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01/04/2025

A 35 años de la hazaña frente a Alemania por la Copa Davis y el inolvidable partido de Martín Jaite

Fuente: telam

Del 30 de marzo al 2 de abril de 1990 se disputaron los cuartos de final del certamen en el Buenos Aires Lawn Tenis. El elenco local logró vencer al campeón vigente en duros y emotivos enfrentamientos. El recuerdo de los protagonistas

>La tarde se detuvo allí. Por un instante. Cuando parecía que los corazones no podían aguantar más. La magia de la Copa Davis había envuelto a todos. A los que gritaban frente a la pantalla del televisor, a los nunca dejaron de alentar desde las viejas tribunas, y a esos dos tenistas que disputaban una batalla desgastante. La tarde se detuvo allí. Cuando el revés de Michael Stich se fue largo y Martín Jaite rompió definitivamente en llanto, uniendo sus lágrimas con las de los demás. Acababa de ganar un match que parecía perdido. Argentina seguía con vida en la serie frente a Alemania y él era protagonista de uno de los partidos más emocionantes que se hayan disputado en la legendaria cancha central del Buenos Aires Lawn Tennis Club.

Era uno de los mejores partidos que podía ofrecer la Copa Davis. Alemania, en su condición de doble campeón vigente y Argentina, que tenía un equipo parejo y potente, con Jaite y Alberto Mancini en los singles, más la excelente dupla que conformaban Gustavo Luza y Javier Frana. El sorteo había determinado que el choque se diese temprano, en los cuartos de final, cuando tranquilamente podía ser la final. Se pensaba en un match cerrado y nivelado, pero nadie podía suponer que tendría ese grado de vibración.

Así recordó esa situación para Infobae, Gustavo Luza: “Cuando nos enteramos que Becker no venía, por supuesto que fue un alivio. Era un lindo desafío y un buen espectáculo que él estuviera acá, ya que nunca lo había hecho, pero pensando en ganar la eliminatoria, fue algo que nos puso muy contentos”.

El cielo estuvo siempre amenazante. Pero la lluvia esperó a la culminación y allí cayó con todo, postergando el segundo single para el sábado por la mañana. A diferencia de Mancini, Jaite desandaba el camino opuesto, atravesaba el mejor momento de su carrera y estaba en el puesto número 11 del ranking. Enfrente, Carl Uwe Steeb. Un zurdo sólido y versátil, que se movía bien en todas las superficies. En lo poco que se había jugado del año, ya había llegado a dos finales (Sydney y Bruselas).

Fueron cuatro sets tremendamente disputados, donde el alemán siempre pareció más cómodo. Jaite intentó variantes, pero era estar como contra una pared. Sólido de drive y revés, Steeb sumó una nueva victoria a su excelente historial en Copa Davis con el 6-3, 6-7, 6-4, 6-3 que puso la serie igualada.

A continuación, era el momento del dobles. Argentina conformó una pareja que se complementaba a la perfección. Gustavo Luza y Javier Frana habían tenido un bautismo como binomio de Copa Davis en una difícil circunstancia, como lo fue enfrentar a Gran Bretaña como visitantes, sobre césped y en un match donde estaba en juego el ascenso al grupo mundial. Lo hicieron con enorme categoría y calidad, que repitieron frente a Israel, en la primera ronda del ‘90. Pero ante Alemania sufrirían una dura derrota contra el experimentado Eric Jelen y el joven Michael Stich, que sería a partir de allí, protagonista de la serie, como nos lo evocó el propio Luza: “Con Javier estábamos muy confiados por esos antecedentes y por haber ganado el título ATP de Guarujá el mes anterior. Veníamos en un muy buen nivel. Por eso, perder el partido, por lo menos para mí, fue un golpe duro. Michael Stich fue una sorpresa para todos, porque realmente, no lo conocíamos mucho y no teníamos las herramientas que existen ahora para seguir a los jugadores. En esta época, por medio de YouTube, tenés noción de las características de cualquier tenista. Particularmente a mí, me hizo pedazos con el efecto que le ponía a su saque, sobre todo porque me tocó formar del lado del revés. Me hizo ver las estrellas (risas) y nunca lo voy a olvidar”.

Causó sorpresa la decisión del capitán del cuadro visitante, que sacó a Woehrmann para colocar en su lugar el joven Stich, que había mostrado varios destellos de categoría el día anterior. Así lo vivió Jaite: “Me sorprendió el nivel de Stich, aunque sabía que venía de ganar en Memphis. Era un jugador que nosotros catalogábamos más de cancha rápida y que ingresó al equipo a último momento por la baja de Boris Becker. Incluso no jugo el primer día, porque quien actuó fue Jens Woehrmann, quien perdió con Luli Mancini, pero era durísimo en cancha lentas. Por eso el domingo, al enterarme que lo reemplazaba Stich, me sentí un poco aliviado. Después terminó siendo una batalla tremenda”.

El primer set fue para el alemán por 6-4, alternando buen juego de fondo de cancha y solidez en los ataques. La tónica se mantuvo en el segundo, aunque allí Jaite hizo pesar su experiencia en el polvo de ladrillo para llevárselo por el mismo score. El tercero, fue un concierto del argentino, que se impuso por 6-1. Todos respiramos aliviados, porque el cuarto punto de la serie parecía pintarse de celeste y blanco. Nada más lejano a la realidad: “En ese momento, en la Copa Davis, el reglamento establecía que había un descanso de media hora al terminar el tercer set, evoca Jaite. Estaba 2-1 arriba y a él se lo notaba bastante cansado, pero cuando volvió, me mató a palos. Era muy difícil quebrarlo porque sacaba muy bien y, además, como era alto, cubría bien la cancha, sobre todo en la red”.

Martín estaba en el abismo. Y el público lo rescató. Stich hizo su parte, cometiendo errores que le permitieron a Jaite volver al partido y ganar nada menos que 9 de los 10 puntos siguientes. Fue una ráfaga, apenas un rato, donde las banderas volvieron a flamear con toda la intensidad. De pronto, la ilusión latía una vez más. El argentino ahora estaba arriba y sacaba para ganar. Y llegó ese revés profundo del alemán, la pelota, ayudada por la mirada de miles de argentinos, hizo su recorrido sin retorno más allá de la línea de fondo.

“Cuando terminé el partido, recuerdo que dije que le agradecía mucho al tenis, porque me había dado todo y que lo que viniese de allí en adelante, era de yapa, rememora Jaite. Me había costado mucho, desde siempre, jugar en condición de local, porque lo sufría y me tensionaba. Sin dudas, esa fue una de las victorias más importantes de mi carrera, junto con la final de Barcelona 87 contra Mats Wilander, la participación en los Juegos Olímpicos de Seúl ‘88 y cuando le gané al israelí Perkiss en el ‘84 e ingresé por primera vez al cuadro de Roland Garros”.

Pero la historia no había terminado allí. Aún faltaba el partido de Mancini ante el duro Steeb para darle el cierre a la serie. Era un momento de emociones, como nos lo recordó Gustavo Luza: “El final del partido de Martín fue increíble, porque estaba casi perdido y atravesamos, en pocos minutos, un sube y baja de emociones. De estar eliminados, pasamos a la euforia de ponernos 2 a 2 y a la certeza que Luli ganaba el quinto punto, porque salió a la cancha hecho un toro. Estaba como desfigurado de las ganas que tenía. El profesor Belfonte era el histórico preparador físico de los equipos argentinos de Copa Davis y cuando terminó el partido de Jaite, se descompensó. Entonces, lo llevaron al vestuario, que estaba situado debajo de una de las tribunas y quedó recostado sobre un sillón, donde fue atendido. El tema es que Mancini debía pasar si o si por ahí para ir a la cancha. Entonces, entre todos, hicimos una especie de biombo humano (risas) para Luli no lo viese, porque venía de otra habitación, y no se alarmara. Finalmente, Belfonte se recuperó y lo que jugó Mancini fue una cosa descomunal. Era tanta la potencia que podía desarrollar, que hasta Steeb, su rival, era consciente de la imposibilidad de vencerlo”.

Quedate tranquilo Martín. Nada más lejos de eso. Pasaron 35 años y varias batallas en la central del Buenos Aires, pero siempre recordaremos aquella adrenalina. Muchos se volcaron masivamente al estadio, otros pegamos el faltazo al colegio. Todos empujando detrás del objetivo que se cumplió, cuando Luli Mancini alzó sus brazos al cielo, completando la faena iniciada el día anterior. La invasión fue incontenible. Los jugadores fueron paseados en andas, como reconocimiento a una alegría maravillosa. Esas que solo puede dar el deporte. Y más, cuando se tiñe de celeste y blanco.

Fuente: telam

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