31/03/2025
Diego Navajas en La Escalada: el barbero que arrancó en lo profundo del conurbano y el consejo revelador de su hijo Markito

Fuente: telam
Sufrió varios golpes hasta que el empujón del famoso streamer le cambió la vida. Así, convirtió su local en un estudio para Youtube. Por allí pasaron de María Becerra a Tiag Pzk. “El éxito es ser feliz con lo que hacés”, afirma
>El baño no se terminaba nunca. El techo goteaba. Su casa era la misma desde hacía años, aunque la familia ya había crecido. Una cortina colgaba como división entre el cuarto y la vereda. Fue ahí, en ese rincón pelado del conurbano profundo, donde Diego Navajas fundó su barbería.
Esa historia, la que empezó en el barro y terminó con famosos en la vidriera, tuvo su punto de quiebre a los treinta años. Antes de eso, había corrido sin rumbo. Detrás del mango, del sueño, del fútbol, de las changas. Y de la pobreza también.
Cuando terminó la secundaria, no sabía exactamente qué hacer. La barbería, tal como la conocemos hoy, no existía. Así que se metió en un curso de peluquería unisex. Era el único hombre, rodeado de mujeres. No duró mucho: quería cortar a hombres.—Encontré un chabón que tenía una academia en Panamericana y 197. Le dije: “Yo quiero aprender, pero quiero cortar a un hombre”. Me dijo: “Perfecto, venite los viernes y sábados. No te voy a pagar un mango, pero vas a aprender”.Entonces vinieron los otros trabajos. Lo que sea. Repartía, arreglaba motos, metía changas para poder bancar a sus hijos: Marquito y Abril.
—Pusimos una latita en casa. Ganaba 20 por día. Ponía cinco en la latita. Cuando juntábamos lo de las zapatillas, venía la boleta de la luz. Chau. No hay zapatillas.El clic llegó tarde, pero llegó. Tenía treinta, dos hijos y una crisis existencial.
—Me miré al espejo y dije: soy un desastre. Nunca tuve un mango. Siempre fui un croto. Y me dije: bueno, por lo menos voy a hacer lo que me gusta. Si total nunca tuve guita, ¿qué pierdo?Empezó cortando de a uno. Después de a dos. Se puso 24/7: de seis a ocho de la mañana estudiaba redes sociales, de ocho a nueve cortaba, de nueve a medianoche inventaba contactos.
—Yo iba a buscar representantes, managers, jugadores. Quería cortarle a cualquiera que pudiera mover la aguja.—¿Y por qué vinieron? —les preguntaba.
—Porque vimos que atendiste a este.Ahí entendió: la foto traiciona. La imagen en redes era la nueva recomendación boca a boca. El local se llenaba. Sábados que parecían fiestas. Sesenta cortes por día. A veces más. “Yo juego a empresario”, dijo. Y entonces se fundióPero llegó la pandemia.
No había clientes. No había ingresos. No había barberías. Empezó a fundirse en cámara lenta. Y entonces, mientras caía, encontró su tabla de salvación: Markito, su hijo. De día, los números lo golpeaban. De noche, se refugiaba mirando los streams de Marquito, que juntaba 100.000 personas en vivo. Hasta que un día se animó:
El hijo no se guardó nada:
Y así fue.
Diego armó un setup, puso luces, cámaras, conexión, y convirtió la barbería en un escenario. Transmitía en vivo los cortes. El cartel de la vidriera no decía “Abierto”, decía “En vivo”.—Nos miraban 100.000 personas en la vidriera.
—El éxito no es tener diez casas. No es tener 20 autos. Es ganarle a uno mismo. Yo me odiaba. Perdí todo. Y con la misma fórmula volví a hacer todo de nuevo.
—El éxito, hermano, es ser feliz con lo que hacés. Aunque empieces con una cortina y sin un mango.
Fuente: telam
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