20/03/2025
El cruel atentado con gas sarín en el subte en Tokio: trece muertos y el mesianismo de una secta que anunciaba el fin del mundo

Fuente: telam
Se cumplen treinta años cuando en diversas estaciones y vagones esparcieron gas sarín, tomando de sorpresa a los desprevenidos pasajeros que se dirigían a sus trabajos. La historia detrás de la secta Verdad Suprema y de su gurú, que terminó ejecutado en la horca
>El atentado se planeó para el lunes 20 de marzo de 1995. Se eligió a estaciones de tres líneas de subterráneo en Tokio, y para que el ataque tuviese el mayor número de víctimas mortales, se fijó hacerlo en hora pico. Y para que fuera aún más efectivo, se optó por el gas sarín, ya que una gota del tamaño de la cabeza del alfiler es suficiente para terminar con la vida de un ser humano. Descubierto en 1938 casi por casualidad por químicos alemanes que trabajaban en pesticidas, su nombre obedece a sus descubridores: Schrader, Ambros, Ritter y von der Linde. Puede ser líquido o usado en aerosol. Según los especialistas, el roce con la piel produce alteraciones en el sistema nervioso: primero son dolores de cabeza, luego tos incontrolable y convulsiones, y termina con un paro cardiorespiratorio.
Asahara, casi ciego desde niño, se ganaba la vida como profesor de yoga. En la década del 80 fue cuando fundó Verdad Suprema, cuyo sustento dogmático era una melange de creencias hindúes y budistas, y las peores profecías del cristianismo. Aseguraba ser el siguiente Buda, también Cristo y el Cordero de Dios. Al iniciar la secta se cambió el nombre.
Lo del subterráneo de Tokio no había sido su primer golpe. El 27 de junio de 1994 en Matsumoto, desde un camión hizo lanzar una nube de gas sarín en un barrio donde vivían jueces que estaban por fallar en contra de la secta en un juicio por propiedades. Ese día hubo siete muertos y más de 500 heridos.
Poco antes de las ocho de la mañana, cinco miembros de la secta abordaron subtes distintos. Uno subió a la línea Chiyoda, pintada de verde oscuro, que cubría 22 kilómetros; dos lo hicieron en la línea Marunouchi, cuyos vagones de distintivos rojos transitaban por 24 kilómetros y que por tramos sale a la superficie, y otros dos subieron a la Hibiya, vagones de color gris, y que cubre un trayecto de 20 kilómetros.Llevaban 900 ml de gas en estado líquido en bolsas de plástico envueltas en papel de diario. Cada uno portaba dos paquetes y usarían la punta afilada de un paraguas para agujerear las bolsas, que liberarían el veneno, que además tiene la propiedad de evaporarse rápidamente.Entre las 8:09 y 8:17 todos cumplieron su cometido en las estaciones preestablecidas, salvo uno que había subido a un tren de la línea Hibiya, quien solo hizo un pequeño agujero y se arrepintió al contemplar a la cantidad de gente inocente que seguramente afectaría.Murieron once pasajeros, dos empleados del subterráneo, y cerca de 6.300 personas quedaron heridas. Los responsables huyeron en automóviles que los esperaban en las cercanías.
La conmoción de las autoridades fue tan grande que hasta se pensó en un ataque perpetrado por Corea del Norte. Sin embargo, la policía ya estaba en alerta sobre esta secta y hubo diversos operativos para detener a sus miembros. Cuando allanaron la base que poseían al pie del monte Fuji, encontraron tanto gas sarín como para matar a millones de personas. Y hasta un helicóptero con el que se presumía se usaría para rociar a Tokio.La justicia llevó al banquillo a 189 personas. A Asahara se lo acusó de haber cometido 29 asesinatos. Durante el tiempo que permaneció detenido, prácticamente no hablaba. En el transcurso del juicio, su abogado defensor fue detenido y debió ser asistido por uno de oficio. Durante el proceso, explicó con lujo de detalles su doctrina.
Condenado a la pena capital en 2004, dos años después se le negó la apelación y en 2012 se le suspendió la sentencia por la detención de miembros de la secta que permanecían prófugos.A pesar de la magnitud del hecho, la secta no desapareció; pasó a llamarse Aleph, se diferenció de su líder y sus 1.650 miembros permanecen con un perfil bajísimo en un suburbio en la capital japonesa, y son vigilados. Curiosamente, aún sigue siendo legal en el país, a pesar de que está catalogada en el rubro de peligrosa. Para otros países es una simple organización terrorista.
La última víctima, Sachiko Asakawa, de 56 años, que había quedado postrada con daño cerebral irreversible, falleció el 10 de marzo de 2020, con lo que el número de víctimas fatales asciende a 14.
Fuente: telam
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