07/04/2025
¿Qué dice la filosofía sobre dar limosna?

Fuente: telam
Desde la antigua Grecia, distintos pensadores han reflexionado críticamente sobre nuestro posicionamiento de cara a luchar contra las injusticias y las desigualdades sociales
>En ocasiones nos encontramos con personas que nos piden una ayuda. En la calle o en algún lugar público solicitan educadamente, o incluso exigen, una contribución. Es posible que en estos casos nos surja la duda, con independencia del tono con el que se hace la petición o de quién procede, de si estamos haciendo lo correcto.
Estos interrogantes remiten a una cuestión abordada por el pensamiento filosófico a lo largo de la historia. La filosofía no resuelve la cuestión (no es su función hacerlo), pero nos da pistas y razones para reflexionar críticamente sobre nuestro posicionamiento de cara a luchar contra las injusticias y las desigualdades sociales.
En la República de Platón, título que denomina el estado ideal que propone el filósofo, no hay espacio para la mendicidad. Es un estado organizado y orientado a la eficacia donde quien pide limosna lo hace de una forma ilegítima:
“Que no haya mendigos en nuestro Estado. Si alguno le ocurriese el mendigar y el procurarse con qué vivir a fuerza de limosnas, que los agoránomos le arrojen de la plaza pública, los astínomos de la ciudad, y los agrónomos de todo el territorio, a fin de que el país se vea completamente libre de esta especie de animales”.Tanto Platón como su discípulo Aristóteles pretenden organizar el estado mediante leyes que “den a cada cual lo que le corresponde”. Pero no debemos entender esto como una forma de redistribución de la riqueza, ni como una reivindicación de los derechos humanos tal y como hoy los entendemos. Es más bien una expresión de la idea conforme a la cual cada rol en la sociedad está marcado (normalmente desde el nacimiento hasta la muerte) de una forma rígida y, según el lugar que se ocupa en la sociedad, se tienen unos u otros privilegios.En el pensamiento estoico, hoy en día tan de moda, se abandona esa mirada hacia el exterior, hacia la ciudad, y se vuelve hacia el interior de la persona. No se pone el énfasis tanto en la organización de la polis como en la virtud individual, la razón autónoma y, por supuesto, el estoicismo (el mantenerse imperturbable frente a las adversidades). Esto articula el pensamiento de Marco Aurelio o Séneca, por otro lado dos de las personas más ricas y poderosas del Imperio romano.Pero incluso Epícteto, que había sufrido la condición de esclavo, plantea la pobreza y las adversidades en términos de búsqueda de la dignidad y la serenidad de forma autónoma. Quizá por esto hoy en día el estoicismo esté siendo planteado como una filosofía acorde a nuestros tiempos y defendida por posicionamientos filosóficos y políticas económicas cercanas al individualismo más radical. Ambos piden que las personas acepten su condición sin tomar demasiado en consideración los factores sociales que condicionan la situación de pobreza.Con la aparición del cristianismo se dignifica la pobreza, al menos desde el punto de vista formal. Jesús nace pobre y reivindica esa condición para él y sus seguidores. La caridad se convierte en uno de los pilares de la sociedad, y las personas que mendigan se transforman en objetos de caridad sobre los que se puede practicar la virtud de la limosna.
Francisco de Asís o Domingo de Guzmán fundarán órdenes basadas en el servicio a los pobres, que se mantienen con su trabajo y practicando la mendicidad. El enfrentamiento entre los teólogos que defendían la pobreza de Cristo (principalmente el franciscano Guillermo de Ockam) frente a los del papa Juan XXII, que sostenían que tanto Jesús como los apóstoles habían tenido posesiones legítimamente, creará un conflicto que Umberto Eco reflejará magistralmente en la novela El nombre de la rosa.
En la Edad Media también aparecen cofradías que organizaban la mendicidad, especialmente para personas ciegas o con otras discapacidades. Estas corporaciones gestionaban las limosnas de forma colectiva para asegurar una distribución justa entre sus miembros.Más allá del Medievo
En el siglo XVI, Juan Luis Vives es el primer pensador en escribir un tratado sobre la pobreza (De subventione pauperum). Propone sistemas de socorro y “seguridad” social ligados fundamentalmente a la atención a las personas que han tenido la desgracia (que equipara a una enfermedad) de caer en la pobreza. En definitiva, considera que la solución consiste en facilitar trabajo, actividad y también recursos económicos a las personas necesitadas.De acuerdo con Max Weber, la ética protestante es uno de los principales motores del surgimiento del capitalismo. Según esa doctrina, la riqueza se convertirá en un signo de que se es una persona llamada a la salvación. Así, la pobreza y la mendicidad se estigmatizan y pasan a ser planteadas como un problema social a resolver por la modernidad. Las leyes regulaban que solo podían pedir limosna quienes demostraran ser incapaces de trabajar.
La propia Contrarreforma católica del siglo XVII había reducido el prestigio de la pobreza como ideal y prohibido la mendicidad a quienes no fueran “inválidos, viejos o enfermos”.Por otro lado, Karl Marx opina que los mendigos pertenecen al “lumpen” (lumpenproletariat), no tienen conciencia de clase obrera y muchas veces actúan como aliados involuntarios del estado burgués. En el planteamiento de estado marxista no hay espacio para una clase subproletaria. El estado es responsable de la organización del trabajo y de la redistribución de la riqueza, por lo que la mendicidad no debería existir.En definitiva, la filosofía aborda la cuestión planteada desde muy diversos puntos de vista. No está en condiciones de ofrecer una solución definitiva, pero propone enfoques y argumentos con los que construir una visión crítica y argumentada, abierta al diálogo racional. Esto último es muy necesario cuando se abordan cuestiones políticas difíciles y controvertidas, que muchas veces requieren de soluciones complejas para problemas multidimensionales.
Fuente: telam
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