08/04/2025
El balcón de Temperley que se convierte en escenario y al que asisten más de 1.000 vecinos cada vez que abre sus puertas

Fuente: telam
“Música en el balcón” es un proyecto que empezó en 2024 y que crece a fuerza de jazz y un espíritu comunitario que atrae a todas las generaciones
>Una mujer despliega una lona y tres reposeras. En la heladerita se enfrían dos botellas de champagne y hay un paquete de papas fritas y otro de tostaditas con sabor a queso esperando que alguno de los cuatro comensales rompa el hielo. Dos adolescentes se besan sentadas en el cordón de la vereda: una llegó al encuentro con el bolso matero; la otra, con un budín casero. Un nieto pide permiso entre la gente para que la silla de ruedas de su abuela quede instalada con la mejor visibilidad posible.
El balcón no es cualquier balcón. Es uno largo y cada vez más conocido entre los vecinos de Temperley. Parece un simple espacio en el que recuperar algo de vitamina D y compartir una charla, unos mates o una cerveza.
Pero, además de todo eso, cada dos meses se convierte en el escenario de “Música en el Balcón”, un proyecto en el que un grupo de siete u ocho músicos deleitan al barrio con algo más de una hora de jazz en vivo. Y, sobre todo, una propuesta que logra que la cuadra entera se vuelva un gran auditorio a cielo abierto, en el que se recupera el uso del espacio público para lo comunitario. Gratis.“Hace varias semanas estaba paseando con Juan, mi perro. Y resulta que empiezo a ver que mucha gente caminaba como para el mismo lado, algunos con el mate, algunos con la reposera. Soy vecina del barrio de toda la vida y caminaban en dirección de ningún lado especialmente destacado, pero seguí a alguno y empecé a escuchar que se sentía primero como un barullo y después resulta que ese barullo era una música hermosa”, cuenta Mercedes.“Mi mamá tiene problemas grandes de salud desde hace muchos años, está postrada. Y mi papá no se mueve de al lado suyo. Pero hoy me organicé con mi hermana, así ella cuida a nuestra mamá y yo podía traerme a mi papá a que disfrute de esto”, cuenta Mercedes. Bocha, su papá, tiene 84 años y sigue los estándares de jazz que bajan desde el balcón con entusiasmo. “Me hace acordar a los tugurios a los que íbamos cuando éramos jóvenes, sonaba esta música”, describe.
Charo, la hermana de Bocha, fue cómplice de su sobrina Mercedes para concretar el plan, que no le revelaron a él hasta último momento. Ella tiene 87 y la música que escucha la hace llorar: “Mi hijo vive en Europa desde hace más de veinte años. Es saxofonista, y esto le encantaría. Me hace pensar mucho en él y eso me emociona, podría ser cualquiera de estos músicos”, cuenta, y agrega: “Seguramente sea la primera de muchas veces viendo esto. Es hermoso compartir con tanta gente y disfrutar de algo que ocurre en la calle, donde últimamente la gente grande como yo no quiere estar porque nos puede dar miedo por todo lo que pasa”.La idea de que el balcón se convierta periódicamente en el centro de una reunión colectiva fue de Carla Castro y Fran Orozco, los habitantes de esa casa desde hace tres años. “Siempre tomamos mate en el balcón y en algún momento empezamos a empezar ese espacio y esa esquina como un lugar desde el que se podía hacer algo artístico. Arrancamos en enero de 2024, post asunción del actual gobierno, con una necesidad muy fuerte de compartir la música y lo artístico que hacemos y de abrir las puertas de nuestra casa para que tenga espacio algo cultural en un momento en el que sentimos que esos espacios se cerraban”, describe Carla, que es productora general de cada presentación y se ocupa también de la pata audiovisual del proyecto.No hay un repertorio fijo: “Tocamos estándares clásicos, que justamente al ser estándares nos permiten tocar combinándonos nosotros de distintas formas porque todos sabemos esas composiciones básicas y el jazz permite que haya variaciones. A la vez, tocamos canciones de artistas muy populares que puedan resultarles familiares al público”, cuenta Fran. Este sábado suenan melodías de Charlie Parker, Dizzie Gillespie y Stevie Wonder, entre varios.
La primera vez que tocaron, en enero de 2024, hubo diez o quince personas en el público. Eso se multiplicó al menos por cien hasta la edición de este sábado. El boca en boca en el barrio y las redes sociales fueron el combustible de ese crecimiento exponencial. “A mí cuando hay espectáculo en el balcón me conviene venir acá y no a la plaza”, sostiene Enzo, que se llama así por Trossero, ídolo de Independiente. Es el pochoclero del barrio, y los días que hay “Música en el balcón” vende un 30% más que una jornada promedio en su ubicación cotidiana. La panadería de la calle Juncal también celebra cada convocatoria: allí también suben los pedidos. “Acá es como cualquier día en cuanto a ventas. Mucha gente se viene ya con algo preparado en su casa, con el mate, con algo que compra en el supermercado. Pero es tan lindo ver que la gente la pase bien en la calle, como cuando éramos chicos”, dice la kiosquera de la cuadra.Los vecinos que viven sobre Juncal o sobre Lucio V. López, que es la otra calle en la que el público instala su silla plegable, su lona o su reposera cada vez que hay “Música en el balcón”, se enteran por los organizadores de cada nueva fecha. En la recorrida de Infobae, varios contaron que la propuesta genera “una alegría que la cuadra nunca había conocido” aunque también advirtieron sobre la importancia de que, a medida que crece el público, se contemple la posibilidad de instalar algún baño químico y se evite el vuelo de drones que puedan invadir la privacidad de las viviendas.Desde allí bajan solos de batería, de guitarra, de trompeta y de saxo. Las luces de ese balcón en el que casi siempre se toman mates y cada tanto se toca música en vivo se van prendiendo a medida que baja el sol. Los músicos se miran para entenderse en medio de esos estándares a los que cada intérprete les suma su estilo propio.
“Creo que esto generó una sensación comunitaria muy distinta a la habitual, que es la que aparece cuando surge una necesidad. En esa situación la comunidad siempre reacciona de manera colectiva, pero aquí aparece la instancia de compartir un espacio de disfrute, un rato cada uno o dos meses, y eso está creciendo y fue parte del objetivo que nos gusta pensar que tenemos”, dice Carla.En un rato por acá pasarán la gorra destinada a sostener el proyecto que crece con cada convocatoria. Ahora todo es un silencio hecho de más de mil personas que escuchan atentas las melodías que bajan desde ese escenario que les creció en medio del barrio. Sólo lo interrumpen para aplaudir al final de cada solo de alguno de los músicos o cuando termina una canción.
Después, el aplauso final, plegar la reposera, levantar la basura para cada uno tirarla en su tacho y hasta la próxima. Bocha aplaude fuerte, sonríe, está contento. Levanta la copa de champagne como si pudiera brindar con todos los músicos al mismo tiempo. Mercedes, su hija, está emocionada. “Cuesta muchísimo sacarlo de la casa, no se quiere mover de al lado de mi mamá. Pero hoy disfrutó, la pasó lindo, así que misión cumplida”, dice, y llora un ratito.
Fuente: telam
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