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07/04/2025

489 días internada, 50 cirugías y una bebé: la mujer que se contagió una bacteria en el parto y debió aprender a escribir de nuevo

Fuente: telam

Rosario Sporleder no imaginaba que la alegría del nacimiento de su hija le iba a durar tan poco. A las horas del parto, empezó a sufrir fiebre y dolores varios. Manchas oscuras en la piel terminaron de confirmar el diagnóstico: una infección por Streptococcus pyogenes, una bacteria potencialmente mortal. Su tránsito por la clínica, desde el parto hasta la difícil tarea de sobrevivir, y lo que pasó después: aprender lo básico por segunda vez

>El impacto con la piedra fue de frente, a toda velocidad, sin tener tiempo a nada. Sucedió en marzo de 2023. El golpazo la dejó por meses inconsciente, con cada pedazo de su cuerpo batallando, literalmente, por sobrevivir.

Rochi Sporleder tenía entonces 34 años y hoy (al 7 de abril de 2025) 749 días después, su ficha médica recoge datos escalofriantes: 489 días internada sin poder volver a su casa; 57 días intubada y conectada a un respirador artificial, 29 de ellos con traqueotomía; 50 intervenciones quirúrgicas; 21 sesiones de diálisis; múltiples transfusiones y varios injertos de piel en su brazo izquierdo.

Rochi mira con ojos que acunan, tiene unas simpáticas torzadas de pelo castaño tejidas alrededor de su cabeza y está perfectamente maquillada. Se acomoda el vestido con estampas amarillas. Su sonrisa dibuja puentes amables mientras se da maña para servir, con sus propias manos, un té. Un simple té puede ser un gran desafío. De ahora en más, ella empezará a desgranar con emoción la historia que venimos a contar.

Está sentada en su silla, de espaldas al jardín de su casa. El verdísimo pasto y el sol de finales del verano que estalla en la pileta encandilan, mientras las risas de Juana, quien ya cumplió dos años, llegan bailando desde la cocina. Santi, el marido de Rochi, se ocupa del ir y venir, de los terapeutas y los kinesiólogos. Es curioso porque esta no es la casa de Rochi, Santi y Juana, es la casa de los padres de ella que han tenido la generosidad y el privilegio de cedérsela.

Rochi es la tercera de cinco hermanas y nació en Buenos Aires el 20 de febrero de 1989. Llegó después de Clara (39) y de Coti (37) y antes que Martina (30). La quinta era melliza de Clara y murió antes de nacer, una tragedia que los marcó y tendrá, en esta nota, un capítulo aparte.

Esta es una de las tantas epifanías de esta historia porque fue como si Matías Sporleder se hubiera adelantado al futuro. La casa que construyó resultó perfecta para cobijar a Rochi y su familia: “Es como si mis papás me la hubieran hecho especialmente para mí”, sonríe iluminada.

Volvamos a los primeros años: hizo la primaria en el Saint Mary of the Hills y la secundaria en el Michael Ham. Cuando terminó el colegio entró a estudiar derecho en la Universidad Austral. En el último semestre de su carrera realizó un intercambio en Friburgo, Alemania. Sabía un poco de alemán, no lo suficiente, pero era lanzada y nada le divertía más que enfrentar desafíos para conquistar el mundo.

Desde muy joven Rochi volcó su energía en la vida profesional y se enfocó, especialmente, en el trabajo social. Apenas se recibió, comenzó a trabajar en el Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes del Gobierno de la Ciudad acompañando a menores de edad con derechos vulnerados. Pero lo legal no le alcanzó y quiso profundizar en los abordajes que se hacían sobre la infancia y los lazos familiares de esos chicos: “Después de un tiempo sentí la necesidad de hacer algo distinto y para eso decidí estudiar una nueva carrera: Psicología. Ingresé a la Universidad del Salvador y, a los 26 años, me fui a vivir sola al centro de la ciudad para estar cerca de la facultad”, relata con entusiasmo.

Un tiempo después Rochi enfrentó un nuevo desafío. Pasó a integrar un organismo a cargo de urbanizar barrios populares de la provincia de Buenos Aires (OPISU). Entre 2018 y 2019, la pusieron al frente del barrio Carlos Gardel, en Morón. Tenían un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo para mejorar las condiciones de vida de los vecinos, llevarles cloacas, agua y relocalizar a quienes estuviesen en condiciones indignas. Luego de su paso por el sector público, Rochi proyectó su vocación social en una ONG llamada Construyendo, donde en marzo de 2022 asumió el rol de directora ejecutiva. Junto a las fundadoras de la ONG acompañaba a emprendedores sociales a gestionar y mejorar sus negocios.

Fue en un asado con amigos que Rochi conoció a Santiago Benvenuto. “Era julio de 2018. Yo estaba en ese asado por casualidad. Santi me gustó desde el primer momento en que lo vi. Los amigos decían que era un bocho y noté que era particularmente callado. En un momento contó de su vida y que había estado viviendo en Nueva York. Me encantó su cabeza abierta, su manera de pensar, de razonar. Y, por supuesto, físicamente. Hablaba poco, pero cuando lo hacía sus palabras eran inteligentes, acertadas. Contó que había vuelto al país porque estaba por arrancar ese mismo lunes un nuevo trabajo”.

Santi tiene cuatro años más que Rochi, ya era economista y había hecho una maestría en los Estados Unidos. A diferencia de ella, él se concentró en los números y las finanzas. Luego de unos años en Wall Street había vuelto a la Argentina para asumir el rol de CFO (director financiero) de una fintech argentina.

En 2020, Rochi fue asignada al mega equipo de Covid: tenía que estar en la cancha de San Lorenzo registrando enfermos y derivándolos a hoteles: “Nunca tuve miedo a contagiarme, pero por las dudas no veía a mis padres porque yo era siempre contacto estrecho”.

A los dos años de noviazgo nos fuimos a vivir juntos y a los tres quedé embarazada. Juana fue buscada y ¡llegó muy rápido! Esos meses fueron espectaculares. Nunca me sentí mal, trabajé hasta el último día e incluso viajé y me fui al sur donde hice trekking. No soy nada miedosa, pero si precavida”.

Mientras las vidas de sus hijas seguían adelante, Matías y Rosario Sporleder ya habían decidido construir “la casa del ascensor”, la vivienda que pronto necesitaría su tercera hija.

El lunes 20 de marzo de 2023 Rochi se despertó a las tres de la mañana para ir al baño. Estaba en la semana 39 de embarazo, casi en fecha. Sintió humedad debajo de ella y miró la sábana. Había sangre. En el curso de preparto le habían dicho que esa era una posible señal de alerta. Llamaron a la partera quien les dijo que fueran tranquilos al sanatorio. Se vistieron y salieron.

Luego del parto empezaron algunos síntomas que se mezclaron con los normales de cualquier nacimiento. Tenía dolor y comenzó la fiebre. La bajada de leche y los entuertos parecían justificarlo.

A la una de la mañana del 23, otra vez la fiebre trepó a 38.1. El dolor iba en aumento, no encontraba posición. Cuando les decía a las enfermeras de maternidad lo mucho que le dolía el cuerpo, la respuesta era siempre la misma: “Mami, tuviste en bebé. Es normal”.

“Tengo un umbral altísimo para el sufrimiento, no soy de quejarme nunca, para nada. Aguantaba. Éramos madre y padre primerizos, ¡imaginate! Yo creía, por lo que me decían las enfermeras, que ese dolor era totalmente corriente y que la fiebre podría ser por la bajada de la leche. Igual me hicieron estudios de sangre y los resultados indicaron que tenía los glóbulos blancos altos”, explica.

“¿Del uno al diez? ¡¡¡Catorce!!!! No tenía posición y estaba con la presión muy baja. Las dos primeras noches se quedó Santi a dormir en el cuarto conmigo. No dormimos nada de lo mal que estaba. Con fiebre no me iban a dar de alta así que para la tercera noche, Santi, que ya estaba agotado, le pidió a mi hermana Martina que fuera a quedarse conmigo al cuarto. De esa manera, él podría quedarse con nuestra bebita en el antecuarto. Mi hermana más chica, justamente, es enfermera. Martina vino y pasamos la noche juntas”. Nadie era consciente, todavía, de que Rochi había comenzado a morir. Continúa: “No encontraba una posición para relajarme y evitar el inmenso dolor. Era desesperante. Estuvimos toda esa noche también en vela. Cuando amaneció, seguía con fiebre. Martina me empezó a mirar con detenimiento el cuerpo. Me revisó. Fue entonces que descubrió unas manchas moradas en mis glúteos y en mis piernas. Inmediatamente, por su profesión, se dio cuenta de que algo fuera de lo normal estaba pasando. Martina prendió las alarmas y Santi llamó a mi obstetra. Él, a su vez, se comunicó con una médica de terapia intensiva del sanatorio para que me fuera a ver. Justo ese día estaba de guardia una médica que había ido a hacer un reemplazo ocasional. Ella fue mi primer milagro. Se llama Daiana y había tenido en su etapa de residencia el caso de una chica de 16 años que se había muerto, en seis horas, por una infección por Streptococcus pyogenes. El caso la había marcado tanto como profesional que supo reconocer rápidamente los síntomas de la infección. Levantó la sábana y apenas vio las manchas oscuras en mi piel supo lo que tenía. Pidió camillero y me mandó a terapia intensiva de una. Yo no entendía mucho. Ella me dio un beso en la frente y me dijo: ‘Te vamos a cambiar de habitación para poder atenderte bien’”.

Mientras a su hermana la evaluaban, Martina llamó a su familia para que fuera al sanatorio. Estaban preocupados, pero era difícil dimensionar la seriedad del cuadro. En esos momentos, la muerte era algo inimaginable.

Estaban intubando a Rochi cuando Martina y Santi se asomaron adonde estaba ella en terapia intensiva. Se quedaron helados: se dieron cuenta de que la situación era muchísimo más grave de lo que habían creído.

Había medidas inmediatas a tomar. Los médicos de terapia actuaron a toda velocidad. Estaban decididos a salvarle la vida. Sin esperar confirmaciones, ordenaron que le pasaran antibióticos de amplio espectro y otros medicamentos para estabilizar el cuadro. No podían demorarse. Daiana estaba convencida de que estaban frente a su viejo y letal enemigo, el Streptococcus Pyogenes. Le realizaron una cirugía exploratoria y encontraron que el útero estaba bien.

Dicen los papers de medicina que entre el 20 y el 80 por ciento de las personas con fascitis necrotizante causada por estreptococo tipo A, también llamado Streptococcus Pyogenes, -según la cepa y el estado del paciente- mueren. Unas 500 mil personas fallecen en el mundo cada año por esta causa. Es una enfermedad invasiva que va “comiendo” el cuerpo de la persona afectada. Popularmente se la conoce, también, como “la bacteria carnívora” y el mayor riesgo de muerte está en las primeras 48 horas desde la infección. Según la Cleveland Clinic esta bacteria se propaga con tanta rapidez y afecta de tal manera a los tejidos subcutáneos que provoca el fallecimiento de una de cada tres personas que la contraen porque cuando pasa al torrente sanguíneo provoca el shock y la falla multiorgánica.

Las amigas de Rochi llegaron al sanatorio y optaron por acciones concretas: cadenas de oración, acompañamiento permanente, canciones en terapia y hasta reservaron un hotel, enfrente de la clínica, para sus padres. Hermanos, tíos, familiares de Santi y amigos tejieron una tupida red de energía vital. Llegó a haber hasta cien personas circulando y acampando en el lobby del sanatorio. Sus amigas se organizaron para no dejar a Rochi sola ni un solo segundo.

La noche que más cerca estuvo de morir fue la del viernes 24 de marzo de 2023. Al respirar saturaba 92 (lo normal es 100) y su frecuencia cardíaca inmóvil en la cama era de 150. Los médicos anunciaron que la cosa iba mal.

Santi y la familia no daban abasto. De neonatología con Juana a terapia intensiva para despedirse, una y otra vez, de Rochi.

Santi entró a la habitación 301 de terapia con su bebé en brazos, acompañado por una de las mejores amigas de Rochi, Angie. Apoyó, con cuidado, a Juana sobre el pecho de su mamá que subía y bajaba mecánicamente. Fue entonces que le pidió a Angie que entonara una especial canción de despedida. Ella, con su voz de ángel, cantó: En mi corazón vivirás (You’ll be in my heart) de Phil Collins.

Su luz seguía encendida.

Rochi siguió intubada y en coma farmacológico, pero sus indicadores fueron mejorando. Empezó un proceso que sería extremadamente prolongado. Le hicieron la traqueotomía para cuidar sus cuerdas vocales. Hubo decenas de cirugías de emergencia y decenas de otras programadas. Los cirujanos iban extirpando los retazos muertos de su cuerpo por causa de la bacteria.

Tres semanas después de la intubación decidieron empezar a despertarla. Fue de a poco. Querían ver cómo había quedado después de tantas urgencias. Había riesgos de todo tipo. Seguía intubada y con traqueotomía y atada a su cama para que no se arrancara, involuntariamente, la vía central, los tubos o catéteres que la mantenían aferrada a la vida.

Cuando las cosas estuvieron mejor vino otro mal rato. En julio de 2023 Rochi recayó con un shock séptico provocado por una bacteria distinta. Nuevamente debió ser intubada para respirar mecánicamente.

“En esta oportunidad la cosa fue más corta, pero el susto resultó horrible. Cuando me recuperé un poco volví a la etapa previa. Mi único contacto con el exterior eran los paseos en camilla hacia el quirófano o los estudios que me tenían que hacer. Desde el ventanal veía pasar el tren por Palermo. Eso era todo. ¡Era una felicidad total! En esos instantes sentía que estaba en Disney”.

En esta ocasión el miedo a las recaídas había calado hondo en Rochi. Hasta que alguien, no corpóreo, se lo quitó para siempre.

¿Qué la salvó de partir anticipadamente? Esa es la pregunta que le hago a la que ella responde sin tener que pensarlo: “La red de amor que se tejió. Santi que fue y es increíble conmigo; la presencia de Juana, que es mi gran motor; la de mi familia y la de mis amigos. La de todos y cada uno”.

“Sofía era la melliza de Clara, mi hermana mayor. Iban a ser dos, pero a los ocho meses de embarazo a mamá le detectaron que ya no había dos latidos sino uno. Fue a cesárea de urgencia y nació Clara. Sofía había muerto. Cuando volvieron a casa fue muy doloroso porque tuvieron que deshacer el cuarto que habían preparado para dos. Sofía es nuestra quinta hermana y yo estoy convencida de que empezó a tener algún tipo de influencia en nuestras vidas desde hace bastante tiempo. Varias veces sentimos su presencia. ¿Tenés tiempo para que te cuente? En 2020 papá estuvo muy grave por el Covid 19 e hicimos de todo con tal de ayudar. Martina contrató a una ‘médium’ que le dijo que veía a una chica morocha, de pelo largo, que le estaba sanando los pulmones a papá. Mi hermana Clara, la melliza de Sofía, es morocha y de pelo largo, igual a la imagen que vio esa mujer sin conocer la historia de las mellizas. Todos en la familia descubrimos que teníamos un hilo en el cielo que habíamos olvidado: el hilo Sofía.

A los pocos días de despertarse Rochi le describió a su familia una escena que venía a su memoria: “Recuerdo estar acostada, en una sala con máquinas y conectada a muchos cables. Una chica muy parecida a Clara me agarró de la mano y me dijo: ‘Todavía no’. Era un cuarto blanco, muy iluminado y me invadía una sensación de paz indescriptible. Era como que mi mente me hubiese estado mostrando una película. Cuando le conté a Santi lo que había visto, él me contó lo que había dicho la médium. Había visto a Sofía. ¡Esa presencia fue increíble! Lo importante es que, a partir de ahí, se me fueron todos los miedos. Comencé a entrar al quirófano como si estuviera yendo al kiosco. Sabía que no me iba a morir, ella me lo había dicho: no era mi hora”.

Era el lunes 23 de octubre de 2023 y Rochi enfilaba para internarse en una clínica de rehabilitación.

Parte del resumen de su historia clínica dice: “Presentó shock tóxico el 24 de marzo seguido por síndrome de falla multiorgánica con compromiso de SNC, IRA con requerimiento de hemodiálisis, insuficiencia suprarrenal. Requirió ARM prolongada con traqueotomía. Presentó isquemia intestinal (seguida por colectomía total), necrosis de miembro inferior izquierdo, raíz de muslo y mimbre superior derecho (...) Múltiples infecciones graves secundarias (...)”. Son demasiadas páginas llenas de términos complejos. Es el peso específico de esa “piedra” que carga.

Si algo distingue a Rochi del común de los mortales es su paciencia.

En esta titánica reconstrucción Rochi aclara que es muy importante “tener metas claras, chicas, pero alcanzables. Es vital recordar que se puede ser feliz aunque cueste arrancar. Hay que ser muy agradecidos porque el agradecimiento genera una disposición interna distinta para encarar la vida. ¿Cómo hice? Me refugio mucho en Dios, rezo, medito y manifiesto. Además, todo este tiempo me permitió desarrollar mayor control sobre mi mente. Cuando mi cabeza se va a lugares oscuros, puedo switchear y mandarla a lugares lindos. A veces me pasaba horas en un tomógrafo y, para no pensar en lo peor, volvía a lindos recuerdos: si bien mi cuerpo estaba dentro de esa máquina, mi mente estaba en Villa la Angostura o saltando en un recital de Coldplay. La mente es muy poderosa, ¡te puede salvar o te puede matar! Alimentar lo espiritual y el lado positivo de las cosas es lo que sirve. ¡Nadie sabe que nos va a pasar en los próximos cinco minutos! No hay que perder nunca esa perspectiva”.

Las secuelas implicaron que Rochi tuvo que reaprender lo básico, como un bebé: a hablar, a comer, a hacer pis, a mantenerse erguida, a vestirse. “En cuanto aprendí a hablar nuevamente, empecé a disfrutar de mis mañanas. Todos los días, cuando me despertaba, mandaba un video a mi familia cantando, diciéndoles que había arrancado el día, que siempre vale la pena estar viva. ¡Estuve tan privada de todo que ahora estoy muy agradecida!”, resume.

Hoy sigue enfocada en el aprendizaje de sus actividades básicas: “Estoy reaprendiendo a escribir, a lavarme los dientes y a vestirme. Todos los días trabajo muchísimo en cada una de estas cosas. Por la mañana y por la tarde. Tengo agenda completa porque la bacteria me dejó secuelas importantes. No tengo movilidad en mi pierna izquierda, pero por suerte ya tengo sensibilidad. Me sacaron parte del intestino y tengo una ileostomía (cirugía que permite que los desechos del cuerpo salgan a través de una abertura en el abdomen). ¡Pero ya logré hacer pis sola luego de trabajar mucho con el suelo pélvico! Esa sonda me la sacaron y es un gran avance. También tengo algunas pequeñas lesiones en el cerebro. En general, afectaron actividades que puedo reaprender. Yo era zurda, pero como mi mano izquierda fue la más afectada, estoy aprendiendo a escribir con la derecha. Seré diestra en esta nueva etapa de mi vida. ¡No sabés lo que me divierte aprender! Es un desafío total. A la mañana tengo kinesiólogo, terapista ocupacional y cognitivo para recuperar algunas cuestiones de memoria y de la planificación que me fallan un poco. Con ejercicios voy mejorando. La práctica hace a la recuperación. Ya me estoy bañando sola, entro por mis propios medios al ascensor y me pongo las zapatillas. Son avances enormes porque a mi cerebro le cuesta bajar esa información al cuerpo”. Entusiasmada con sus logros sigue explicando: “La silla de ruedas ya es parte de mí. Es mi patrimonio. Es lo que tocó por el momento. Ahora sé bien qué significan las sillas de ruedas de los otros. No es que yo deseé lo que me pasó, pero ocurrió. Entonces me da orgullo lo que pude hacer con lo que me pasó. Nunca pensé en rendirme. Hay una frase de una serie que me gustó: Si la vida te da limones, haz la mejor limonada que puedas. Es una buena síntesis de lo que intento. Ya está, esta es mi vida, la que me tocó. Lo acepté”.

El 5 julio 2024, finalmente, recibió el alta médica. Y se instaló a vivir con su marido y su hija en la casa que había sido de sus padres. Empezaba una nueva vida, con mucho esfuerzo, pero fuera del ámbito hospitalario.

El ejercicio de la maternidad fue un tema complejo y que, admite, le sigue resultando desafiante.

“Mi suegra Gabi se mudó con Santi y cuidó de Juana todos esos primeros meses. Se turnaban con mi suegro Gustavo y mis cuñadas. Cuando pudieron empezar a traerla al sanatorio, comencé a darle como podía la mamadera y sostenida con muchos almohadones. Eran visitas cortas, por los bichos intrahospitalarios y, además, yo estaba muy limitada. Cuando la bañaban en casa, Santi me hacía videollamada y yo aprovechaba para cantarle. Al principio, toda la situación me frustraba un montón. Pensá que estuve quince meses sin dormir en mi casa con mi hija y tuve que trabajar mucho esa situación con mi psicóloga. De todas maneras, los chicos naturalizan las cosas más que los adultos. Cuando Juana empezó a caminar también me frustraba bastante porque, con la silla y mi escaso movimiento, no podía alcanzarla. Empecé a pensar que tenía que darle una vuelta al asunto para poder disfrutarla. Cuando ella estuvo más grande y yo empecé a tener más fuerza, pudimos comenzar a jugar. Ahora Juana se trepa conmigo y, como le gusta el vértigo, andamos rápido en la silla. También dibujamos cuentos y le cuento historias. Además, con dos años ya me observa más. El otro día me senté en el sillón del living por un rato y ella miraba desorientada la silla vacía. Después miró las cicatrices de mis piernas y me dijo: ‘¡Mamá! ¡Te hiciste nana!’”.

En octubre del año pasado Santi se arrodilló frente a Rochi, le dio el anillo y le propuso no posponer más la fecha para el casamiento por civil y la fiesta. Rochi dijo “sí”. El día escogido fue el sábado 14 de diciembre de 2024.

Cuando llegó el gran día, Rochi se vistió con ese traje crudo con flecos y decoró las ruedas de su silla con las mismas flores del ramo de novia. Matías empujó su silla y atravesaron un arco de flores hacia Santi. La emoción flotaba en partículas iluminadas entre los presentes. Nadie ignoraba lo que había costado llegar hasta la meta.

Es absolutamente consciente de que falta un gran trecho: “La bacteria me dejó una lesión en el cerebro que hace que mi lado izquierdo esté afectado. Nadie me dice que voy a volver a caminar. De hecho, se habla mucho de que si pasan dos años desde la lesión, ya no podría hacerlo y, hace poco, se cumplió ese tiempo. De todas formas, estoy convencida de que voy a volver a caminar. ¡A mí me dieron por muerta mil veces! Mi corazón estaba lleno de noradrenalina en niveles casi incompatibles con la vida. Elijo no escuchar demasiado eso de que no voy a caminar. Sigo entrenándome para estar fuerte y para poder moverme con autonomía. ¡No tengo chance de ser sedentaria! Tengo una escara en la zona del isquion y, como no cicatriza, me la van a cerrar con una cirugía. Eso será en junio. Luego de la intervención voy a tener que estar internada, como mínimo, veinte días boca abajo”. Reconectar su intestino será otro desafío a futuro.

Respecto del sueño de agrandar su familia reconoce: “El útero me lo salvaron. Nunca descarto nada. Pero hoy mis prioridades son Santi, Juana y seguir fortaleciendo mi cuerpo. Mi foco está en ir conquistando metas alcanzables”.

Rochi habla de abrazar los cambios. Se me ocurre imaginar esos cambios como si fuesen los salvavidas naranjas que, en cualquier naufragio, nos mantienen con la cabeza sobre el nivel de flotación.

Eso es precisamente lo que Rochi, con mucho coraje, hace cada día.

Fuente: telam

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