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17/03/2025

Las cartas de la guerra: la mujer que dedicó sus últimos años a intentar traducir secretos familiares escritos en polaco y en ídish

Fuente: telam

Parte de la familia de Sara Lichtenstein había migrado de Polonia hacia Uruguay y otra parte había quedado allí. Cuando de su pasado solo quedaba ese intercambio epistolar en un idioma que no entendía comenzó a buscar la manera de comprenderlas. Quizás así sabría qué había sido de ellos

>Sara Lichtenstein era activista política, uruguaya. Fue miembro de la Juventud Comunista y del Partido Comunista de ese país. Apoyó la Revolución cubana, por la que caminó desde Montevideo a Punta del Este en una peregrinación que duró diez días, en enero de 1962.

El primero en encontrarse con ese manto de agua parda, el Río de la Plata tendido sobre la arena montevideana, fue su tío, Salomón “Shloime” Jedlina. Era 1929. Para la guerra faltaba una década pero se sintió en peligro por sus ideas comunistas, compró dos pasajes, uno para él y otro para su novia, a quien finalmente dejó, y se fue.

En este tramo los hermanos se enviaron cartas para contarse cómo estaban. Salomón quería que su hermana se le uniera para protegerla. Quería saber cómo se encontraba en la travesía del barco, quería tranquilizarla acerca de que el desarraigo iba a valer la pena. Pero todo esto Sara no llegaría a saberlo antes de morir.

—Feigen y Jacobo comienzan un vínculo, pero Jacobo no se declara y empiezan las habladurías. Feigen no entiende que Jacobo la acompañe siempre a su casa pero no le proponga nada. Entonces, lo cita en el murallón del barrio Sur de Montevideo y le dice que así no pueden seguir, que hay que formalizar. Jacobo le dice: “Qué suerte que hablaste, vamos a casarnos”. Se van a vivir juntos y años después se casan —cuenta Elbio Ferrario, exdirector del Centro Cultural y Museo de la Memoria de Montevideo (MUME), quien fue gran amigo de Sara y su hermana Rosa Lichtenstein Jedlina y guardó su legado: las cartas de su familia.

Primero nació Rosa, el 17 de abril de 1934. Sara llegó casi una década después: el 20 de marzo de 1943.

—Sara estuvo prisionera en el “300 Carlos” o “Infierno grande”, centro clandestino de detención donde fue especialmente torturada por ser judía —en la espalda de su chaqueta le escribieron “judía”—, y luego en la cárcel de Punta Rieles, hasta el 22 de noviembre de 1978, cuando fue liberada y marchó al exilio en Cuba —cuenta Elbio.

A Rosa la habían liberado dos años antes, en agosto de 1976. Y se quedó en Montevideo trabajando como arquitecta en el sector privado.

***

Montevideo, día 17 de mayo de 1932.

Tu última carta postal la recibí ayer de tarde. Mi alegría fue indescriptible. Por fin viví este dichoso momento. Hoy de mañana te escribí una carta y te la mandé enseguida directamente al correo del barco. Ahora de noche te escribo este correo aéreo (...). De ambas quizás te llegue alguna.

En la carta ya te escribí que anoche estuve vagando, buscando un cuarto para nosotros. Ahora te puedo contar que hoy de tarde ya alquilé una vivienda y ahora de noche fui a comprar muebles. Todavía no los compré. Pero hasta tu llegada todo estará resuelto de la mejor manera.

Deja el extrañar en el camino y llega a mi dichosa.

(...)

Mando también una carta a casa por el correo del barco para que ellos no me olviden.

***

Pero Eugenia, además, retrató a sobrevivientes del Holocausto, de la Shoá, que viven en la Argentina. Y, en 2013, reunió 18 de esos dibujos hechos en lápiz en una muestra que tituló “Negra leche del amanecer”. Fue invitada a exponerla en el Museo de la Memoria de Montevideo, el 20 de abril de ese año, con motivo del 70 aniversario del levantamiento del Gueto de Varsovia y de los 40 años del Golpe de Estado en Uruguay.

En ese evento Eugenia conoció a Sara.

***

Muy querida hermanita.

Feiguele no te preocupes porque dejaste Polonia, porque dejaste tus amores para más tarde volver a verlos. Las lágrimas para mejores ocasiones. Tira la tristeza. El mar es grande. Déjalo en el camino y llega aquí nueva, contenta, viva. Vuelta a nacer. Y empieza una nueva vida. Feigale!

(...)

***

Desde niño le habían fomentado el arte. A sus 14 años ingresó a la escuela de titiriteros del teatro El Galpón de Montevideo, que si bien era para adultos hizo una excepción para recibirlo. A los 15 ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes de la Universidad de la República. Era una década efervescente y su adolescencia quedó envuelta “en la crisis social, política y económica de mediados de los años 60, y las grandes movilizaciones de obreros y estudiantes de 1968, 1969, 1970″, de las que participó “muy activamente junto a los estudiantes de artes”. La policía se lo llevó detenido en muchas oportunidades y, a sus 16 años, en 1968, fue secuestrado “por un escuadrón parapolicial que andaba detrás de los dirigentes estudiantiles”. “Nos interrogaron, castigaron y finalmente nos dejaron tirados”, recuerda Elbio.

Antes de quedar en libertad, antes del final de la dictadura, Sara, que había regresado a Montevideo desde el exilio con la ONG que se ocupaba de los presos y presas políticas, se había reunido con familiares de los detenidos y detenidas entre los que estaba su padre.

—Desde el teatro me vinculé con el grupo de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos que nos pidieron ayuda para el desarrollo de la Marcha del Silencio de los 20 de mayo [N. de la R. es una movilización que se realiza ininterrumpidamente desde 1996 todos los 20 de mayo en Montevideo y diferentes puntos del interior de Uruguay para pedir que se esclarezcan las desapariciones y asesinatos impunes de la última dictadura militar uruguaya]. Como delegado de El Galpón integré la coordinadora de apoyo a Madres y Familiares y, en ese ámbito, surgió la propuesta de crear un Museo de la Memoria.

—Rosa murió en el 2010. Y Sara quedó sola en su casa. En algún momento, después de la muerte de Rosa, comenzó a hablarme de las cartas de su familia polaca que le habían llegado a su madre en Montevideo. También hay cartas dirigidas a Buenos Aires. Se ve que habiendo quedado sola, y sin familia, comenzó a preocuparse del destino de las cartas y me eligió a mí como depositario, por la amistad y la confianza que me tenía.

***

Mis queridos, Feigue, mi hermana, mi cuñado y la querida Rositele:

Entre nosotros, las casas no han sufrido (daños) por la guerra. En la casa de Jáiele resultaron destruidas las escaleras de los 2 pisos (…). Por ahora Yosef armó otras provisorias. Lo más importante es que todos nosotros y nuestros parientes cercanos viven y han salido completamente enteros de la breve pero estremecedora matanza.

Ya todos estamos trabajando pero ninguno en su oficio. Estudio en una escuela secundaria obrera la lengua rusa. En cuanto a escribir, leer y comprender no me va mal; hablar ya es más difícil. (Pero) todo esto son tonterías.

(...)

Termino y te pido que no dilates la respuesta a esta carta y me escribas enseguida sobre todo y todos. (...) Que estén sanos, que vivan felices y que esta carta los encuentre sanos y de buen ánimo. (...) Yo les mando mis más cariñosos saludos y besos. Besos especiales para Rositele.

Leitzie

Algunos años después de la muerte de su hermana, Sara se enfermó de cáncer. Y compartió con Eugenia que deseaba traducir las cartas de su familia. Se las otorgó y Eugenia se las entregó, en Buenos Aires, a Perla Sneh —escritora, psicoanalista, investigadora, traductora literaria del ídish al castellano y vicepresidenta de la Fundación IWO (Instituto judío de investigación)—. Ella comenzó a hacerlo pero no pudo finalizar la tarea.

—Tuvimos una discusión. David se puso en contacto conmigo y luego con Sara y comenzó a pedir las cartas originales para traducirlas y publicarlas en una editorial de la Facultad de Catalunya. Su insistencia fue insoportable. Él quería viajar a Uruguay, a Montevideo, a llevarse las cartas. Finalmente las cartas las guardó Sara. Y se las entregó en custodia a Elbio. Siempre estaba la expectativa y la alegría cuando creía que tendría sus cartas traducidas.

Bialistok el 17/IX/1940:

Vivan felices.

Leibl

En 2018, Eugenia y su compañera de equipo, Paula, fueron invitadas a Montevideo a dibujar a un grupo de ex presas políticas. Era marzo cuando viajaron a Uruguay para asistir al seminario “Terrorismo de Estado y Género”, organizado por el Museo de la Memoria de Montevideo, y fueron convocadas para dejar ese registro.

Un año antes, en 2017, Bekeris había expuesto en el Museo de la Memoria uruguayo la muestra “Tu Mirada, retratos testimoniales intervenidos”. Eran retratos en lápiz de hijos y hermanos de personas desaparecidas, familiares de sobrevivientes de la Shoá y miembros de pueblos originarios: personas atravesadas por genocidios. La propuesta consistía en dibujar frente a ellos mientras escuchaba sus testimonios —como hacen en los juicios de lesa humanidad— y luego invitarlos a intervenir las hojas del dibujo como quisieran. Siguiendo esa línea, Elbio sugirió hacer algo similar con las expresas políticas uruguayas e invitarlas a dar sus testimonios e intervenir sus retratos luego de que Paula y Eugenia las dibujaran.

Entre ellas faltaba Sara. Para esta época, ya peleaba contra un cáncer que la comía por dentro, se había mudado a una casa de salud donde la cuidaban.

—Yo la visitaba regularmente —dice Elbio— y ella me hablaba de sus padres y de su familia polaca que había quedado en el gueto de Varsovia y de algunos que habían logrado salir hacia otros lugares. Cuando falleció, en 2019, me dejó en su testamento las cartas familiares. Logré traducir con amigos las que están escritas en idish, que hablan de asuntos familiares, de la separación y de la dificultad de comunicarse. También hay otras escritas en polaco que aún no logré traducir. Sara me legó la responsabilidad de hacer la historia de las cartas.

Fuente: telam

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