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12/04/2025

La historia del Domingo de Ramos, la fecha en que se conmemora el ingreso triunfal de Jesús a Jerusalén y da inicio a Semana Santa

Fuente: telam

Con la bendición de los ramos de olivo que llevan los fieles, las iglesias recuerdan un episodio central de los Evangelios que anticipa el comienzo del viaje hacia la Pasión de Cristo, es decir, su sufrimiento y muerte en la cruz. Las lecturas solemnes que recuerdan sus últimos días desde la traición hasta la crucifixión

>Mañana es “Domingo de Ramos”, uno de los días más significativos del calendario litúrgico cristiano, que marca el inicio de la Semana Santa. Es un día de gran devoción y simbolismo, donde las iglesias cristianas rememoran la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén, poco antes de su pasión, muerte y resurrección. Este evento, descrito en los Evangelios, tiene un profundo significado teológico y espiritual, invitando a los fieles a reflexionar sobre la humildad, el sacrificio y la victoria final del bien sobre el mal. También marca la inconstancia del pensamiento de masas. Muchos de aquellos que fueron a aclamarlo el domingo, el viernes pedían que fuera crucificado. De ahí el término muy común: “Del Hosanna al crucifícalo, solo pasaron cuatro días”, para definir lo veleidosos que pueden ser los grupos de personas.

La multitud, que en su mayoría esperaba a un mesías político que liberara a Israel de la opresión romana, interpretó la entrada de Jesús como el momento en que Él reivindicaría su reino. Sin embargo, Jesús no vino como un rey militar y un guerrero liberador. Este gesto simboliza la humildad de Jesús, que eligió un animal modesto, en lugar de un caballo de guerra, para entrar en la ciudad. Además, el uso de los ramos de palma y olivo tiene un profundo significado simbólico. La palma es un símbolo de victoria y la esperanza de una nueva era, mientras que el olivo representa la paz y la reconciliación. El olivo siempre fue símbolo de paz y de esperanza, desde la paloma que llegó al arca de Noé con una rama de olivo, hasta ese día en Jerusalén.

La liturgia del Domingo de Ramos también invita a los fieles a reflexionar sobre su propia relación con Jesús. En lugar de enfocarse únicamente en la gloria de la entrada triunfal, la Iglesia invita a los creyentes a prepararse para la reflexión profunda sobre la Pasión de Cristo, la transitoriedad y vacuidad de las cosas y los poderes mundanos.

En casi todas las liturgias de las Iglesias cristianas el Domingo de Ramos es una de las celebraciones más solemnes y participativas de la liturgia. Las ceremonias del día están pensadas para ayudar a los fieles a entrar en el misterio de la Semana Santa, a través de ritos simbólicos que conectan a la comunidad con los eventos históricos de la Pasión de Cristo.

Y más o menos todas siguen el mismo esquema celebrativo y participativo. El primer acto de la celebración del Domingo de Ramos es la bendición de los ramos de palma y olivo. Los fieles suelen acudir a los templos con estas ramas, que son bendecidas por el sacerdote o el pastor bendice a los fieles que los llevan, según la costumbre de cada Iglesia. Este es el comienzo de la liturgia. Esta bendición se realiza al aire libre, en algunos casos frente a la iglesia, como símbolo de la bienvenida a Jesús. Durante la bendición, se recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y se hace un llamado a la conversión de los corazones, invitando a los fieles a imitar el gesto de acogida y adoración que tuvo la multitud en el pasaje evangélico.

En algunos templos, se realiza una procesión antes de la misa principal o del servicio, según el caso, durante la cual los fieles caminan con los ramos de palma, cantando himnos litúrgicos, como el famoso “Hosanna”. Este momento de la ceremonia es un acto de unidad y de esperanza en la victoria de Cristo.

Para la liturgia católica latina, en primer lugar, se lee el relato de la entrada triunfal, en la que se destacan los gestos de aclamación de la multitud con los ramos y la proclamación de la realeza de Jesús. Luego, en la celebración de la palabra, ya en la liturgia eucarística se proclama la Pasión de Cristo, es decir, el relato de los últimos momentos de su vida, desde la traición de Judas hasta su crucifixión. En la mayoría de las iglesias, este pasaje es leído de manera solemne, con diferentes miembros de la comunidad que interpretan las voces de los personajes involucrados en los eventos, como Jesús, Pilato, las multitudes y los soldados. Este cambio de tono en la liturgia es significativo, pues nos introduce en el misterio de la Semana Santa, un tiempo de reflexión sobre el sacrificio redentor de Cristo. La lectura de la Pasión enfatiza la voluntad de Jesús de entrega y la valentía con la que afrontó su sufrimiento. El color litúrgico es el rojo.

Aunque el Vía Crucis no es una ceremonia exclusiva del Domingo de Ramos, muchas parroquias lo celebran este día como parte del inicio de las actividades de la Semana Santa. El Vía Crucis es una tradición que consiste en un recorrido por las 14 estaciones del sufrimiento de Cristo, desde su condena hasta su sepultura. En algunos lugares, el Vía Crucis se realiza al aire libre, con la participación activa de la comunidad.

Al caminar por la Semana Santa, todos los cristianos de las diferentes Iglesias son invitados a meditar sobre el amor incondicional de Jesús, que aceptó la cruz por amor, y este amor, manifestado en su sacrificio, es el mismo que los cristianos están llamados a imitar en su vida diaria. El Domingo de Ramos, una de las festividades más emblemáticas de la Semana Santa, trasciende su origen religioso para convertirse en un símbolo de reflexión sobre la vida y la esperanza.

En un contexto laico, el Domingo de Ramos recuerda que, en momentos de crisis, como el que representa la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, la esperanza puede surgir de las formas más inesperadas. A lo largo de la historia, la humanidad demostró una capacidad infinita para renacer, para caminar hacia nuevos horizontes, muchas veces después de tiempos de oscuridad y dolor. Esta celebración, entonces, habla de la necesidad de mantener viva la esperanza, de seguir adelante con dignidad y solidaridad, y de cultivar en nosotros mismos el coraje de aquellos que, como las multitudes que vitorearon a Jesús, creen en un futuro mejor.

Fuente: telam

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