víctima de violencia

Fuente: telam

Desde que tomó el caso, en septiembre de 2019, Norma Igoa Bellini (73) fue víctima de más de 20 ataques. A pesar de las reiteradas denuncias, las restricciones perimetrales no se cumplieron y su agresor sigue en libertad. “Decidí hacer pública esta pesadilla porque es la única forma que tengo de protegerme a mí y a mi familia. Perdimos la paz”, dice

>El día que pinchó una rueda, Norma Igoa Bellini creyó que había sido un simple infortunio. Incluso, cuando el chofer de un camión se acercó a asistirla y le comentó que los bulones de las cubiertas estaban flojos, no le dio demasiada importancia. “Una falla mecánica”, pensó la abogada. Pero cuando más tarde le rompieron a piedrazos la vidriera del local que acababa de inaugurar y, dos meses después, arrojaron una bomba molotov dentro del negocio, entendió que no se trataba de una sucesión de incidentes aislados: alguien tenía la intención de hostigarla y amedrentarla.

Hasta ahora, nunca había dado una entrevista. Durante años eligió el silencio, convencida de que podía resolver el conflicto por vía legal. Pero las respuestas que obtuvo de la Justicia fueron nulas: las denuncias se acumularon sin consecuencias y las restricciones perimetrales no se cumplieron. “Me daba pudor salir en los medios, pero creo que es la única forma que tengo de protegerme a mí y, fundamentalmente, a mi familia. Sufrí más de 20 atentados. Hace cinco años que vivo con miedo: parece una pesadilla. Esto se tiene que conocer”, dice.

Norma tiene 73 años, es abogada graduada en la Universidad de Buenos Aires y ejerce desde hace más de tres décadas. “Desde muy chica soñé con dedicarme a esta profesión. Veía Perry Mason (NdR.: una serie de televisión estadounidense protagonizada por un letrado que defendía a personas acusadas falsamente) y quería estar ahí. Soy la primera abogada de mi familia. Hice todo a pulmón”, cuenta. Si bien inició en el ámbito penal, más adelante se especializó en derecho de familia. En ese recorrido, defendió durante años a mujeres víctimas de violencia de género. Lo que no imaginó es que, hacia el final de su carrera, sería ella quien terminaría del otro lado del mostrador: hostigada, amenazada de muerte, con su familia en la mira y sin respuestas del sistema judicial al que sirvió durante años.

Todo comenzó en septiembre de 2019 cuando tomó la defensa de una mujer que había escapado de su casa con su hija de dos años. “Ella estaba aterrada. Su pareja, de profesión abogado y empresario, había amenazado con matarla. Rompió una silla al lado de su nena. Le dijo que le iba a pegar un tiro en cada rodilla”, cuenta sobre lo que, a priori, parecía “un caso más”.

“Días antes, mientras almorzaba con mi marido en el balcón de mi departamento, lo ví. Estaba sentado en un escalón en la calle, mirando hacia donde estábamos nosotros. Yo vivo en un segundo piso, así que lo reconocí enseguida. Cuando me paré, se dio cuenta y se fue”, recapitula Norma. Mientras tanto, el hombre también arremetía contra su expareja: “Fue hasta la puerta del lugar donde ella trabajaba y le hizo una pintada con su nombre y la palabra ‘Estafadora’. Estaba empeñado en que ella se quedara sin empleo y perdiera la tenencia de la hija”.

Tras los ataques a la vidriera, Igoa Bellini y Siciliano coincidieron en una audiencia judicial a fin de año. Norma lo recuerda con precisión: “Apareció con unos anteojos ahumados. Nunca me voy a olvidar: en la sala había un cuadro y él, en vez de mirarme a mí, hacía como que miraba el cuadro. ‘No quiere dar la cara. No quiere que lo vea’, pensé”.

Para el 31 de enero de 2022, la agresión escaló: dos personas arrojaron una bomba molotov dentro del local de antigüedades y decoración de Norma, provocando una explosión que destruyó buena parte del negocio. Ella estaba de viaje y planeaba reabrir el 2 de febrero. Así lo anunciaba un cartel pegado en la puerta. Se enteró del episodio por el llamado de una vecina: “¿En qué andás, que te están quemando el negocio?”, le dijo. Norma tuvo que sentarse. El lugar tenía un valor simbólico profundo. “Había piezas de decoración moderna, pero también cosas de herencia de mi madre. Por eso se llamaba ‘Antica Bellini’: era su apellido. De hecho, lo inauguré el día de su cumpleaños, un 22 de enero de 2019. Ella siempre quiso tener un local de antigüedades”, cuenta. “Gracias a Dios, el encargado del edificio actuó rápido. De lo contrario, las consecuencias podrían haber sido devastadoras. Es una torre de 26 pisos con más de 200 unidades funcionales”.

En los seis meses posteriores a la bomba molotov, Siciliano violó reiteradamente la restricción de acercamiento que había dictaminado la Justicia. El 14 de febrero de 2022, apenas diez días después del incendio, volvió a atacar: bajó de su auto y, con una gomera, destrozó la nueva vidriera del local. Luego fue visto al menos tres veces frente a la vivienda de Igoa Bellini: el 22 de febrero, el 21 de abril y el 18 de julio. Todas esas situaciones fueron denunciadas como violaciones a la perimetral, ninguna tuvo consecuencias judiciales.

A pesar del temor y de los episodios de violencia cada vez más graves, Norma estaba decidida a seguir patrocinando a su clienta. Pero su firmeza se resquebrajó cuando Siciliano desvió su furia hacia su familia. El punto más crítico se dio el 15 de agosto de 2022: Igoa Bellini recibió un mensaje de WhatsApp desde un número desconocido con amenazas explícitas contra su único hijo, acompañado de más de 20 fotografías tomadas a lo largo de dos años. Las imágenes incluían escenas familiares tomadas a escondidas y en fechas clave, como una cena de Nochebuena o el festejo de un bautismo familiar en un salón privado.

“Cuando vi todo eso empecé a temblar. Ahí caí en la cuenta de que alguien había estado siguiéndome durante todo ese tiempo”, asegura.

Por indicación médica, viajó al exterior durante casi tres meses. Buscaba alivio, dice, aunque sabía que era momentáneo. “Me fui y me saqué una mochila de encima. Empecé a vivir como vivía antes. Allá pude dormir sin sobresaltos. Acá me despierto con cualquier ruido. En una época soñaba permanentemente con fuego. Después del incendio, mi miedo era que me pusieran el mismo líquido inflamable que pusieron en el local por abajo de la puerta del departamento. Así que reforcé la entrada con una chapa de hierro”, cuenta.

La custodia y el botón antipánico no alcanzaban. “A veces salía a colgar ropa al balcón y lo veía a Siciliano enfrente de mi casa. Avisaba, pero la policía tardaba dos horas en venir”, detalla. Con los meses, su hijo y su nuera comenzaron a ser blanco directo de los ataques. Los nuevos abogados de su exclienta también. “Para el violento no existen los escrúpulos”, asegura.

Entré en un miedo paralizante. No sabía qué hacer pero tampoco estaba deprimida. De hecho, seguía trabajando. Tuve que hacerlo para poder costear desde las cámaras de seguridad, pasando por investigadores privados hasta los peritos de parte. Perdí todos mis ahorros: tuve que vender un departamento”, dice. La única calma aparecía cuando su hijo y su familia estaban de viaje. “Pensaba: ‘Les pasa esto por mi trabajo’. Son víctimas totalmente inocentes”. La lógica que percibía era la del terror como escarmiento, como en los años más oscuros de la historia argentina. “Es un sistema como el que se usaba en esa época: ‘Voy por la cría’”.

En su búsqueda de protección, Norma recorrió distintas instituciones. El respaldo más concreto, dice, lo encontró en la Secretaría de la Mujer del Gobierno de la Ciudad. “Se movieron muy rápido y le dieron intervención a la justicia civil. Ahí se dictó una medida de no acercamiento, una restricción perimetral, que igual violó”, explica.

Yo lo que espero es una condena. La que le corresponde por todo lo que hizo. Si salgo a hablar es porque tengo miedo por mí, pero fundamentalmente por mi familia. Perdimos la paz”, asegura Norma. Hace una pausa y cierra: “Estoy segura que tiene una saña en mi contra. Fui la primera persona que le dijo que: ‘No’. Le quité el expediente de San Isidro, lo llevé a Capital y empezaron los procesamientos. La Justicia le impide tener contacto con la hija. Eso no me lo perdonó. Además, empoderé a una mujer que estaba aterrada. Hoy ella vive su vida, trabaja y cuida a su nena. Salió de ese círculo de violencia. Y eso también fue imperdonable para él”.

*En comparación con el año anterior, los intentos de femicidios directos y vinculados se duplicaron: 52 en 2024 y 106 en 2025.

Fuente: telam

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